EL TRANVÍA

DESAHUCIOS

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Ni jaleos en el PSOE provincial, ni discusiones entre partidos políticos a cuenta del Plan de Ajuste del Ayuntamiento de Jerez. Tampoco la huelga en el servicio de autobuses urbanos. Este domingo quiero dedicar 'El tranvía' -creo que va siendo hora de pensar en cambiarle el nombre a este espacio semanal por razones evidentes- a la dramática historia de una familia de Caulina. No es el único caso en Jerez; ni lo será, desgraciadamente. Los desahucios están al orden del día por culpa de una crisis de lo más puñetera, pero no dejan de significar que en algo ha fallado el sistema.

La historia a la que me refería la relataba la compañera Almudena Doña en una magnífica crónica publicada en la edición del pasado jueves de LA VOZ. Espero no importunarla si desvelo que reconoció haber pasado un mal rato cuando fue a hacer el reportaje en cuestión. Y es que dentro del recinto de la vivienda se vivieron verdaderos momentos de tensión, protagonizados por los afectados y por seguidores del movimiento del 15-M que acudieron para apoyarles e impedir el desahucio. «Esto es peor que si me arrancaran una parte de mi vida», se lamentaba José Gutiérrez entre sollozos, sentado en una silla sin apenas poder moverse debido a su incapacidad permanente. A su lado su mujer, Antonia Alama, explicaba lo ocurrido: «Nosotros pedimos un crédito para pagar la canalización de agua y pusimos la casa como aval. Mi marido posteriormente cayó enfermo y, mientras se tramitaba la incapacidad permanente lo que cobraba eran poco más de 200 euros, lo que nos impidió que durante dos meses pudiéramos hacer frente al crédito. Entonces de buenas a primeras, y sin una subasta ni nada, el banco vendió todo el terreno por unos 80.000 euros, cuando vale 245.000». Y seguía: hace dos meses les llegó la orden de desahucio que lograron retrasar por la operación a la que fue sometido el cabeza de familia, pero el día 23 de septiembre el juzgado les comunicó que el jueves iban a proceder al desahucio. «No nos han dado opción -se quejaba el propio José-, y con una pensión de 689 euros a ver dónde nos metemos».

Al final consiguieron lo que suele lograrse en estos casos cuando existe cierta presión social, que el desahucio se retrasara. Pero la maquinaria nunca para y ejecuta antes o después. Y lo hizo el viernes de la manera más desagradable posible, con numerosos detenidos y algunos heridos. Tuvieron que llegar, incluso, antidisturbios de Sevilla porque la cosa se puso de lo más calentita. Lamentable.

Lo dicho, algo está fallando. O, mejor dicho, algo se ha hecho mal en el pasado para que historias como ésta se repitan ahora prácticamente a diario. Muchas, ni tan siquiera se conocen porque no trascienden. Una verdadera pena, la verdad.