'Macaroni', el poni de la familia de John Fitzgerald Kennedy.
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Un zoo en la Casa Blanca

'Barney', el perro de Bush que ha muerto esta semana es el último de una extraña lista de 200 animales que han convivido con los 44 presidentes de los Estados Unidos

MADRID Actualizado: Guardar
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Cuentan que le gustaba acompañar a los pescadores del rancho texano de los Bush, que recorría diariamente el Ala Oeste en busca de algún amigo que le regalase una chuchería, que de noche guardaba la puerta sur de la Casa Blanca como si fuera un agente secreto; que saludó a reyes, reinas y jefes de Gobierno de todo el planeta sin pasarse de amistoso y llenarles el traje de barro. Viajaba en el 'Air Force One' y nunca discutió de política con su dueño. Así retrata George W. Bush a 'Barney', su inseparable perro que murió esta semana y que se había convertido en el animal más popular de los que han pateado los pasillos de la residencia presidencial.

Llenaba de pelos el Despacho Oval y roía sus juguetes durante las reuniones en las que se decidía el futuro del mundo. Tenía 12 años y entre los logros de su vida, más allá de su fidelidad y sus atributos perrunos, constaba el haber sido la cara simpática del presidente Bush durante su segundo mandato. Arreciaban el 'Katrina' y la guerra de Irak, comenzaba a fraguarse la crisis económica y el desgaste de la imagen del presidente era evidente. El perro le ayudó, no ya consolando como solo saben hacer los de su especie, sino acercando a la Casa Blanca a los ciudadanos en una decena de vídeos en los que hizo de todo. La 'Barney Cam' fue popular entre los norteamericanos, una serie de cortometrajes en los que el can enseñaba las dependencias del poder de Washington al público, felicitaba la navidad, soñaba que ganaba medallas en Pekín 2008, saltaba de un trampolín olímpico en un montaje y era jaleado por decenas de deportistas, entre ellos Michael Phelps o el equipo de la Ryder Cup. Otras veces no fue tan simpático. En 2006 le mordió el dedo al reportero de Reuters John Decker. Un portavoz de Laura Bush bromeó con que era una manera de decir "basta" a los paparazzi. Nadie, ni siquiera él, era perfecto, pero fue un buen perro.

'Barney' no era ni la primera ni la última mascota en la Casa Blanca. En la actualidad, 'Bo' ocupa el puesto de Primer Perro de los Estados Unidos. Se trata de un perro de aguas portugués que ha sido analizado hasta por el célebre adiestrador César Millán, que concluyó, después de ver varias fotos suyas durante los paseos, que entre Barack Obama y el chucho, el que manda es el perro, pues el presidente camina detrás. Bill Clinton también disfrutó de la compañía, esta vez de un famoso gato llamado 'Calcetines', del que incluso hay fotos subido en la tribuna de la sala de prensa.

Roosevelt y su hiena

Los datos históricos aseguran que ninguno de los 44 presidentes que ha tenido Estados Unidos se ha privado de la compañía de una mascota. Se calcula que en la Casa Blanca han vivido unos 200 animales, una cifra que aporta el Museo de Mascotas Presidenciales, un local abierto en Williamsburg (Virginia) que recibe 70.000 visitas al año. Allí se guarda medio millar de objetos, fotografías, pinturas y recuerdos de toda la fauna gubernamental, que es prolija en número y variedad.

La historia está llena de presidentes amantes de los animales. El primero de todos, George Washington, tuvo a su cargo tres galgos, tres sabuesos de Coonhound, un caballo, un burro que se llamaba 'Royal Gift' -regalo real- y un loro que pertenecía a Martha, su mujer.

La palma se la llevó Theodore Roosevelt, que vivía en una suerte de granja escuela de principios del siglo XX. La lista que dan de sus posesiones animales incluye cinco cerdos enanos, uno común, una gallina, un gallo con una sola pierna, un lagarto, un conejo, dos gatos, un poni, un osezno, un tejón, una hiena, una lechuza, una decena de perros y un hámster. El más extraño, sin duda, fue un caimán que el Marqués de Lafayette regaló a John Quincy Adams. El trigésimo presidente, Calvin Coolidge, se hizo su propio animalario. Llegó a manejar, además de los perros y gatos, dos tigres, un cachorro de león, un canguro, un oso y hasta un hipopótamo pigmeo que causó furor entre los ciudadanos.

La relación familiar con las mascotas se ha mantenido hasta en los momentos de tensión. Kennedy recibió de Khrushchev un cachorro, hijo de la perrita espacial rusa 'Strelka', a la que adiestró para que lo recibiera al pie del helicóptero. Durante la crisis de los misiles con Cuba, reunido con su estado mayor en la sala de guerra mientras el mundo pendía de un hilo, mandó buscar a 'Charlie', su terrier escocés. Cuentan que lo puso en su regazo, lo acarició, se calmó y entonces dijo aquella frase: "Es el momento de tomar decisiones".