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Emigrantes

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El mercado laboral sufre una situación de esquizofrenia. A pesar de las pateras y de la alta tasa de inmigrantes que trabajan en España, este país ha vuelto a convertirse en un país de emigrantes. Cerca de de 120.000 españoles partieron el último año al extranjero para buscar un trabajo digno. Esta vez, a diferencia de los años 60 y 70, el emigrante español es mayoritariamente universitario, está correctamente preparado y domina idiomas. El talento se escapa de España y no se le va a sacar el adecuado rendimiento al esfuerzo inversor en educación que se ha hecho en los últimos años. Científicos, ingenieros, arquitectos, investigadores, enfermeros, informáticos y otros muchos profesionales bien formados salen fuera a causa del paro, de la precariedad laboral y las bajas remuneraciones. Una quinta parte de los doctorados españoles se marcha al extranjero. En España el talento, la formación y el esfuerzo nunca han sido adecuadamente recompensados. Ejemplo de ello es que para ser ministro, alcalde o consejero no hace falta ser licenciado.

A esta élite de emigrantes se le ha unido también una legión de obreros del campo y de la construcción. Los temporeros, fundamentalmente andaluces, vuelven a recoger la uva en Francia, como ya hicieran nuestros abuelos. Tal ha sido la demanda de empleo que ha superado a la oferta en más de 2.000 personas. Ante tanta necesidad, no es de extrañar que alcaldes como el de Trebujena haya acudido a Bélgica parta intentar conseguir trabajo en la poda y recogida de fruta para los desempleados de esa población. Tampoco resulta chocante, con el parón de la construcción, que alcaldes de la sierra de Cádiz, como el de Olvera, hayan conseguido contratos laborales a sus vecinos en empresas constructoras francesas.

Ante tanto español que se marcha fuera, el inmigrante se percibe ahora como un competidor. Por eso resulta altamente creíble que en la última encuesta sobre 'Opiniones y Actitudes de los Andaluces ante la Inmigración' realizada por la Consejería de Empleo de la Junta se haya evidenciado que más del 50% de los andaluces valoren negativamente la inmigración. Ni tampoco resulta extraño que el Gobierno vaya a exigir a los rumanos, la colonia extranjera más numerosa, permiso de trabajo para ser contratados en España.