De izquierda a derecha, Marcos Mundstock, Carlos Núñez Cortés, Jorge Maronna, Horacio Tato, Carlos López Puccio y Martín O'Connor
De izquierda a derecha, Marcos Mundstock, Carlos Núñez Cortés, Jorge Maronna, Horacio Tato, Carlos López Puccio y Martín O'Connor - Les Luthiers

Quince minutos con Les Luthiers

El grupo humorístico argentino arranca en Madrid la segunda parte de la gira española de su espectáculo «¡Chist!»

Madrid Actualizado: Guardar
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Cuando se pronuncia la palabra «luthier», la mayoría de la población iberoamericana no piensa en una «persona que construye o repara instrumentos musicales de cuerda» (como la define la RAE), sino en un quinteto (ahora sexteto) de argentinos muy simpáticos e ingeniosos, y que llevan casi medio siglo provocando carcajadas con su humor (esta vez de verdad) inteligente.

Les Luthiers traen a Madrid (antes estuvo en Oviedo, La Coruña y Vigo, y después viajará a Barcelona) su espectáculo «¡Chist!», una nueva antología en la que se recogen piezas inolvidables de su repertorio como «La comisión (Himnovaciones)», el madrigal «La bella y graciosa moza marchose a lavar la ropa» o el trío pecaminoso «Bolero de los celos».

Vienen con algunos de sus instrumentos informales y con su nueva formación: la muerte, en agosto de 2015, de Daniel Rabinovich, ha hecho saltar del banquillo a Horacio Tato Turano y a Martín O’Connor, hasta entonces habituales suplentes en la formación.

En un rincón de una de las salas del Barclaycard Center, donde estarán del 4 al 9 de marzo, los seis miembros de Les Luthiers atienden a los periodistas. Enter uno y otro, combaten con un café el inevitable jet-lag (llevan solo un día en España). No visten su inamovible esmóquin, pero sí llevan prendida la sonrisa y el buen humor de siempre. Están Carlos López Puccio, Jorge Maronna, Marcos Mundstock, Horacio Tato Turano y Martín O'Connor. Solo falta Carlos Núñez Cortés, que no puede acudir a la cita.

¿Qué placer especial encuentran en volver a esas piezas clásicas, que supongo que para uno de ustedes debe de suponer algo especial?

MARCOS MUNDSTOCK: Es casi el placer del avaro que cuenta sus monedas. Es comprobar que esos números siguen vivos y vigentes y que se renueva nuestro maravilloso romance con miles y miles de personas. A mí personalmente no me cuesta nada repetir cosas. Yo puedo seguir haciendo veinte años el mismo número si yo siento que eso funciona y el público me devuelve su aprobación. Así que es puro placer, y sin el trabajo ni la incertidumbre de una cosa nueva.

JORGE MARONNA: Da gusto reencontrarse con esas piezas, que uno ya hizo tantos años y conoce bien, que sabe cuáles son sus virtudes y sus defectos; y a veces los defectos en estas antologías, en estas revisiones, pueden desaparecer. Uno mejora las obras, que en su momento tal vez fueron hechas con cierta prisa para rellenar un espacio que faltaba en un show de estreno. Hay mucho material que se puede acortar y dejar en cada pieza la nata, la esencia.

Es la primera vez que actúan en Madrid sin Daniel Rabinovich. ¿Serán especiales las funciones, tendrán que entonar el «Ridi, pagliaccio», y ponerse una máscara alegre sobre el rostro triste?

HORACIO TATO: Ya hemos actuado sin Daniel en muchos lugares. A la semana de su muerte decidimos cumplir con la gira que teníamos en Argentina. Y lo hicimos.

CARLOS LÓPEZ PUCCIO: Veníamos trabajando sin Daniel desde seis meses atrás, estábamos preparados, pero esas primeras funciones fueron duras.

HORACIO TATO: Llevamos todo este tiempo con este formato e integrados de tal forma que, al salir a escena, con el recuerdo de Daniel, el aplauso nos alienta y nos pone en situación.

CARLOS LÓPEZ PUCCIO: Y nos ayuda verificar que el público se sigue riendo. Hay sutiles diferencias que por supuesto las vemos todos, el público y nosotros, porque ellos no son Daniel, pero son maravillosos en lo que hacen. Así que el trauma es pequeño. Está en el alma.

Los dos nuevos integrantes, ¿qué sensación tuvieron la primera vez que se incorporaron al grupo?

HORACIO TATO: Yo hace ya muchos años, en 2000, que me incorporé al grupo. Y salí a escena a los dos meses para un reemplazo. Luego pasé mucho tiempo como reemplazante, esperando, y actuando. La enfermedad de Daniel, que tuvo que dejar de trabajar en enero de 2015, nos hizo entrar tanto a Martín como a mí. Salir al escenario todos los días agiliza y nos hace entrar de golpe al toro. Pero yo, personalmente, no siento que tengo que cumplir el rol de Daniel, y creo que a Martín le pasa lo mismo.

MARTÍN O'CONNOR: Claro, porque hay un texto que está escrito y es otro actor el que lo hace. Obviamente todos extrañamos la personalidad de Daniel y lo que significaba, pero a nosotros nos toca no imitarle, sino interpretar un texto que está maravillosamente escrito, y que por eso -obviamente, algo bueno tendremos que hacer- sigue provocando el mismo efecto de risa en la gente. Así, se aliviana un poco la tarea, y contradictoriamente es un peso para nosotros y que la gente diga: no está Rabinovich. Pero bueno, como dice Marcos, con el correr del show la gente no es que se olvide de Daniel, pero disfruta con nosotros y con el texto.

A pesar de ser textos ya escritos, siempre hay, en sus espectáculos, una frescura que hace incluso creer en la improvisación, que lo están creando en ese momento. ¿Se puede explicar cómo se consigue eso, o es inexplicable?

MARTÍN O'CONNOR: Yo creo que pasa por la naturalidad de la interpretación. Ninguno quiere sobreactuar, y al ser natural la actuación -y lo digo como actor- ninguno interpreta un personaje determinado; la naturalidad hace que el texto tenga una frescura determinada que parezca incluso improvisada. Además, nos reímos de verdad en algunos pasajes en los que la risa parece ficticia; pero no, nos reímos siempre de forma espontánea.

HORACIO TATO: Es que nos gusta salir a escena. Aunque tengamos funciones todos los días durante varios días seguidos. Siempre es un desafío nuevo hacer lo mismo. Pero nos gusta y nos motiva.

MARTÍN O'CONNOR: Pero, como decía Marcos, nos gusta hacer lo mismo. Nos divertimos.

MARCOS MUNDSTOCK: Por otra parte, una de las reglas de este juego teatral que hemos inventado es el juego precisamente. Lo que siempre hacemos es jugar. Jugar a que estamos haciendo un concierto de verdad, jugar a que Jorge es una viejita que toca el chelo, jugar a que somos dos cantantes de ópera. Eso no lo hemos perdido, nos ayuda a nosotros y a su vez en su día pasó a ser una especie de estilo. Nunca pretendemos representar nada en serio.

MARTÍN O'CONNOR: Si bien lo hacemos muy en serio...

MARCOS MUNDSTOCK: Somos muy rigurosos. El humor es una cosa muy seria.

CARLOS LÓPEZ PUCCIO: Pero es cierto que la gente dice que parece que improvisamos.

MARCOS MUNDSTOCK: Es otro de nuestros orgullos.

Debe ser muy difícil después de tanto tiempo...

MARCOS MUNDSTOCK: Sin querer, fue inscribiéndose en nuestro manual de estilo. Y cuando te dicen que lo lograste, es una gran satisfacción.

JORGE MARONNA: Por otra parte, no hay una dirección de actores en Les Luthiers. Cada uno busca su camino y hace lo que puede; cuando estamos a punto de estrenar, filmamos el espectáculo, nos estudiamos, pero ahí vemos más bien el total, los movimientos, lo que no se entiende, pero no hay un afán de dirigir ni decimos al otro: «actúalo de tal manera», a menos que alguno tenga algún problema con alguna frase y pida auxilio. Es todo muy individual.

CARLOS LÓPEZ PUCCIO: Nada nos obliga a ser sino nosotros mismos. Y ahí hemos definido a Les Luthiers; en función de estas limitaciones tan terribles que tenemos, lo hacemos lo mejor posible.

Tienen un público que les ha sido fiel durante varias décadas, incluso muchos que se declaran «luthieranos», pero ¿existe también un público joven? ¿Se van incorporando nuevas generaciones?

JORGE MARONNA: Sí; es más, hay chicos, niños pequeños, ya fanáticos, que se lo saben todo... Es increíble.

CARLOS LÓPEZ PUCCIO: Es maravilloso, nos encanta, son varias generaciones.

HORACIO TATO: Hay mucho vídeo en Youtube...

MARCOS MUNDSTOCK: Sí, pero les tiene que gustar a los chicos...

HORACIO TATO: Y les gusta. Se aprenden los textos.

MARCOS MUNDSTOCK: Uno de los mayores elogios de los muchos que recibimos -somos unos privilegiados y benditos por eso- es que hay gente que nos dice: es un espectáculo que viene a ver toda la familia. «Vengo con mi padre y mi hijo». Las tres generaciones a ver a Les Luthiers.

Eso demuestra que el humor no tiene edad ni otra frontera que el idioma.

CARLOS LÓPEZ PUCCIO: Hay que ver qué humor...

MARCOS MUNDSTOCK: Y edad sí que tenemos -ríen todos-...

CARLOS LÓPEZ PUCCIO: El humor de Les Luthiers no es una cosa puntual; es un abanico bastante grande, franjas que sirven para el niño de diez años o para el abuelo de ochenta. Depende también de la calidad cultural del que está disfrutando del espectáculo. Hay franjitas que son para elegidos... Es muy amplio.

MARTÍN O'CONNOR: Los jóvenes, a medida que van creciendo, se van riendo en distintos momentos.

CARLOS LÓPEZ PUCCIO: Van descubriendo cosas. Yo lo he vivido con mis hijos.

MARTÍN O'CONNOR: A mí me pasa con mis hijas, que son chicas. Me dicen: descubrí tal chiste que no había entendido hasta ahora.

JORGE MARONNA: A mí me pasa conmigo -todos ríen la broma con carcajadas-. Después de treinta años, le encuentro sentido a un chiste. ¡Qué bueno era!

Dentro de poco celebran cincuenta años en el escenario. ¿Tienen algo preparado para entonces?

CARLOS LÓPEZ PUCCIO: Compraremos el pastel unos días antes. Antes no merece la pena, se echará a perder.

MARCOS MUNDSTOCK: El 4 de septiembre de 2017, fecha en que se cumplen cincuenta años exactamente, estaremos haciendo la función en el teatro de la Maestranza, en Sevilla. ¿Qué hacemos, hacemos algo? -pregunta a sus compañeros- No tenemos nada previsto. Si estuviéramos en Valencia, podríamos hacer una mascletá o algo así, sutil. En Sevilla no sé... Tal vez una feria. O el Rocío...

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