Antienvejecimiento: Lo que no está en los genes

El número de años que vivimos depende menos de los genes que del estilo de vida

Cuidar mente y cuerpo de forma integral, la receta de quienes llegan a centenarios

Madrid Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El envejecimiento es un proceso natural del que nadie escapa, aunque unos lo afrontan mejor que otros. ¿De qué depende que se vivan más años y con mejor salud? ¿Es solo cuestión de genes? Parece que no. Se admite que aproximadamente un tercio del proceso de envejecimiento puede asociarse a factores genéticos, el resto depende de otros modificables ligados al estilo de vida y al lugar donde vivimos.

La precisión del porcentaje se establece de acuerdo con los estudios realizados en gemelos, como explica Antonio Ayala, vicepresidente de la Sociedad Española de Medicina Antienvejecimiento y Longevidad (Semal) y catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Sevilla. «Si la longevidad fuera toda genética, los gemelos morirían más o menos a la misma edad.

Pero esto solo ocurre aproximadamente en el 30% de los casos. En general, a medida que cumplen años y siguen estilos de vida diferentes, en el 70 por ciento de los casos su longevidad es diferente».

Como apunta Antonio Ayala, «los genes pesan, pero no tanto como se supone». Las condiciones en que uno vive al parecer son las que más in fluyen en el número de años que vamos a cumplir. Basta repasar la historia. Nuestros antepasados apenas superaban los 40 años, como ocurre en la actualidad en los grupos de cazadores-recolectores que aún quedan. El aumento en la esperanza de vida se produjo a partir del año 1600, en la mayoría de las sociedades, y llegó de la mano de la urbanización, la mejora del saneamiento, la nutrición, la inmunización y los primeros medicamentos modernos.

Gracias a esto, hoy disponemos de tres décadas más, que nos permite llegar a los 71,3 años de media. En nuestro país, incluso a los 80 para los hombres y casi 86 para las mujeres. Para algunos incluso esa edad dista mucho de ser el final de la vida. Cada vez hay más centenarios. En España, en los últimos quince años se ha duplicado el número de personas que soplan las cien velas. El año pasado, 14.500 personas pasaron de los cien, un privilegio mayoritariamente femenino.

Zonas azules: el valle de Shangri-La

En determinados puntos del planeta, las llamadas «zonas azules», acercarse a la centena es casi la norma, apunta Ayala. Es lo que ocurre en Cerdeña (Italia), en concreto en la provincia de Nuoro y Ogliastra; en la isla de Okinawa (Japón); en Loma Linda (California), la península de Nicoya (Costa Rica) y la isla de Icaria (Grecia). «Las personas de longevidad extrema suelen tener buenos hábitos de vida, generalmente no fuman ni beben, al menos de forma exagerada. Y su dieta es bastante equilibrada y no muy abundante. Son muy activos, aunque eso no implica necesariamente que vayan al gimnasio, sino que se mueven de forma natural. Hacer ejercicio por obligación produce más estrés que beneficio. Además, duermen bien, porque el sueño es importante cuando hablamos de longevidad. Y aquí se incluye también una siesta breve y reparadora», apunta Ayala.

Esto dista mucho de los hábitos que nos impone la vida moderna: «En nuestro mundo occidental intentamos sustituir la dieta equilibrada por suplementos dietéticos, que nunca van a llegar al nivel de beneficio de una forma de comer sana y variada. Como ejemplo, el licopeno del tomate, que disminuye la incidencia del cáncer próstata. En una cápsula está solo, pero en el tomate está junto a otros doscientos productos saludables», destaca este experto. Y hoy sabemos que el estilo de vida determina la forma en que se comportan nuestros genes, para bien y para mal. Es lo que se denomina epigenética, porque está por encima de los genes.

Menos estrés

Ejercicio y alimentación sana no son los únicos factores que condicionan el paso del tiempo. Las relaciones sociales y la forma en que encaramos el estrés también tienen un peso importante. «Generalmente las personas que viven más tienen mucho trato social y no reaccionan de forma neurótica hacia los problemas. No se quedan dándoles vueltas. Los afrontan de forma tranquila», aclara el vicepresidente de Semal.

Y es que el estrés acorta los telómeros, nuestros relojes biológicos, y mata neuronas. Pero una red estable de amigos amortigua esos factores adversos. «Los centenarios hacen lo que deberíamos hacer todos para vivir más y mejor: cuidar el cuerpo y la mente de forma integral, sin descuidar el bienestar emocional y el entorno social».

El organismo produce sustancias que contribuyen a la felicidad y a prolongar la vida, resalta Ayala: «Las endorfinas se liberan con actividades que nos gustan. Alivian el dolor y la ansiedad. La dopamina nos ayuda a lograr metas. El truco está en ponerse pequeñas metas. La serotonina se produce cuando nos sentimos integrados o incluso al recordar buenos momentos. Y la oxitocina, la hormona del apego y las relaciones sociales, que eleva la confianza y reduce el estrés».

más información: El elixir de la juventud podría estar en la sangre.

Una proteína sanguínea revierte el envejecimiento en ratones

El ejercicio retrasa el envejecimiento del cerebro

Ver los comentarios