Qué plan

Ruta Vázquez Díaz: el cubismo según las minas de Riotinto

Un viaje por la vida y obra del pintor onubense en el que recogemos parte de su legado, visitando los templos y pinacotecas donde están la mayor parte de sus cuadros

Fragmento de los frescos de La Rábida donde las naves parten hacia el Nuevo Mundo ABC

Luis Ybarra Ramírez

Discípulo aventajado de los trazos de Gonzalo Bilbao, pieza angular de la pintura española de la primera mitad del siglo XX, vanguardista que adoptó las nuevas corrientes con el realismo para el que también estuvo capacitado, onubense universal, cubista, captor de esencias toreras, de paisajes y retratos. Marzo termina de alargar sus noches y el día 17 de este mes se cumplen cincuenta y un años de la muerte de Vázquez Díaz .

Es, por tanto, momento para recordar. Para echar la vista atrás y empaparnos de una obra que vive entre templos y museos. De su alto vuelo, que lo llevó a las grandes plazas, donde ha permanecido desde entonces. La bandera pictórica de Huelva tiene por nombre Daniel y se presenta en un sinfín de pinceladas con las que disfrutarlo.

Nació en la aldea de Riotinto, la actual Nerva , en el año 1882, junto a la escarcha de enero que por las mañanas muerde allí el campo. Estudió en Sevilla, donde cayó a los pies de los marcos de El Greco y Zurbarán. Aprendió copiando a los genios desde una silla en las pinacotecas más destacadas del país, como El Prado madrileño. Viajó a París y a su vuelta se trajo en la maleta un ramillete de ideas absolutamente modernas . Era un joven con el ombligo del mundo entre sus palmas. Amigo de Federico García Lorca, Azorín, Unamuno y, sobre todo, de Juan Ramón Jiménez, al que inmortalizó en su último retrato. Hombre con la pechera manchada de óleo y cultura que a fuerza de talento se convirtió en protagonista de su tiempo. Título que en estos párrafos le reconocemos.

Su obra

Una parte importante de su legado reside en manos privadas. Otra, por suerte, se encuentra expuesta para todo el público. Su cumbre está en el monasterio de La Rábida , en Palos de la Frontera, donde trabajó entre 1928 y 1930 en los frescos que aluden al descubrimiento de América . Cristóbal Colón, antes de comenzar su hazaña, se refugió en este cenobio del siglo XV junto a dos monjes franciscanos.

El sol grita sobre la fachada de cal blanca al mediodía y un hermoso patio mudéjar nos recibe en el interior. Entre sus muros, Vázquez Díaz dejó su particular visión del acontecimiento que en alguna medida también se fraguó aquí. El estudio de la forma que realizó en los cuerpos y los rostros de marineros, frailes, intelectuales y otros personajes de la época, como el propio Colón, es lo más señalado de este conjunto artístico.

En Nerva, el Museo Vázquez Díaz tiene la misión de preservar su nombre. El centro cuenta con piezas de otros artistas en los diferentes espacios, centrándose en el arte contemporáneo. Alberga más de veinte cuadros de su mentor, entre ellos un bodegón, varios carboncillos y muchos óleos, como el «Paisaje de Fuenterrabía». La influencia de Cézanne en el uso de la geometría para componer figuras se evidencia durante la visita.

En los museos del resto de Andalucía sus lienzos se multiplican. En el provincial de Huelva , nos topamos con algunos de sus dibujos tempranos, temáticas taurinas y reflexiones sobre la maternidad . Entornos vascos y locales se suceden como fotogramas en sus líneas más certeras, entre las que también aparece el ya mencionado retrato postrero al autor de «Platero y yo» y un maduro «Desnudo en la ventana».

En el Bellas Artes de Sevilla, «El niño y la higuera» queda como una curiosidad a color, pues fue este el primero que vendió cuando tan solo tenía 16 años de edad. El inicio de algo enorme. Otro de los que se exhibe permanentemente es el del matador Juan Centeno junto a su cuadrilla , ya en el estilo cubista. La entidad lo ha catalogado en su página web como una de las singularidades que sugiere ver.

Los museos de Bellas Artes de Córdoba, Granada y Jaén, entre otros, también tienen en su poder ejemplares que llevan su firma. Además del Museo de Arte Contemporáneo de Madrid , en el que se guardan telas con pinares y balcones de un azul límpido que al parecer fueron esbozados desde la azotea de su casa. A la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, por último, tampoco le es ajena la obra de este pintor cuyo patrimonio se reparte por toda la geografía española.

Solo muere lo que se olvida. Por eso Vázquez Díaz, en definitiva, un poderoso retratista y paisajista que filtró lo que sucedía en Europa por sus ojos siempre sensibles , no es un resquicio de memoria encerrado en cuatro paredes. En su paleta siguen dialogando hoy los detalles más inocuos con quienes los contemplan con detenimiento. Gestos y muecas, capotes de brega y lágrimas, pechos y ríos, biografías clavadas en un instante, barcos, niños, confines, poetas. Su pintura congela y por ende perpetúa. Lo contrario al olvido. Sinónimo de que este marzo lo vamos a rememorar.

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