Asís G. Ayerbe
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«Santa Teresa habría tenido que pagar hoy a corruptos para fundar conventos»

La última novela de Juan Manuel de Prada, «El castillo de diamante», fabula sobre la «relación borrascosa» entre la santa y la princesa de Éboli

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El próximo jueves, 15 de octubre, se celebra la fiesta conmemorativa del V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa de Jesús, y este año también se cumple el 475º aniversario del nacimiento de Ana de Mendoza, más conocida como la princesa de Éboli. El escritor Juan Manuel de Prada fabula en su última novela, «El castillo de diamante» (Espasa), sobre la «relación borrascosa», como él mismo afirma, que existió entre estas dos mujeres tan poderosas en el siglo XVI, debido a la «admiración envidiosa» que la noble sentía por la religiosa.

—«El castillo de diamante» es como Santa Teresa llamaba al alma. ¿Por qué ha elegido este título para su novela? ¿Tiene algún otro significado?

—Santa Teresa se refiere en «Las moradas» al alma como un castillo de diamante y, de alguna manera, la novela trata sobre el asedio a ese castillo de diamante.

La princesa de Éboli quiere conquistar a Santa Teresa, al igual que un ejército quiere conquistar una fortaleza, por lo que aludo a la relación borrascosa que tuvieron las dos protagonistas. Y, por otro lado, el título hace referencia también a la condición del alma de las dos mujeres, que son casi de diamante, en el sentido de que son irrompibles, ya que ninguna de las dos cede en el enfrentamiento que tienen.

—¿Se podría considerar a Santa Teresa y Ana de Mendoza mujeres adelantadas a su tiempo?

—No, esta es una acuñación que parte de la idea un poco absurda de pensar que nuestro tiempo es mejor y hubiese dado más posibilidades a estas mujeres. Esta idea hace pensar que la única genialidad posible de un ser humano, sobre todo si es del sexo femenino, consiste en hacer avanzar hacia la modernidad como nosotros la entendemos. Santa Teresa y Ana de Mendoza son mujeres de su tiempo y, gracias a eso, pudieron hacer lo que hicieron.

—¿Qué habría sido de mujeres como ellas en la actualidad?

—En nuestro tiempo mujeres como Santa Teresa o Ana de Mendoza no habrían tenido nada que hacer. Una mujer como Ana de Mendoza, para poder triunfar en política, tendría que haberse sometido a las directrices de un partido político y se habría convertido en un loro que repite todo, diciendo las mamarrachadas que le marcan desde la dirección, sin la independencia de criterio ni la iniciativa que tuvo en el siglo XVI. Y, por lo que se refiere a Santa Teresa, sus visiones místicas hoy habrían sido consideradas alucinaciones y le habrían metido en el manicomio o, en el mejor de los casos, le habrían dado un tratamiento con pastillas que la dejarían grogui. Además, no habría podido fundar ningún convento, porque habría tenido que pagar comisiones a los concejales corruptos de los ayuntamientos.

—¿Qué importancia tiene Santa Teresa para Toledo y la región?

—Santa Teresa fundó varios conventos en lo que hoy es Castilla-La Mancha, y Toledo fue fundamental en su vida después de Ávila. En Toledo pasó medio año viviendo en casa de doña Luisa de la Cerda, prima de la princesa Éboli, y durante ese tiempo esboza lo que fue la reforma carmelita, con visitas importantísimas como la de su mentor, fray Pedro de Alcántara. También fue esencial la fundación heroica o casi milagrosa del convento en Toledo, para lo cual tuvo muchos problemas, entre otras cosas porque no había arzobispo en la ciudad, ya que Carranza se encontraba encarcelado en Roma por un proceso inquisitorial.

—¿Qué suponía en esa época abrir tantos conventos?

—Esto hay que entenderlo dentro de la obra del Concilio de Trento, impulsada por la monarquía hispánica, donde la Iglesia se dio cuenta que tenía que renovarse para contener la Reforma protestante. De este modo, la jerarquía eclesiástica tuvo que renunciar a ciertas pompas y vanidades que habían ido gangrenando sus estructuras. Felipe II lo tiene claro y se da cuenta de ello, además de que lo utiliza como instrumento político para frenar las injerencias del papado. Por eso, promueve cambios en las órdenes religiosas y la creación de otras nuevas, como la Compañía de Jesús.

—¿Cuál es el origen de la relación tempestuosa entre Santa Teresa y la princesa de Éboli?

—No lo sabemos. Yo lo fabulo en mi novela, pero es bastante verosímil. Santa Teresa estuvo en Toledo seis meses consolando a Luisa de la Cerda después de quedarse viuda, y no es disparatado pensar que la princesa de Éboli fuera a visitar a su prima en ese tiempo. En mi novela fantaseo con la posibilidad de que así fuese y ya desde entonces empezaran a chocar sus caracteres. Así, reflejo que Ana de Mendoza tenía una admiración envidiosa hacia Santa Teresa, que nacía de la no posibilidad de tener las mismas inquietudes espirituales y visiones que tenía la santa.

—Hay vicios y costumbres del siglo XVI que se mantienen hasta ahora y que llegan tanto a la Iglesia como a la política. ¿Cree que la religión debería estar separada de la política?

—Sin duda. El poder político siempre ha querido aprovecharse del poder religioso porque sabe que la gente tiene fe y la fe mueve montañas. Por lo tanto, si consigues influir en los creyentes tienes un gran camino recorrido. La Iglesia tiene mucho poder sobre las almas y el poder político siempre ha tratado de imponerse sobre ella y manejarla a su antojo, y a veces comprarla mediante privilegios o ayudas. No obstante, la Iglesia también ha tenido que apoyarse en los políticos para conseguir sus fines. El problema viene cuando la Iglesia se dedica a halagar a los poderosos en la búsqueda de esa ayuda para desenvolverse en el mundo que la rodea, en lugar de proclamar el Evangelio, que es su labor. En este sentido, Santa Teresa es un buen ejemplo de lo que debería ser la Iglesia.

—En la novela hay humor, rasgos de la novela picaresca y del esperpento. ¿Cree que estos recursos literarios son el reflejo de la cultura y de la sociedad española?

—Este estilo literario es el más característico de lo que es España. Cuando comencé a escribir esta novela, me plantee que tenía tener mucho sentido del humor, ya que Santa Teresa contaminaba de humor todo. Entonces, consideré que el mejor modo de rendir homenaje a nuestra literatura era a través de estos géneros literarios que han caracterizado el humor español, entre ellos la novela picaresca, el esperpento y sobre todo El Quijote.

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