ANÁLISIS

La guerra de Irak «ha terminado»

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Más exactamente, terminará el 31 de diciembre. El presidente Obama utilizó el futuro para explicar lo que sucede, pero recurrió a la fórmula inequívoca de “is over que en inglés es categórica. No lo ha dicho en su corta intervención ante los periodistas en la Casa Blanca pero la razón es que el gobierno iraquí no ha querido otorgar a los contingentes que podían quedarse la inmunidad legal completa que Washington exige para sus soldados en ultramar.

Esto, a su vez, es un argumento y un artificio encontrado por el primer ministro iraquí, Nuri al-Maliki, con quien habló extensamente Obama ayer antes de hacer su anuncio. Maliki era personalmente favorable a que una fuerza residual potente -se ha hablado hasta de 30.000 soldados- permanecieran en el país como “instructores” después del fin de año, fecha prevista para la completa evacuación en el acuerdo que firmó Bush con Bagdad y Obama heredó.

Varios factores

El debate en el interior de la compleja coalición de gobierno que hay en Bagdad ha sido muy intenso y largo y la permanencia de tropas USA tenía partidarios porque se teme que, sobre todo en el Norte, en toro a Kirkuk, un polvorín, puedan estallar violencias que las solas fuerzas iraquíes de seguridad no podrán controlar.

Pero se oponen los soberanistas rigurosos, empezando por las corrientes shiíes más motivadas y de tradición anti-norteamericana, sobre todo la de Moqtada al-Sadr (“Ejército del Mahdi”) que, sencillamente, hizo saber que si los norteamericanos se quedaban él retiraría a los casi cuarenta diputados de su grupo del parlamento y provocaría el fin del gobierno. El primer ministro, pues, ha tenido que elegir entre lo malo y lo peor.

Obama ha debido ponderar el lado positivo de la decisión en términos electorales: él fue elegido, como firme opositor a la guerra, desde la promesa de que la concluiría. Y sabía de sobra que Washington podría esperar reveses como el presente por su invariable política de impedir que tribunales extranjeros juzguen a sus funcionarios, lo que, por ejemplo en Japón (incidentes en Okinawa) les ha costado un gran reproche popular. Y que explica la negativa rotunda de Washington a unirse al Tribunal Penal Internacional. Otro matiz, en fin, pero lateral y que no cabe aquí es aceptar o no la aatrevida afirmación del presidente en su comunicado según la cual los soldados vuelven “con la cabeza alta, seguros de su éxito”.