CARTAS A LA DIRECTORA

No se parece

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El jueves pasado asistí, por invitación, como guía voluntario del Museo Provincial de Cádiz, a la inauguración de la casa que donó a las administraciones del Estado, familiares de Dª María del Carmen Pinillo, después de la restauración a la que fue sometida.

Recuerdo cuando fuimos con el director del museo, Juan Alonso de la Sierra, a ver la casa, recién desalojada por sus últimos ocupantes. Creo que fue por 2009. Vimos un edificio antiguo que estaba pidiendo una restauración importante y que los organismos competentes estaban dispuestos a llevarla a cabo por considerar que se convertiría en una pieza de museo de gran interés histórico.

Iniciamos la visita entrando en la finca por la puerta principal de la plaza de Mina para terminar en el mirador, cota superior del edifico. Fuimos recorriendo planta por planta y viendo cada una de las dependencias, escuchando las explicaciones que nuestro director nos daba y que en mi caso, me permitía imaginar, la actividad cotidiana de los habitantes en la época de su mayor esplendor. Mientras hacíamos el recorrido por el interior de le antigua mansión, me vino a la memoria lo que le leí hace años a un escritor gaditano que se llama Ramón Solís en su libro titulado 'El Cádiz de las Cortes' y que fue su tesis doctoral en la facultad de Ciencias Políticas y Económicas de Madrid.

Por todo lo que vi y escuché, saqué la conclusión de que las administraciones del Estado tomaron la decisión de restaurarla para mostrarla como pieza de museo, de nuestro museo, lo que permitiría al visitante ver cómo era la casa de un burgués, gaditano, forastero o extranjero, en el siglo XVIII con motivo del traslado de la Casa de las Contrataciones y Consulado de Indias de Sevilla a nuestra ciudad. Pero mi sorpresa fue desilusionante cuando, el día de la inauguración, a medida que penetrábamos y subíamos a las distintas plantas observaba que lo que a mi parecer se había hecho era una transformación en la distribución de las antiguas dependencias y no un restauración, con la sustitución de barandales, barandillas y barandas por quitamiedos de cristal como algunos ejemplos de elementos no estructurales, por citar algunos. No dudo que la transformación debe de haber sido muy costosa y que el resultado ha sid, el de una mansión lujosa, pero que a mi modesto entender y si no estaba equivocado en el fin que se pretendía, no tiene nada que ver con una casa dieciochesca gaditana, o no se le parece.