El palacio que no se podía sobrevolar y otros nueve lugares impresionantes del Tíbet

De los templos a las montañas, un recorrido inolvidable por una región llena de espiritualidad

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

12345678910
  1. Palacio de Potala

    El Potala dese el monasterio de Jokhang
    El Potala dese el monasterio de Jokhang - PILAR ARCOS

    En los primeros 9 meses de 2016, 21 millones de turistas visitaron el Tíbet, con lo que se convierte en una de las provincias más solicitadas de China. La previsión es que en 2020 se llegue a 30 millones.

    Palacio de Potala

    Es la imagen por antonomasia del Tíbet, su símbolo. Erguido en sus trece pisos, con una altura de 120 metros construidos (214 si se cuenta la montaña que le sirve de basamento) el Potala domina la ciudad de Lhasa, capital del Tíbet.

    Dicen que cuando el actual Dalai Lama viajó a Pekín en 1954, el avión militar sobrevoló el Potala. Hasta entonces ningún ser humano había contemplado el palacio desde las alturas. Había sido edificado expresamente sobre la montaña para que nadie pudiera hacerlo.

    Símbolo del budismo tibetano, fue residencia de los dalais y sede de las oficinas del gobierno. Hoy es un museo visitable. Sus más de mil habitaciones y diez mil capillas, que guardan las tumbas de ocho dalais lamas, constituyen un magnífico conjunto arquitectónico que en 1994 fue elegido por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.

    En realidad se trata de dos palacios superpuestos, el Blanco y el Rojo, ambos del siglo XVII.

  2. Castillo de Yumbulagang

    Castillo de Yumbulagang
    Castillo de Yumbulagang - PILAR ARCOS

    Es el primer palacio construido en el Tíbet (siglo II a.C.). Se yergue sobre una colina rocosa en el valle del río Yarlung Tsangpo (Purificador, más conocido con el nombre hindú de Bramaputra).

    Se convirtió en el palacio del rey Songtsen Gampo y la princesa Wencheng antes de que Songtsen Gampo trasladara la capital. Más tarde se transformó en un monasterio budista de la escuela Gelugpa (Bonetes Amarillos) durante la época del quinto Dalai Lama.

    Hoy se visita tras realizar la ascensión por un empinado camino andando o a lomos de mula.

  3. Residencia de Norbulingka

    Residencia de Norbulingka
    Residencia de Norbulingka - PILAR ARCOS

    Norbulingka significa en tibetano «La joya del parque». Fue construido por Kelsang Gyatso, el 7º Dalái Lama, en 1755.

    A finales de los años 40 del siglo XX el Gobierno británico regaló un automóvil al Dalai Lama, era el primero que entraba en el Tíbet y solo pudo recorrer los dos kilómetros (no había más carreteras) que separan el Palacio del Potala del de Norbulingka, edificio situado en la parte baja de Lhasa, donde hace menos frío.

    También en su recinto se construyó la primera sala de cine del Tíbet para que el dalai y sus más próximos vieran películas occidentales.

    En el año 2001, la Unesco inscribió el Norbulingka en la lista del Patrimonio de la Humanidad como parte del Conjunto histórico del palacio de Potala.

    Sus jardines son muy frecuentados por los visitantes que celebran en ellos meriendas y asisten a espectáculos y festivales.

  4. Templo de Jokhang

    Templo de Jokhang
    Templo de Jokhang - PILAR ARCOS

    El monasterio de Jokhang (Casa de Dios en tibetano), fue construido en el s. VII, está situado en el centro antiguo de Lhasa (barrio de Barkhor), y es la «gompa» (monasterio-convento-universidad) más venerada del Tíbet. Para intentar entenderlo, algunos occidentales lo llaman «la catedral de Lhasa».

    Sus proporciones no son tan majestuosas como las del Potala, pero la religiosidad, el fervor de los miles de peregrinos que lo visitan cada día, es algo que le confiere un carácter muy especial.

    En el interior, en una capilla apenas iluminada, con un suelo pringoso y resbaladizo por culpa de los goterones que sueltan las lamparillas de ghee (mantequilla de leche de yak), se venera la imagen de Jowo Sakyamuni, un enigmático Buda traído hace catorce siglos por una princesa china obligada a casarse con un rey tibetano por motivos de Estado.

    Poder contemplar la estatua es algo así como abrazar al Santo Compostelano o dar vueltas en torno a la Kaaba. Los peregrinos forman una larga fila cuyo origen es imposible de adivinar. Sus cuchicheos se mezclan con las monótonas salmodias de los lamas y con el rumor de los pies que se arrastran por el suelo de losas desgastadas y brillantes.

  5. Lago de Yamdrok

    Pastor de yaks en el lago de Yamdrok
    Pastor de yaks en el lago de Yamdrok - PILAR ARCOS

    Yamdrok es uno de los cuatro lagos sagrados del Tíbet y el de mayor extensión (638 km², más de 72 km de largo y profundidad desconocida). Los tibetanos creen que en todas las montañas y en todos los lagos habitan dioses, por lo que son sagrados.

    Sus aguas se congelan durante buena parte del año y casi siempre se encuentra entre brumas, como en esta imagen en la que aparece también un pastor con su yak enjaezado en espera de turistas.

    Una de sus múltiples leyendas asegura que es en realidad la transformación de una diosa que dio origen al Tíbet y que si alguna vez se secara, el Tíbet desaparecería.

    Se encuentra a unos 100 km. de Lhasa.

  6. Monasterio de Samye

    Monasterio de Samye
    Monasterio de Samye - PILAR ARCOS

    El templo de los templos, el más antiguo, el más misterioso. Samye en tibetano significa «Inimaginable». ¡Todo un vaticinio!

    Se encuentra junto al río Yarlung Tsangpo (Purificador), más conocido con el nombre hindú de Bramaputra. Es un conjunto de edificios colocados con la precisión de un mandala (representación concéntrica de las fuerzas del universo) y sus muros rezuman misterio.

    Como ya advirtiera Alexandra David-Néel hace casi cien años: «Obra de un mago, Samye está impregnado de brujería por todas partes». Y de entre todos sus misterios, el de la capilla Ugs Khang, «Del Aliento Vital», es el más impresionante. Dice la tradición que en ella habitan unas terribles diablesas con cabeza aleonada, arpías que ingieren el último suspiro de los humanos y que sólo son vistas por los que están a punto de morir.

  7. Banderas de oraciones

    Banderas de oración
    Banderas de oración - PILAR ARCOS

    No hay un lugar concreto para visitarlas. Las banderas de oración llamadas «lung ta», literalmente «caballos del viento», se encuentran por todas partes en el Tíbet. Junto a templos y monasterios, en las encrucijadas de caminos, sobre montículos de piedras...

    Son una especie de pañuelos de cinco colores en las que hay estampados dibujos budistas y oraciones. El color azul simboliza el cielo; el blanco, el agua; el rojo, el fuego; el verde el aire; y el amarillo, la tierra.

    La creencia es que cada vez que el viento las ondea, las oraciones en ellas inscritas suben hacia el cielo.

  8. Monasterio de Sera

    «Controversias teológicas» en el Monasterio de Sera
    «Controversias teológicas» en el Monasterio de Sera - PILAR ARCOS

    Antes de salir de Lhasa conviene acercarse al monasterio de Sera, el segundo más importante del Tíbet, que se encuentra en las afueras de la capital. Fundado en el siglo XV por un discípulo de Tsong Khapa, de entre sus muchos atractivos cabe destacar el patio del noviciado donde todas las tardes se celebran las «controversias teológicas» públicas, unos debates en los que los futuros monjes discuten apasionadamente sobre las enseñanzas de los 108 libros canónicos budistas.

    Sentados en pequeños corros, uno de los aprendices de monje se levanta por turno, elige a un compañero y le lanza una pregunta con tono desafiante al tiempo que da una fuerte palmada en el aire para subrayar su reto. El aludido trata de responder. Si no sabe la contestación sonríe un poco avergonzado.

    Las preguntas tratan de asuntos de teología. Por ejemplo: «¿Cuántos son los símbolos auspiciosos?» La respuesta es «Ocho». Algo así como si un novicio católico le preguntase a un compañero: «¿Cuántos son los pecados capitales?» Podrían discutir si son siete u ocho.

  9. Lhasa

    La moderna ciudad de Lhasa desde el Potala
    La moderna ciudad de Lhasa desde el Potala - PILAR ARCOS

    La capital del Tíbet es un ejemplo de lo mucho que han cambiado las ciudades chinas en los últimos 30 años. Antes, llegar a Lhasa era una pequeña odisea. Hoy los servicios turísticos la ponen al alcance de cualquiera. En 1985 sólo había un hotel homologable a los del extranjero y la mayoría de los viajeros no teníamos más remedio que alojarnos en fondas de tipo tibetano. Hoy abundan las cadenas internacionales de cinco estrellas.

    Entonces, en toda la ciudad no había más de 400 tiendas. Hoy existen más de 10.000 negocios privados de todo tipo, en los que podemos encontrar desde telefonía móvil y drones a buen precio, hasta bazares «todo a cien».

    Las calles eran barrizales insalubres. Y hoy la avenida Dekyi Shar no tiene nada que envidiar en modernidad a las de cualquier capital provincial de China.

  10. El tren

    El tren que une Pekín con Lhasa
    El tren que une Pekín con Lhasa - PILAR ARCOS

    El tren que llega a Lhasa no es un tren cualquiera. Hace años solo se podía llegar al Tíbet en avión (el aeropuerto está a 62 km. de la ciudad) o por las intrincadas carreteras de los Himalayas. Esto cambió drásticamente en 2006 cuando se inauguró la línea de ferrocarril de 4.064 kilómetros que une Pekín con Lhasa en unas 48 horas

    Es la línea férrea más alta del mundo con 960 kilómetros a más de 4.000 metros de altura, llegando alcanzar en algunos tramos los 5.072 metros. Por ello, los vagones tienen que ir cerrados herméticamente para poderlos presurizar. En este sentido, parecen aviones sin alas.

    Forma parte de la política de Pekín de promover el desarrollo de la mitad occidental del país (región en la que se encuentra el Tíbet) a través de la inversión en infraestructuras, para reducir la brecha económica que diferencia el interior del país de las ciudades más desarrolladas.

Ver los comentarios