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PSOE, época azul

Cuando un partido no tiene las respuestas en sí mismo, se echa en manos de los gurús del marketing

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El PSOE, como Picasso, acabará por tener épocas cromáticas; de momento acaba de inaugurar su 'periodo azul' en la conferencia política del fin de semana, tal vez su conferencia política de fin de época. El 'periodo azul' es ese tiempo en el que Picasso pintó bajo la desesperación, la soledad, la sensación del desastre. Y el PSOE, de hecho, ha cambiado del rojo al azul bajo la amenaza de un desastre electoral, la desesperación por la inercia desde el 22-M y la creciente soledad parlamentaria. Desde luego, cuando un partido muda de piel es por diferenciarse de sí mismo, de su trayectoria. Pero cambiar una seña básica de identidad traslada, sin remedio, el mensaje inequívoco de un estado de ánimo derrotado. También el PP hace seis o siete años viró al naranja persiguiendo un color más moderno y vitalista, habitual entre los democristianos europeos, que le alejase de la dureza del segundo aznarismo inspirado por los halcones militaristas y ultraliberales del republicanismo de G. W. Bush; pero eso no impidió dos derrotas electorales marcadas por la dureza de su primer ciclo de oposición. Rajoy volvió al azul y a un discurso moderado sin la guardia pretoriana de los zaplanas y acebes. El problema no era el color.

Cuando un partido no tiene las respuestas en sí mismo, se echa en manos de los gurús del marketing electoral buscando golpes de efecto milagrero, alguna solución mágica como el bálsamo de Fierabrás, cualquier hoja de ruta a la que aferrarse para salir del laberinto. A Rubalcaba se le ha visto quitarse el primer apellido, usar solo el nombre de pila, limitarse únicamente a su segundo apellido tratando de explotar la leyenda de Rubalcaba como trasunto de Fouchet y Talleyrand, usar blanco y negro, ocultar la calva y pasar del rojo borgoña al azul velazqueño. Pero estas elecciones no se van a resolver por un detalle de marketing sino bajo el signo de la pérdida total de confianza en el partido gobernante. Toda la clase política está desacreditada -nuevo gong del barómetro del CIS- pero Rubalcaba está atrapado por el año final del zapaterismo, donde ha tenido un protagonismo que no podrá ocultar con un cambio de eslóganes o de color. Tal vez en los debates electorales saque puntos de su brillantez ante un flojo rival, pero de momento parece un personaje picassiano de la 'época azul' aquejado por la decadencia moral de un país herido por la crisis. Los gurús del marketing pueden vender trucos de emocionalidad, tratamiento 'estético' (Axford&Huggins) o incluso un 'restyling' (Corner&Pels) pero el lastre es demasiado poderoso. Y quizá cualquier efecto para diferenciarse del pasado acabe por transmitir más travestismo que renovación, como si se tratara de huir de los propios demonios.