‘Paddy’ con el uniforme de la policía militar alemana con el que secuestró en Creta al general Kreipe. / Archivo
DESTINOS

El mejor escritor del mundo de libros de viajes

El pasado 10 de junio falleció a los 96 años Patrick Leigh Fermor. La BBC trató de definirlo como una mezcla de James Bond, Graham Green e Indiana Jones.

MADRID Actualizado: Guardar
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El pasado viernes 10 de junio fallecía a los 96 años Patrick Leigh Fermor. La BBC lo intentó definir como una mezcla de James Bond, Graham Green e Indiana Jones. Con todos ellos tuvo puntos de contacto, pero su personalidad fue mucho más rica y variopinta. De la estirpe de Lawrence de Arabia, aunque sin sus tribulaciones tormentosas, o de Lord Byron, con quien también compartió cruzar a nado el Helesponto, la última vez a los 70 años, Leigh Fermor tuvo un vida envidiable en la que se mezclaron su pasión por la Literatura, el Arte o la Historia, una curiosidad insaciable y unas experiencias más propias de la ficción que de la realidad.

Hijo de un prestigioso geólogo y una madre culta y refinada que le inculcó el gusto por la Literatura y el Arte, Paddy , como le llamaban sus allegados, tuvo una infancia feliz aunque algo asilvestrada en Inglaterra, lejos de sus padres destinados en la India. Estudiante problemático, tras varios tumbos en distintas instituciones académicas fue expulsado de un colegio para niños difíciles por hacer manitas con la hija de un tendero. Autodidacta, políglota y gran conocedor ya de la cultura clásica grecolatina, a los 18 años, en 1933, decidió cruzar Europa desde Holanda hasta Constantinopla como un adelantado mochilero. Mucho después de ese viaje, reflejaría la experiencia en dos libros magníficos, 'El tiempo de los regalos' y 'Entre los bosques y el agua'. En su escritura aparece la Europa que estaba a punto de ser arrasada por la Segunda Guerra Mundial. A lo largo de la caminata y durmiendo al raso o en establos, pero también en castillos y palacios de cuentos de hadas, aparecen húsares, cíngaros, cultos aristócratas y ejemplo vivos por poco tiempo de una docena de civilizaciones bajo los inicios de la terrible apocalipsis del nazismo.

Ya en Grecia se enamoró del país y de Balasa Cantacuzène, una noble rumana, descendiente del último Emperador de Bizancio. En Macedonia arranca su vida de hombre de acción. Durante el golpe de estado de Venizelos, participa en una carga de caballería sin uniforme, sin sable, ni carabina. Como confesó más tarde, simplemente "porque quería ver aquello".

Personaje cinematográfico

Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial fue asignado al cuerpo de inteligencia y, gracias a su conocimientos del idioma, es enviado a Grecia. Durante la ocupación alemana fue uno de los pocos oficiales encargados de organizar la resistencia contra los nazis en Creta, uno de los escenarios más sangrientos y despiadados de la ocupación. Disfrazado de pastor, enturbantado, con botas y faja negras, daga de plata y marfil, blanco manto de piel de cabra y cubierto de mugre, pasa dos años en las montañas. En una de sus misiones y con un uniforme de cabo alemán lideró al grupo guerrillero que secuestró al comandante de la isla, el general Kreipe. En uno de los altos de la huida y al contemplar el monte Ida, la cuna de Zeús, el militar alemán se arrancó a recitar la primera frase de la oda de Horacio 'Ad Thaliarchum'. Para sorpresa de Kreipe, Leigh Fermor siguió en latín con el resto del poema. La peripecia bélica fue llevada al cine con 'Ill met moonlight' (1950) dirigida por Michael Powell y Dirk Bogarde en el papel de Leigh Fermor. La educación y la cultura tendieron puentes entre el británico y el alemán y 20 años más tarde la televisión griega los volvió a reunir en un programa en el que departieron amistosamente y luego fueron a una taberna, donde con amigos cretenses, cantaron viejas canciones.

Su primer libro apareció en 1950, 'The Traveller's Tree' sobre sus visitas a distintos lugares del Caribe tras la guerra. Aunque le fastidiaba el apelativo de escritor de viajes, lo cierto es que en sus nueve libros, incluida su novela 'Los violines de Saint Jacques', el viaje está en el centro de todos ellos. También quizá sea excesivo el título que encabeza estas líneas, ya que todas las comparaciones son odiosas y más en literatura, pero lo que sí es cierto es que para una gran mayoría Leigh Fermor es ya uno de los grandes prosistas en lengua inglesa.

Recordarle ahora tras su fallecimiento, es también un ejercicio de nostalgia hacia un mundo rico y seductor que desapareció pero del que somos herederos y de un humanismo elegante, inteligente y refinado que también ha ido sucumbiendo en beneficio de lo masivo, lo crematístico y lo inmediato. Una cultura de usar y tirar ajena a un puñado de libros primorosamente escritos, con un fondo histórico, humano y cultural casi inagotable.