ESPAÑA

El juez descarta responsabilidades penales en Interior por el chivatazo a ETA

Ruz da por agotada la investigación sobre el secretario de Estado porque ve «lógico» que conversara con el director de la Policía

MADRID. Actualizado: Guardar
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No hay pruebas o las que hay son demasiado endebles y no llegan ni a indicios. El juez Pablo Ruz cegó ayer, casi definitivamente, cualquier acción penal contra los máximos responsables del Ministerio del Interior por el chivatazo policial en mayo de 2006 a la red de extorsión de ETA. El instructor entiende que el simple cruce de llamadas entre uno de los imputados, el ex director de la Policía Víctor García Hidalgo, y el secretario de Estado para la Seguridad, Antonio Camacho, los días en que se produjo el soplo no demuestran nada, ya que esas llamadas, cuyo contenido se desconoce porque no estaban pinchadas, son explicables por motivos profesionales.

Ruz, que el pasado martes ordenó al departamento que dirige Alfredo Pérez Rubalcaba que revelara los nombres de los usuarios de tres teléfonos que recibieron llamadas de los imputados los días del soplo, da por agotada esta vía de investigación solo tres días después. Una decisión tomada después de que Interior informara a su juzgado de que las personas que usaban esas terminales eran Camacho y un inspector jefe del Centro Nacional de Coordinación Antiterrorista. Y que el tercer teléfono, un fijo, pertenece a la centralita del departamento.

El juez no cree siquiera necesario interrogar como testigo a Camacho, como solicitaba la acusación popular Dignidad y Justicia.

Considera, a la vista del último atestado «ampliatorio» enviado por Interior con la notificación de los titulares, que su testimonio «no es determinante» para esclarecer quién dio el chivatazo a ETA.

Según el magistrado, las llamadas entre Camacho y Víctor García Hidalgo fueron «contactos telefónicos esporádicos», que no parecen responder a las novedades que se produjeron durante las jornadas en que se produjo soplo. Afirma que «no puede presumirse con mínima solidez o rigor indiciarios» que esas llamadas «no se ajustaran al normal proceder entre los interlocutores con motivo de sus responsabilidades oficiales».

Esas conversaciones, insiste Pablo Ruz, son perfectamente explicables por la «relación orgánica y funcional» de los interlocutores. Llega a afirmar en su escrito que no hay un «mínimo apoyo indiciario» que apuntale la hipótesis de que esas conversaciones telefónicas tienen relación con el aviso de la inminente operación antiterrorista a Joseba Elosúa, el dueño del bar Faisán de Irún, usado supuestamente por ETA como oficina de cobro del denominado 'impuesto revolucionario'.

Para el titular del Juzgado Central número 5 del tribunal de la calle Génova, y también para el Ministerio Fiscal que apoya que Camacho no declare en este sumario, el interrogatorio del secretario de Estado es «irrelevante» porque es «lógico y razonable» que «dos altos cargos del Ministerio del Interior, con relación de dependencia jerárquica y subordinación directa de uno respecto al otro necesiten mantener comunicaciones durante las 24 horas al día».

El instructor de la Audiencia Nacional recuerda que ambos hablaban casi todos los días por la mañana, y, por tanto, no era extraño que también lo hicieran los días del chivatazo. Además, el magistrado tiene especialmente en cuenta la declaración judicial de Víctor García Hidalgo, quien detalló ante el juez que el «cauce habitual» de llamadas cuando se desataba una operación antiterrorista como la del Faisán, era que él mismo, tras recibir las noticias del comisario general de Información, las transmitiera al brazo derecho de Alfredo Pérez Rubalcaba.

Para el juez tampoco tienen ninguna relevancia penal el tráfico telefónico entre Camacho y el exdirector del Cuerpo Nacional de Policía en septiembre de 2006, cuando los imputados intercambiaron llamadas una vez supieron que el entonces juez del caso, Baltasar Garzón, había abierto una pieza específica para investigar el soplo a Elosúa. Pablo Ruz cree «lógico y racional» que ambos hablaran esos días continuamente, habida cuenta de que por entonces se oficializó el cese de García Hidalgo como máximo responsable de la Policía, puesto que pasó a ejercer el entonces director de la Guardia Civil, Joan Mesquida, que quedó al frente de los dos cuerpos.

Amigos íntimos

Tampoco pasará por el juzgado, ni como testigo, el inspector jefe del Centro de Coordinación Antiterrorista, a quien el segundo imputado en este caso -el jefe superior de Policía del País Vasco, Enrique Pamiés- llamó un día antes del chivatazo y la misma jornada de la delación. Ruz explica que el tráfico telefónico entre ambos no responde tampoco a episodios concretos del chivatazo y que las llamadas entre ambos son explicables porque son amigos y tienen una intensa relación personal y laboral al menos desde 1993, cuando ambos coincidieron por primera vez en unidades en el País Vasco de lucha contra ETA.

Su amistad es tan intensa, se recoge en el atestado, que solo en tres meses de 2006 llegaron a telefonearse en 44 ocasiones, por lo que no puede inferirse que las llamadas de las jornadas del soplo tuvieran como objetivo informarse mutuamente de los sucesos en el bar Faisán.

Sobre el tercer teléfono oficial involucrado en la investigación, el fijo de la centralita de la Subsecretaría del Ministerio del Interior en Madrid, el juez da por buena la explicación de los investigadores de que es imposible saber a quién iban dirigidas esas llamadas.