opinión

Los nuevos cirineos

Es un tipo corriente que pasaba por allí cuando la economía iba camino de su patíbulo

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Si esta crisis económica está diseñada por alguien (en el caso de que detrás de estos malos resultados y sobresaltos estuviera la mano del hombre), habría que distinguir a ese sujeto con el premio a la mejor montaña rusa. Cuando terminamos de leer un titular que habla del aumento de la morosidad nos llega otra noticia de subida de la deuda soberana. Y así hasta completar unas curvas económicas que no las supera ni Fernando Alonso con la suspensión de un Fórmula-1.

Y cada mal dato que viene a aniquilar al anterior es un palo en las costillas del contribuyente medio que no tiene forma de escapar de la presión fiscal o que carece de recursos para hacer frente a las subidas de los precios. Por lo tanto igual no desapareció aquella ciudad situada entre Egipto y la Tripolitania llamada Cirene (una de las más importantes colonias griegas en la región cuyas ruinas quedan en el interior de la actual y belicosa Libia). Cirineos somos todos, como aquel llamado Simón, que se dirigía el viernes al templo y que fue reclutado por el jefe romano del pelotón que conducía a Jesús al Gólgota. Simón había oído hablar de Jesús vagamente pero ni le seguía, ni tenía intención de ir contra el orden establecido de Roma, ni ambicionaba pasar a la historia. Era un tipo de 50 años, con aspecto fornido que pasaba por allí, un peregrino más camino de la fiesta de Pascua pero se tropezó con la Historia y con la mirada del centurión Longino.

Aquí, en este valle de lágrimas que hemos construido entre todos con la inestimable ayuda de los Madoff, Lehman Brother’s y resto de la cuadrilla de José María ‘El Tempranillo’, nos ha tocado el papel de cirineos de la economía urgente. No hay mala noticia a la que no tengamos que acudir en rescate, ya sea para reflotar bancos en apuros o cajas que los políticos se han distribuido con alegría y ahora quieren endosárnoslas con igual entusiasmo. El moderno cirineo se le reconoce no por llevar una cruz de madera sino cuando pone gasolina al coche (esta Semana Santa un 20% más cara que la anterior), o cuando le deniegan un crédito para su pequeña empresa, o cuando tiene que recortar su expectativas de beneficio. Al moderno cirineo le han enganchado por la solapa y no se escapa del poder de Roma, que en este caso se manifiesta como las decisiones que se adoptan en el Fondo Monetario Internacional, o en el Ministerio de Trabajo de Valeriano Gómez. Aquel Simón estaba solo pero el nuevo cirineo español se integra en una multitud que batalla con las dificultades, y se desespera ante los latigazos que nos dan las malas noticias económicas. No es un santo, es un tipo corriente que pasaba por allí cuándo la economía iba camino de su propio patíbulo.