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Váteres

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Hacer el amor, partirse una raya, fumar heroína, lanzar un chorro «certero, abundoso y percutiente» como meaba el amo de Alejo Carpentier en su bacinilla de plata, besarse, darse el teléfono, pasarse la seda dental, ponerse dos gotas de Chanel número cinco, dejar 100 dólares de propina, componer una canción, comerse una piruleta, vomitar, leer, cantar un bolero, bailar por Mary Poppins, desmayarse y hasta hacer pis. Menos pagar, creo que uno ha visto hacer de todo en un baño.

Cuando creían que el espíritu aventurero del habitante de la sociedad moderna se había traspapelado entre el seguro de vida, el plan de ejercicios cardiovasculares del gimnasio y la garantía del iPhone, el sistema vuelve a ponerle un poco de sal a la vida. Después de la divertida gymkana que tienen que hacer algunos para conseguir la tarjeta sanitaria, esta vez han abierto la veda de cobrar por entrar a los váteres de Atocha, lo que no deja de ser un deporte de riesgo. Supone el pueblo que los inodoros serán de oro y estarán limpios y refulgentes como la tuba de La Pamplonesa, pero ¿qué pasa con los que no tengan suelto? Ofrecer una estación sin váter a los insolventes debiera ser catalogado como crimen de lesa humanidad, pues la urgencia intestina no sabe de monedas ni de tiempos. Cuando llega, llega, esté uno en los agradables servicios del Butcher's Arm de Lino Pires en Southam Warwickshire (Inglaterra), con sus calendarios de Pirelli en la pared, en un sucio tugurio de El Cairo o en aquel servicio de una gasolinera de montaña en el Cáucaso que no se limpiaba desde la ocupación rusa y que se postula como el más infecto de la galaxia.

Sólo faltaba que los necesitados tuvieran que pedir limosna para descomer. En la Taberna de El Traga en Sevilla, ese lugar mágico que tan bien retrató José Antonio Garmendia, donde se vivía el futuro, entró una mujer con tres niños pidiendo permiso para entrar al excusado. Al salir después de un rato, preguntó «¿Qué se debe?» y desde la barra le preguntaron esto en una fantástica pirueta: «¿Qué ha sido?». Quizás las tarifas, al menos, sean flexibles.