ALFILERITOS

Los cien jamones

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Hace algunos años, qué tiempos aquellos, un confidente me dio a conocer que cierto director general de una entidad de ahorro había recibido en temporada navideña la friolera de más de cien jamones, por supuesto, «patas negras», como obsequio por los servicios prestados a quienes se rascaban los bolsillos para ofrecerle estos homenajes. Eran tantas las extremidades del cerdo donadas que el susodicho director había llegado a un acuerdo con un establecimiento de charcutería para que parte de estos jamones se vendieran al público, repartiéndose los beneficios económicos al no poder consumir la totalidad de las exquisiteces gastronómicas.

También, y volvemos al pasado, sentándose uno en cualquier banco de la plaza de Zocodover podía observar, días antes de la Nochebuena, como cestas y más cestas de Navidad cargadas de productos atractivos para los paladares desfilaban por la puerta principal del Gobierno civil, con destinos a los despachos principales de la emblemática edificiación.

Las cosas eran así, y por aquel entonces las cajas de mazapán y las botellas de esencia escocesa significaban el detalle de agradecimiento por una parte de los ciudadanos que se suponían debían corresponder con los posibles favores obtenidos.

Pero todo cambia y estamos en período de mirar con lupa lo que pueda dar a entender algún signo de devolver patrocinios y, por ello, las órdenes son exigentes desde todos los detalles políticos con influencia, ¡de regalos, nada! Que se desvuelvan de inmediato todos estos detalles de agradecuimiento y, por favor, que el ordenanza de puerta se apresure a censurar con la mejor sonrisa a todo portador de estas dádivas para que las retiren de inmediato.

Nunca se sabe lo que puede ocurrir si cualquier curioso o enemigo ideológico le disese por tirar del hilo de unas cajas de mazapán o de la tarjeta de presentación adjunta a unas botellas de Vega Sicilia, porque el ambiente de la corrupción está que arde y cualquier desliz de una prebenda no deseada acabaría con el cargo institucional a la mínima de cambio. Y es que los tiempos permutan posiblemente a mejor, y al director de la entidad de ahorro del pasado no le quedaría más remedio que comerse los cien jamones, uno a uno, aunque acabaran con su estilizada figura.

Ver los comentarios