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Prioridades

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La palabra prioridad procede del latín, prior, - oris, anterior. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, el vocablo tiene dos posibles significados: 1. Anterioridad de algo respecto de otra cosa, en tiempo o en orden y 2. Anterioridad o preferencia de algo respecto de otra cosa que depende o proceda de ello, mientras que la entrada en el diccionario del adjetivo correspondiente, prioritario (ria), viene a indicar que el sustantivo al que califica tiene prioridad respecto de algo. El carácter de prioritario es, por tanto, un elemento cualitativo que introduce una necesaria preferencia a partir de una comparación entre distintos elementos. Y es a partir de esa comparación, ya sea referida a personas o a cosas, la que nos sirve de referencia para establecer lo que consideramos prioritario y requiere mayor atención o, en su caso, lo más importante o urgente de atender. El comparar elementos, para poder así establecer las prioridades correspondientes, implica la existencia de factores claves sobre los que sustentar la comparación. Un ejemplo de ello, en el ámbito sanitario, es la clasificación de pacientes en una urgencia en base a la gravedad de las lesiones para identificar la prioridad asistencial. En este caso, el factor sobre el que gira la comparación, y las consecuentes actuaciones, es salvar vidas, objetivo que se manifiesta como absolutamente prioritario.

Pero no es necesario que nos situemos en circunstancias extremas para comparar elementos y establecer prioridades en base a un objetivo determinado. Continuamente, en nuestra vida cotidiana, estamos haciendo comparaciones y estableciendo prioridades y, en muchas ocasiones, es el tiempo y los recursos disponibles los que marcan el orden de nuestras actuaciones y actividades. Con el ritmo de vida tan rápido en el que nos movemos, todos hemos dicho alguna vez que nos falta tiempo para llevarlo todo para adelante. Así que, mientras no se nos otorgue el don de la ubicuidad, tenemos necesariamente que elegir entre esas cincuenta mil cosas que, supuestamente, tenemos que hacer. Y si el tiempo disponible nos marca, no digamos nada de los recursos.

Cualquier persona sabe, y más con los tiempos que corren, lo fundamental que es estirar el dinero para llegar a fin de mes. Y en ese estiramiento, y en el esfuerzo imaginativo para lograrlo, el objetivo prioritario es siempre el cubrir las necesidades básicas de la familia. Sin embargo, en todo esto de las comparaciones y del establecimiento de prioridades, no deja de tener cierto relieve el elemento subjetivo. Los objetivos que muchas veces nos planteamos y, por consiguiente, la prioridad de las actuaciones para lograrlos pueden ser de lo más variopintas.

Todos hemos escuchado alguna vez que tal o cual persona tiene las prioridades cambiadas cuando, por ejemplo, decide empeñarse hasta las cejas para comprarse un coche descapotable último modelo mientras que todos los meses tiene muchas dificultades para cubrir las necesidades cotidianas. Y esa subjetividad en los objetivos y en el establecimiento de prioridades no afecta exclusivamente al común de los mortales, sino que es moneda común en muchas organizaciones e instituciones. Un ejemplo reciente lo hemos tenido la semana pasada en boca del presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán cuando, a raíz de los ajustes para controlar el déficit, anunció el probable cierre de camas hospitalarias y de plazas escolares.

En este caso, aunque el objetivo es evidente, no lo es tanto el factor para decidir las prioridades en las actuaciones para lograrlo que, como vemos, siguen sujetas al elemento subjetivo al que antes hicimos referencia y que marca el orden de preferencia del gobierno andaluz. Porque para lograr el ajuste, imprescindible por otra parte, y en la comparación de las medidas para alcanzarlo con la consiguiente priorización, parece que las camas hospitalarias y las plazas escolares son, comparativamente hablando, menos importante que otros gastos de la administración autonómica. Aunque el cierre de camas no constituye una noticia novedosa en nuestra comunidad autónoma, el anuncio realizado por el presidente andaluz es un claro ejemplo de esa subjetividad que marca el establecimiento de prioridades, una subjetividad cuyos motivos son, en teoría, difíciles de entender.

Porque puestos a marcar prioridades cabría la posibilidad de hacer otro análisis de redistribución que pudiera comenzar, por ejemplo, con el abordaje de la radiotelevisión andaluza cuyo presupuesto para el 2012 es de 219,6 millones de euros de los que la subvención directa de la Junta asciende a 122 millones. En esa subjetividad en el establecimiento del orden de importancia, es obvio que para la Junta de Andalucía resulta mucho más prioritaria la tele regional que las camas del Puerta del Mar. Se podría seguir con el análisis de subvenciones diversas, por ejemplo con la revisión de las subvenciones nominativas publicadas en el BOJA en lo que llevamos de año o con el ajuste de las que se tiene previsto publicar en los próximos meses o se podría repensar la nueva organización bis de coordinación provincial del vicepresidente Valderas. En fin, es cuestión de prioridades.