El censo de perros en Asturias se dispara y supera ya al de bebés, niños y adolescentes

Durante la última década el censo de canes viene incrementándose a un ritmo sostenido de 10.000 al año

Imagen de archivo Rocío Ruz

Ramón Muñiz (El Comercio)

En la peluquería Mi Guau Beatriz García les da un baño de ozono, burbujas e hidromasaje; si el can anda estresado le aplica aromaterapia, reiki y flores de Bach. «Ahora ya hay camareros que lo mismo que te ponen un pincho a ti le dan una galleta al perro», agradece Agustín Ronda, de Fauna Urbana. Tras las habituales chaquetas y gorros, el último grito son los collares con luces que transforman al animal en una suerte de discoteca andante para que el dueño no lo pierda de vista en la noche. La revolución de las mascotas tardó , pero su fuerza en Asturias admite pocas comparaciones. Durante la última década el censo de perros viene incrementándose a un ritmo sostenido de 10.000 al año . En 2017 ese ritmo provocó un 'sorpasso' histórico: hay ya más canes en la región que bebés, niños y adolescentes. Y la diferencia sigue creciendo. Lo cuenta El Comercio .

En el Registro de Identificación de Animales del Principado (Riapa) hay constancia de 163.627 perros, aunque «la realidad es mayor» , matiza Armando Solís, decano del Colegio de Veterinarios, el organismo que vela por ese censo . «Existe la obligación de registrar al perro, pero sabemos que hay muchos sin dar de alta. Ciertos estudios apuntan a que en las ciudades se cumple más la norma, pero no estamos seguros», comenta.

En lo tocante a personas, el último recuento del Instituto Nacional de Estadística (INE) cifra en 150.674 los asturianos que aún no han cumplido los 20 años . Los perros 'ganan' con más de 13.000 efectivos y no por casualidad. Dueños, veterinarios y sociólogos coinciden en que uno de los factores que alimentan este 'boom' es, precisamente, la sangría demográfica . Tanto en la vertiente de una menor natalidad como en el incremento de los hogares con adultos y mayores viviendo solos . «Es una tendencia que observas en toda la Europa desarrollada, las sociedades con pocos hijos sustituyen esa figura por los animales», expone Solís. «A la gente que vive sola el animal le acompaña, le comprende, le hace hablar, le obliga a salir de casa y relacionarse con otros dueños; sus efectos terapéuticos están bien definidos. No conozco a nadie que pruebe y lo deje», abunda.

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