El país de los bares pandémicos: crónica de 22 meses a medio gas

La hostelería echó el cierre a la par que el resto de sectores y fue de los últimos en reabrir, así que tras más de una apretura, cada local ha echado cuentas. Aún hoy, junto al ocio nocturno sigue estando en el punto de mira de las restricciones y los propietarios temen que recaiga ahora sobre ellos la lucha contra Ómicron

La barra ha sido el objeto de mira de las restricciones anti-Covid, pero los bares como el Saemi, en Madrid, viven de ella JOSÉ RAMÓN LADRA / VÍDEO: ABC

Nieves Mira , Miquel Vera , Montse Serrador y Miriam Villamediana

La hostelería echó el cierre a la par que el resto de sectores y fue de los últimos en reabrir, así que tras más de una apretura, cada local ha echado cuentas. Aún hoy, junto al ocio nocturno sigue estando en el punto de mira de las restricciones y los propietarios temen que recaiga ahora sobre ellos la lucha contra Ómicron.

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Erika Chiriboga, en la cafetería Saemi de Madrid JOSÉ RAMÓN LADRA

«La gente aún tiene respeto a sentarse en la barra, pero sobrevivimos gracias a ella»

El de la familia Chiriboga es un bar de los de barrio. En pleno Marqués de Vadillo, en Madrid, llevan detrás de la barra de la cafetería Saemi algo más de siete años, y quien traspasa sus puertas conoce el nombre de los que están dentro. Quizá por eso, cuenta Erika, hija mayor de la dueña del negocio, cuando se decretó el estado de alarma hace ahora 21 meses y medio, en quien primero pensaron fue en los vecinos y familiares, para repartir el género de su despensa y también las bebidas que tenían fecha de caducidad próxima.

Ahora, los dueños de este negocio echan la vista atrás y corroboran que aún no han podido recuperar la normalidad, o al menos, algo parecido a lo que tenían a principios de 2020. Los meses del cierre «fueron muy, muy duros», rememora Erika, que hasta finales de abril no recibió el ingreso del ERTE o expediente de regulación temporal de empleo. Menos suerte tuvo la empleada que tenían entonces, que no lo percibió hasta mediados de año. Su madre, recuerda ahora, vivió semanas de auténtica angustia pensando cómo pagar las facturas, que no dejaban de aumentar, cuando todo estaba parado afuera. «El dueño del local medió para facilitarnos el pago del alquiler, pero el resto hubo que afrontarlo igual», añade la joven hija de los Chiriboga.

En el verano de 2020 y con la famosa desescalada hacia la ‘nueva normalidad’ fueron recuperándose los aforos y, poco a poco, llegó el fin de la prohibición que más les afectaba, la de consumir en barra. «La gente aún tiene respeto a sentarse en la barra. Pero somos un bar que vive de ella casi al 100%, y aunque pusimos mesas altas, con cuatro se nos llenaba el local, pese a estar lejos del aforo permitido» en ese momento, explica.

De momento, la Comunidad de Madrid es una de las que menos medidas ha tomado en relación a la hostelería, aunque cuando Erika se fija en lo que están haciendo otras autonomías, no puede dejar de pensar en cómo les afectaría volver a pasar por lo mismo. «Después de las discotecas, los bares somos quienes estamos en el punto de mira», reconoce. En Madrid, muchos bares han sobrevivido gracias a las terrazas, aunque en su caso no llegó a tiempo la licencia extraordinaria que otorgaba la ciudad, y sus dos mesas altas a la entrada se han convertido en la resistencia, al virus y también al frío.

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Enric Suárez, al frente del restaurante Can Majó de la Barceloneta PEP DALMAU

«Este año ha sido un horror si se nos compara con otras comunidades autónomas»

Enric Suárez está desde hace años al frente del restaurante Can Majó de la playa de la Barceloneta que abrieron sus padres Enrique y María hace más de cincuenta años. En su caso, cierra el año con una quincena de empleados, menos de la mitad de los que tuvo a su cargo en los momentos más esplendorosos de este local especializado en arroz, marisco y pescado. «Este año 2021 ha sido mucho mejor que el pasado, aunque ha sido un año duro y complicado», destaca el hostelero. «Lo que más pavor nos daba eran los cierres, que hacían inviable e insostenible mantener el restaurante a flote», reconoce.

El año que se acaba de despedir ha sido un angustioso calvario de ERTE, cierres y aperturas, horarios reducidos, aforos limitados (que han vuelto esta Navidad a Barcelona) y ayudas que tardaban en llegar. «En Cataluña la verdad es que ha sido un horror si se compara con las otras comunidades. Te puedes equivocar la primera vez, pero la segunda ya es de juzgado de guardia», señala este empresario antes de recordar que los bares y restaurantes han sufrido algunas de las medidas más duras durante toda la pandemia. «No siempre han sido bien meditadas», agrega.

Entre reservas de última hora y llamadas anulando mesas por los rebrotes y el miedo causado por la eclosión de la variante Ómicron, Suárez critica con amargura la gestión hecha por la Generalitat durante la crisis sanitaria. «Aquí hemos sido de largo los peor gestionados, se ha intentado ser muy comedido, pero los resultados (epidemiológicos) han sido iguales aquí que fuera», agrega. Pese a todo, el restaurador reconoce que la mayoría de clientes han sido «empáticos» y comprensivos con los contratiempos y han ayudado a tirar adelante con sus reservas y ganas de salir de casa en cuanto se pudo.

El local de Suárez, que regenta junto a su familia, está situado en un emplazamiento estratégico, delante de la playa, lo que facilita tener una temporada alta que dura, prácticamente, todo el año. ¿Planes de futuro? «Para 2022 soy optimista. Las expectativas han de ser positivas, no cabe otra. Con lo malo que fue 2020, peor no puede ser. 2021 ha sido mejor gracias a las vacunas, al desconfinamiento y las ganas de salir y disfrutar después del encierro. Y 2022 va a ser mejor... sí o sí».

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José Manuel y Eli posan en el GastroLava (Valladolid) FRANCISCO DE LAS HERAS

«Con esta incertidumbre, la hostelería consiste ahora en ‘ir salvando’ limitaciones»

Eli Pérez y José Manuel Manzano decidieron hace seis años embarcarse en un proyecto «muy de moda» junto al Laboratorio de las Artes de Valladolid, un emplazamiento perfecto para una oferta que mezcla gastronomía y cultura. Así nació GastroLava y lo que comenzó con muy buenos augurios, «por la novedad», acabó convirtiendose en una lucha constante de casi 22 meses contra la «incertidumbre» que ha provocado que la hostelería consista en «ir salvando» obstáculos. A pesar de la serenidad con la que Eli relata los casi dos años, es difícil no imaginar el caos que está siendo abrir cada jornada.

Esta pareja de vallisoletanos optó por cerrar el negocio durante dos largos periodos, los de mayor incertidumbre, entre marzo y junio de 2020 y de octubre a junio de 2021. «Por los siete trabajadores, no podíamos estar metiéndolos y sacándolos del ERTE, eso nos pareció tremendo para ellos, así que decidimos que, hasta que estuviese claro, no abriríamos», explican. Y así lo hicieron, aunque con muchas dificultades, sobre todo durante el tiempo que duró el toque de queda a las 22.00 horas y, peor aún, el que estuvo vigente en Castilla y León hasta las ocho de la tarde. Luego el verano «fue correcto, aunque tampoco una locura porque la gente tenía miedo, pero nos salvó bastante la terraza».

Ahora, cuando confiaban en una Navidad más o menos normal, ha llegado otra vez «la incertidumbre total», relata Eli y explica cómo en dos de los eventos que tenían programados estos días, las reservas se han anulado en más de un 60%.

En GastroLava no han parado de hacer reformas desde que comenzó la pandemia y, lo primero, fue anular la barra y ampliar espacios entre las mesas. José Manuel dice que poder acogerse a los ERTE ha sido fundamental, como también acogerse a ayudas de la Junta y el Ayuntamiento, lo que no ha evitado que pierdan dinero con tantos meses sin actividad. Se reconocen cansados de «estar otra vez así y que no se pueda planificar nada», sobre todo porque en verano «veías la luz» y, de nuevo, ahora toca Ómicron. Así que sólo queda la esperanza de que la situación cambie la próxima primavera y, poco a poco, se pueda recobrar una normalidad que ya casi nadie recuerda.

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Félix Parte, en el asador Amaren, en pleno centro de Bilbao PANKRA NIETO

«Las navidades anteriores fueron peores. En 2020 las pérdidas fueron horrorosas»

Félix Parte Fidalgo es el gerente del grupo de restauración La Olla, que agrupa a nueve locales hosteleros de Bilbao. Recibe a ABC en el Amaren , un asador en pleno casco. Y desde aquí recuerda que hace un año, la situación era aún más complicada que la que enfrenta el sector al estrenar 2022.

«Las navidades del año pasado fueron peores que estas», reflexiona. Hubo muchos días en los que los bares tuvieron que cerrar a las 20.00 horas y los clientes que se acercaban «tenían más miedo que ahora». «Veníamos de un 2020 complicado con pérdidas horrorosas», recuerda, que en su caso ascendieron a 1,2 millones de euros entre los nueve locales, y tardaron meses en amortiguar el golpe. «Empezamos a levantar cabeza en junio».

«Es algo durísimo a nivel emocional», lamenta, porque han sido meses en los que han tenido que ‘jugar’ con meter y sacar a sus trabajadores del ERTE, «un capital humano» que para sus negocios «es esencial». Para Félix, como para la mayoría del sector hostelero vasco, la decisión judicial que en febrero tumbó el cierre de los bares decretado por el Gobierno vasco «fue fundamental» para que muchos locales pudieran sobrevivir. Este empresario considera que mantener los cierres generalizados eran «medidas ilógicas» en un contexto en el que las cifras de contagio «eran bajísimas» y mientras el resto de sectores no sufrían ningún tipo de restricción. «No hubiéramos podido sobrevivir porque veníamos de un 2020 con muchas pérdidas». De hecho, tras la reapertura, y sobre todo desde el verano hasta noviembre, los hosteleros han conseguido parar el agujero económico «a pesar de no tener ni fiestas grandes de Bilbao, ni eventos».

En 2021 tuvieron que lidiar con el miedo de la ciudadanía. Félix Parte explica cómo tras un incremento de los contagios la afluencia bajaba y automáticamente llegaban las anulaciones de reservas, aunque no hubiese restricciones en vigor. Por eso ve a la población «más madura que a los políticos» y sabe lo que tiene que hacer en cada momento. Los hosteleros vascos entran en 2022 rodeados de incertidumbre porque será el momento de devolver los créditos ICO. «Va a haber bares que lo van a tener fatal y no van a poder pagar sus facturas», pronostica.

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