Una imagen del presidente italiano. / Archivo
Entrevista a 'la Repubblica'

La lógica de Berlusconi

La noticia conmovió ni a la opinión ni a los colegas del periodismo italiano

MADRID Actualizado: Guardar
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Contra lo que puede suponer un lector español, la noticia de que Silvio Berlusconi no será candidato en las legislativas de 2013 no conmovió ni a la opinión ni a los colegas del periodismo italiano: las ediciones digitales de los grandes medios, lo dieron con el tono de una confirmación de hecho de lo que parecía descontado.

Más emoción fuera que dentro y eso por varias razones, la principal de las cuales es que, en el registro popular, il Cavaliere (así llamado porque le da derecho al título una de sus condecoraciones) había sido amortizado en el escenario cronológico oficial y previsible: en 2013 cumplirá 77 años y aunque en buena forma, se le apremia en su círculo personal a que se ocupe en exclusiva de su fortuna (la segunda de Italia: la primera, en términos personales, es la del chocolatero Michele Ferrero) y sus volátiles negocios.

Debe atender también a sus vicisitudes personales en los juzgados (imputado por corrupción económica, soborno y sexo con menores, entre otras lindezas) y los calendarios son en este contexto, decisivos, de modo que podemos dar por seguro que la decisión ha contado con el habitual asesoramiento jurídico. Berlusconi es el líder político más blindado por abogados y procuradores en todo el mundo. Ha llegado, como es sabido, al extremo de aprovechar su mayoría parlamentaria para promover leyes en su favor, incluido el último intento de aplazar el pago de la indemnización a su competidor en los medios, CIR, en el llamado “caso Mondadori”.

La depresión económica

Habiendo ganado tres veces las elecciones (la primera en el ya lejano 1994 tras la fundación cuasi atlética de 'Forza Italia' devenida después 'Casa de las Libertades' y ahora 'Pueblo de las Libertades') y de presidir el gobierno desde el año citado (salvo el paréntesis del centro-izquierda de Romano Prodi y breves periodos de interinidad política), Berlusconi es un superviviente y, como tal, un especialista en calibrar si puede resistir y por cuanto tiempo.

Y es lo que ha hecho ahora, acosado por episodios que habrían sido meros incidentes de recorrido en otras circunstancias pero ahora son de manejo más difícil porque en el país ha sonado la hora de la verdad: Italia no está lejos, sobre el papel, de la bancarrota técnica, tiene una deuda pública casi inmanejable de un billón ochocientos treinta mil millones de euros y creciendo a un ritmo de casi dos puntos de porcentaje anuales. Todo esto ha sucedido, en gran parte, en su largo reinado al frente de gobierno.

Ni siquiera el mago Tremonti ha podido corregir esto y, por fin, el público, la calle, pide cuentas y encuentra al primer ministro, además de encantador, incompetente. Giulio Tremonti es un economista de gran reputación técnica, zar de la economía y las finanzas, intocable incluso para el primer ministro, que dice ahora que le tolera como puede, aunque sabe que “no es del equipo”. Por si faltaba algo para colorear más la crónica subida de tono que es la política en Italia, el mago Tremonti está en dificultades, acusado de utilizar dinero público para pagar un elevado alquiler en un piso particular y darse allí la buena vida privada.

El fin de una cierta época

Berlusconi anunció su decisión final de no concurrir en 2013 en una entrevista con 'La Repubblica', un diario muy crítico con su prestación como presidente del Consejo y su conducta personal y la dejó caer con naturalidad y dando, de paso, dos noticias más: a) el sucesor, porque todos estamos de acuerdo, será el ministro de Justicia, Angelino Alfano; b) dejaré el gobierno, no la política ni el partido y me dedicaré a potenciarlo a nivel nacional y europeo. Tampoco será candidato a la presidencia de la República, un puesto que no está hecho para mí, dijo. En efecto, la jefatura del Estado, arbitral, consensual y prudente y exquisitamente legal por definición, no parece hecha para 'il Cavaliere'.

Pero más allá de todo esto, de la normalidad casi rutinario con que hizo su anuncio, la decisión sonó a confirmación. Era inevitable incluso por el bien del partido (en fuerte caída en las encuestas) que, además, vive de prestado por la benevolencia política de la “Liga Norte”, muy potente en el Norte y que garantiza, contra concesiones de calado, incluyendo carteras clave, la supervivencia del gobierno. Su jefe, Umberto Bossi, sopesa hace tiempo la posibilidad de provocar elecciones adelantadas cuando le convenga y percibe al campo propiamente berlusconiano como un fardo crecientemente incómodo.

Si el presidente del gobierno consigue terminar la legislatura será un milagro, tal es el nivel de deterioro, muy acusado tras las severas derrotas oficialistas en los referéndums y las elecciones locales. Su baza es ahora doble: la crónica debilidad de la oposición de centro-izquierda, huérfana de un gran líder, y la situación económica, porque aún puede creerse que el severo plan de ajuste fiscal (por casi 50.000 millones de euros) presentado en el parlamento puede ser mejor aplicado y garantizado por la derecha. Sea como fuere y se produzca la renuncia final de Berlusconi cando se produzca, eso será el fin de una época…