Santiago Martín

Totalitarismos en lucha

El secularismo laicista y ateo y el islam radical son nuestros enemigos. No solo los enemigos de la Iglesia, sino los enemigos de la humanidad

Santiago Martín
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El cardenal Osoro, durante unas jornadas de estudio sobre la religión, ha criticado el «secularismo que pretende expulsar lo religioso de la sociedad», al cual ha calificado de totalitarismo. Lo ha contrapuesto al nacionalcatolicismo de antaño, aunque quizá lo podría haber contrapuesto al otro totalitarismo, el islamista, que es mucho más actual.

Es lo que hizo el Papa emérito hace unas semanas, en un mensaje dirigido a un simposio que se celebraba en Polonia sobre su concepción del Estado. Afirmaba Benedicto XVI que «la contraposición entre las concepciones de un Estado radicalmente ateo y el surgir de un Estado radicalmente religioso en los movimientos islamistas, conduce en nuestro tiempo a una situación explosiva, cuyas consecuencias sentimos cada día».

Y añadía: «Estos radicalismos exigen urgentemente que nosotros desarrollemos una concepción de Estado que convenza, que soporte el enfrentarse con estos desafíos y pueda superarlos».

El nacionalcatolicismo es agua pasada que no mueve molino. Hoy los totalitarismos son el secularismo laicista y ateo y el islam radical. Estos son nuestros enemigos. No solo los enemigos de la Iglesia, sino los enemigos de la humanidad, porque su modelo de hombre no es auténticamente humano. Nos toca estar en medio de ambos totalitarismos, sufriendo el acoso del uno y del otro. Para algunos, el más mortífero es el islamista, pero para la mayoría el que más daño hace, porque le tenemos más cerca, es el laicista. La ridícula pretensión de expropiar las catedrales -como la de Córdoba o la de Zaragoza-, es una muestra más de hasta dónde están dispuestos a llegar en su sinrazón, en su odio.

Nuestra misión, como decía el Papa emérito, es resistir sin desanimarnos -llegando incluso al martirio- y, a la vez, desarrollar una concepción de Estado laico pero no laicista, respetuoso con el hecho religioso pero sin caer en la imposición de ningún tipo de «sharia» que, como decía el cardenal Osoro, confunda la Iglesia con el Estado. Mientras ambos nos persiguen, pensemos en un mundo futuro mejor. A ellos, sus excesos les harán caer como ha pasado siempre y entonces habrá llegado, de nuevo, nuestra hora. Ya sucedió cuando se hundió el Imperio romano y volverá a pasar. San Benito y San Francisco de Asís son buenos ejemplos para saber cómo comportarnos.

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