John Fante, junto a uno de sus hijos
John Fante, junto a uno de sus hijos - ABC

John Fante, la gran tragicomedia americana

La editorial Alrevés publica la primer biografía en español del más maldito de los autores estadounidenses

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Seguramente es el último lugar en el que uno esperaría encontrarlo, pero ahí está, entre asesinos en serie, crímenes atroces y esas densas nebulosas opiáceas con las que Harry Hole intenta disimular sus tribulaciones. De acuerdo: poco o nada tienen que ver con thriller nórdico las tribulaciones de Arturo Bandini, pero en la perversa imaginación de Jo Nesbo también también hay espacio para John Fante, quien nos saluda, aunque sea con cierto desdén, desde las páginas de «El leopardo», enésimo indicio, por circunstancial que sea, de que el culto a quien Charles Bukowski bautizó como el más maldito de los escritores norteamericanos sigue en plena forma.

Casualidad o no, este rebrote de reconocimiento hacia la figura de Fante (1909-1983) cobró nueva fuerza entre finales de 2013 y principios de 2014, cuando Edicions 1984 rescató en catalán «Plens de vida» (1952) y «La germandat del raïm» (1977) y Anagrama echó el cierre a su robusto catálogo Fante con la colección de cuentos «El vino de la juventud».

El culto continúa ahora ahora con la llegada a las librerías de «John Fante, vidas y obra. Como un soneto sin estrambote» (Alrevés), suculenta y reveladora biografía con la que Eduardo Margaretto (Valencia, 1963) se sumerge en la obra y múltiples vidas del autor de «Llenos de vida».

No hace mucho, el hijo de John, el también escritor Dan Fante, pasó revista a la historia familiar en el crudo y descarnado «Dante, un legado de escritura, alcohol y supervivencia» (Sajalín), pero Margaretto abre un poco más el plano para capturar a Fante en toda su dimensión, desde sus raíces italianas y sus orígenes humildes a la búsqueda del reconocimiento en Los Ángeles pasando por su etapa de guionista a regañadientes –«soy un gacetillero sin chiste», solía decir– de títulos como «Walk On The Wilde Side», «The Reluctant Saint» o «Six Loves».

Arturo Bandini, su alter ego

Una panorámica completa y detallista que arranca en 1909 en Denver y vuelve a empezar otra vez en un suburbio de Los Ángeles en 1982, cuando un John Fante ciego, amputado de la dos piernas y postrado en una silla de ruedas, dicta a su mujer su última novela; la última protagonizada por ese glorioso y malcarado alter ego llamado Arturo Bandini. «Fante era ya un hombre desarmado por la vida, pero Bandini era otra cosa», escribe Margaretto. El escritor, añade el biógrafo, no pudo ni siquiera llegar a imaginarse que, tras su muerte, «sus libros se iban a volver a editar, que incluso se iban a publicar los manuscritos, los relatos y las cartas que durante años había guardado en un cajón, que en más de diez países aparecerían traducciones de sus obras y que él mismo se iba a convertir en uno de los “grandes” de la literatura americana».

Era ese reconocimiento lo que Fanté buscaba con denuedo desde que empezó a enviar sus primeros cuentos a la revista «The American Mercury», pero, además de un enorme escritor obsesionado con Knut Hamsun y de un bebedor empedernido, Fante fue también un cenizo de manual con una proverbial mala suerte. A saber: en 1933 participó en «It’s All True», el proyecto fallido de Orson Welles, y en 1939, cuando la crítica del momento recibió «Pregúntale al polvo» como uno de los grandes acontecimientos de la narrativa americana, su editorial, tuvo la ocurrencia de publicar «Mein Kampf» sin permiso de Afold Hitler, por lo que todo el dinero que tendría que haber servido para promocionar a Fante desapareció por el sumidero legal. El libro, recuerda Margaretto, «desapareció del mercado» después de que la editorial fuese a la quiebra.

Ficciones de uno mismo

No era la primera novela de Fante –en 1938 ya había escrito «Espera a la primavera, Bandini» y «Camino a Los Ángeles», inédita hasta 1985–. pero sí la que pudo haberle consagrado como precursor directo de Bukowski y Kerouac y maestro absoluto del yo. Y es que para Fante no había mejor materia prima literaria que él mismo y sus circunstancias. «Juega sistemáticamente a alterar vida y obra, a confundirlas, mediante la descripción exacta de ciertos hechos», señala Margaretto.

Es así como nace Arturo Bandini, iracundo y a la vez sensible personaje con el que Fante ficcionaliza en cuatro novelas –«Espera a la primavera, Bandini», «Camino a Los Ángeles», «Pregúntale al polvo» y «Sueños de Bunker Hill»– su propia tragicomedia vital y aborda las relaciones familiares, los efectos de la Gran Depresión, la lucha por hacerse un hueco en el mundo literario, la discrimación social, la pobreza y el desencanto de ver su talento al servicio de una industria del cine que despreciaba profundamente.

Ajuste de cuentas

De ahí que el escritor considerase su propio trabajo como «La Verdad». «En alguna carta (…) incluso se desprende que su progenitor estuvo a punto de denunciarlo por lo que había escrito sobre él y su familia», subraya Margaretto. El mismo sistema siguió Fante para dar forma a Henry Molise («La hermandad de la uva»), Dominic Molise («Un año pésimo») e incluso John Fante («Llenos de vida»), personajes hechos a su imagen a semejanza con los que expió penurias, ajustó cuentas y espero en vano un éxito que le sobrevino una vez muerto.

«Si quisiera podría destruir tu vida en 20 palabras», dejó dicho un escritor que, sin embargo, necesitó algo más –seis novelas, dos novelas cortas, un libro de cuentos y la inestimable ayuda de Bukowksi– para convertirse en asignatura de estudio universitario, atracción turística –Los Ángeles cuenta con una ruta que le sigue los pasos a Arturo Bandini– y monumento literario capaz de inspirar reveladoras biografías e insólitas citas en creaciones ajenas.

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