Artículos

Cuando la verdad amarga

De trileros e ilusionistas uno terminó harto. Y necesita creer que eso es historia

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La herencia recibida por Rajoy no puede ser el burladero en el que el presidente se tape cada vez que no pueda explicar lo que hace o deja de hacer. En términos taurinos tiene delante un marmolillo de esos que, pareciendo manso y torpón, está lleno de malas intenciones. A esos bureles los diestros con oficio les hacen faenas rápidas, de poco lucimiento pero muy efectivas. Esos toros tienen faena, si bien es verdad que no son vistosas, pero hay quien les corta las orejas. Si eso no ocurre y si el diestro tiene un mínimo decoro no se justificará asegurando que el ganadero le ha echado un marrajo al albero. Ocurre que el ganadero -y el público-, le pueden decir: para algo se ha vestido usted de luces. Pues eso: para algo es usted el presidente del Gobierno.

Si, claro, por supuesto, no se discute: los últimos cuatro años de Zapatero fueron un desastre para todos, incluido -y ya lo estamos viendo-, para su propio partido. Doy fe de lo difícil que es ver a un diputado socialista con ganas de reír. De acuerdo, no es agradable encontrarse con un déficit dos puntos y medio por encima de lo comprometido, pero el Gobierno está para gobernar y no para recordar lo que hizo mal el anterior. Esa música empieza a cansar, entre otras cosas porque ya hay argumentario para evaluar al actual Ejecutivo: las reformas anunciadas, las que faltan, la subida del IRPF y los recortes en investigación, por ejemplo, solo son imputables, para bien o para mal, a este Gobierno y no al anterior.

Nadie quitará a Rajoy mérito y afán reformista. Gustará o no, pero es evidente que un gobernante en su actual situación lo último que puede hacer es cruzarse de brazos y hacer un brindis al sol, que es lo que hacen los toreros mediocres que faenan cerca de los tendidos menos entendidos buscando el aplauso fácil. Rajoy sabe que hay millones de ciudadanos que han comprendido que solo saldremos con esfuerzo; que costará y que algunas reformas darán sus frutos y otras no. Lo que esos mismos ciudadanos no están dispuestos a consentir es que no se les diga la verdad, o solo una parte de ella. Bruselas pide recortes y ajustes y los españoles quieren saber dónde hará estragos la tijera. ¿Subirán los impuestos? ¿El IVA, los que afectan al tabaco y al alcohol? ¿Sufrirán más los llamados ministerios inversores? ¿Será en Defensa, como Rubalcaba le ha pedido a Rajoy? De donde sea, pero que lo digan cuanto antes, porque si no es así la denuncia de los socialistas de que Rajoy está esperando a las elecciones andaluzas tendrá fundamento. Y eso es gobernar al estilo anterior: mirando encuestas y calendarios electorales. El cambio son reformas, sí, y una determinada forma de gobernar que pasa ineludiblemente por no esconder media baraja en la manga. De trileros e ilusionistas uno terminó harto. Y necesita creer que eso es historia.