Una adolescente estudiante de segundo curso de la Enseñanza Obligatoria (ESO) que ha participado en el estudio
Una adolescente estudiante de segundo curso de la Enseñanza Obligatoria (ESO) que ha participado en el estudio - fotos: Adsis / ABC

Los «Z», una generación solidaria y atada al WhatsApp

Justo después de «los millenials», que dependían de las marcas, llegó este grupo demográfico nacido entre 1994 y 2010 que ha crecido en plena crisis. La Fundación Adsis radiografía a quien «quiere cambiar el mundo, pero no sabe cómo»

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Son unos cinco millones de personas en España. Junto a los «millenials», nacidos entre 1981 y 1993, suman hasta casi un 28% de la población nacional. Y es que el requisito primordial de la «generación Z» también viene acuñado en el DNI: son el grupo demográfico que ha nacido entre los años 1994 y 2010. Cuando vieron la luz lo hicieron en plena recesión económica, así que estas circunstancias determinaron, según los expertos, las características que configuran su personalidad: se educaron bajo las amenazas del terrorismo con cariz global (y de sesgo yihadista); están más concienciados con los peligros que representa el cambio climático; tienen mayor preocupación por las desigualdades sociales; se vuelcan más con el trabajo de las ONG; así como que no practican tanto seguidismo con las marcas como su generación anterior.

Despegados de la política y sus dirigentes, hay una peculiaridad que los describe sobremanera: en boca del educador Daniel Juan, que lleva quince años al frente del centro que en El Carmel de Barcelona tiene la Fundación Adsis, son los «heavy users del WhatsApp», esto es, se conectan a esta red de conversación digital 6,15 días a la semana y una media de 4,98 horas al día.

Daniel Juan es uno de los trabajadores, pedagogos y profesores de la ONG Fundación Adsis, que han impulsado un interesante estudio, bautizado como «Desigualdad invisible», en el que se estudia a casi 3.000 estudiantes españoles. Todos pertenecen a la generación Z, aunque en su segmento de mayor edad, la de 12 a 17 años, adolescentes alumnos de la Enseñanza Obligatoria. Las conclusiones de este estudio sirven para pergeñar una radiografía de ese grupo demográfico que simbolizan personajes públicos como l a bloguera Tavi Gevinson. Además, de él también se extraen datos interesantes en la comparación con el anterior informe de la Fundación Adsis, elaborado en el año 2013, ya que se observa cómo por ejemplo la conexión diaria a las redes sociales ha aumentado de un 46 a un 48%; de un 54 a un 65% han pasado a considerar esta herramienta social útil para su futuro y en el campo de las expectativas que tienen sobre su horizonte vital un 71% ve ahora más difícil alcanzar sus aspiraciones, aunque se cree capaz de hacerlo. Al decir del mismo profesor de El Carmel, una de las aristas del trabajo que más le han llamado la atención ha sido precisamente que «cuando uno mira con prejuicios a los adolescentes, lleva la preconcepción ideada de que están encorsetados en una sociedad más cómoda, que entienden por ser autónomos "hacer lo que les da la gana". Pero no es así. Por las respuestas que dan en el estudio un 88% están dispuestos a esforzarse por su futuro y un 54% consideran que merece la pena» la brega.

A la pregunta de si ser autónomos implica ser más responsables de sus actos, contesta positivamente un 58%, otra de las respuestas que más ha sorprendido a los autores del informe, porque «estos jóvenes son más responsables de lo que a priori se piensa; te transmiten un nivel de esperanza, además de que un 71% se considera satisfecho con su vida». «Yo lo titularía "Generación Z: desigualdad y esperanza"», dice el profesor enfundado en la piel de un periodista.

La Fundación Adsis analiza por segunda vez a los estudiantes españoles de ESO

¿Por qué esa desigualdad? Testimonia María, de 17 años, en el centro Joven Paradoja de Fundación Adsis en Madrid: «Cada final de mes juntamos el dinero e intentamos llegar como sea. Tampoco me puedo quejar porque hay gente pasándolo peor. Mis padres se lo toman con tranquilidad, pero la verdad es que a mí me preocupa mucho. Mi madre me dice que no me agobie, porque no por darle muchas vueltas se va a solucionar...». Seis de cada treinta estudiantes de los analizados en esta amplia muestra de la Fundación Adsis, lo que se traduce en dos de cada diez o un 20%, presentan carencias económicas severas y esto se convertirá además, advierten los expertos, en el condicionante de su futuro educativo. De hecho, el trabajo muestra que el desempeño académico es un 24% más bajo en adolescentes en riesgo de exclusión social (RES) que el resto. De los 2.860 adolescentes entrevistados, un 21% de ellos, 592 estaban en tal situación. Se trata de adolescentes que viven en familias con dificultades para pagar imprevistos (82%), que no disfruta de vacaciones (82%), que pasa frío en su casa en invierno (77%) y que no come carne o pescado al menos 3 veces por semana (69%). El aumento con respecto a 2013 de adolescentes con carencias importantes se ha incrementado en un 2,6%.

Atestigua ahora Lucía. Tiene 17 años y se encuentra reforzando su educación en el centro de jóvenes Casc Antic de la Fundación Adsis de Barcelona: «De la ESO no creo que me sirva nada, excepto los idiomas y un poco las matemáticas. También todo el tema de internet y las redes sociales, aunque en el colegio no nos enseñan nada. Para lo que yo quiero dedicarme que es a la imagen personal, no tienes que destacar mucho».

No tan consumistas, pero sí más digitales

La «generación Z» sí sigue de los «millenials» -segmento poblacional nacido justo antes de 1994, obsesionado con las marcas, el consumo y el «life style»- esa profusa involucración con las nuevas tecnologías. No pueden permanecer ajenos a un mundo que se mueve con el móvil en la mano, y los e-books y las tabletas en el bolso o bandolera, pero se desligan de aquellos en que se horrorizan por el narcisismo de los selfies y utilizan mucho más herramientas como WhatsApp. Hasta casi 5 horas al día, como decía el director, están pendientes de esta aplicación de comunicación social. Son una generación cada vez más digital.

Asocian ser autónomos con ser responsables, un tema que sorprende a sus educadores
La máxima preocupación de la joven de 15 años del centro de Taleia, en Valencia, es la temporalidad del contrato laboral de su madre que sostiene la economía de la familia
La máxima preocupación de la joven de 15 años del centro de Taleia, en Valencia, es la temporalidad del contrato laboral de su madre que sostiene la economía de la familia

La joven de 15 años se adhiere a ese dato colegido en el informe sobre que los adolescentes de este segmento de edad se desarrollan en un entorno poco estricto. Daniel Juan llama la atención sobre la poca rigidez que verbalizan por parte de sus padres a la hora de exigir hacer los deberes o aplicar las normas. Esta chica valenciana convive con su padrastro y sus tres hermanas. Su madre es la que lleva el dinero a casa con su trabajo temporal en una empresa de pollos. La mayor preocupación que tiene su hija, que lleva tres años inmersa en la disciplina pedagógica del centro de Taleia, son los seis meses de contrato de su progenitora, porque después no sabe cómo saldrán adelante. «Ese ambiente no me permite concentrarme y estudiar en casa. Me levanto, voy al instituto, pero me cuesta cada día más. En casa tampoco me siento apoyada académicamente», objeta.

Uno de los puntos que precisamente desencajó a los autores del informe es que no cuadra el hecho de que vivan en un entorno sin límites, lo que deriva en una situación problemática, y que por otro desarrollen una conciencia de la responsabilidad. «Ha quedado como uno de los interrogantes del estudio», dice el profesor de Barcelona.

Recursos, rendimiento y autoestima

Aquellos jóvenes en riesgo de exclusión social, con carencias económicas, menor rendimiento académico, también tienen más baja la autoestima, de acuerdo a los datos reseñados en este mismo análisis. Virginia Romero es educadora en el centro de jóvenes El Carmel de la Fundación Adsis en Barcelona. Declara: «Hay diferentes familias que ahora mismo están centradas en otras situaciones que tienen por resolver, entonces en estos casos los jóvenes se ven excluidos de ese entorno, no acaban de entender qué está pasando ni los cambios que están viviendo y quedan a otro lado. Si no tienen a alguien que cada día te pregunte, te hable, te mire a los ojos, te abrace, todo esto acaba afectando a tu autoestima».

La joven de 15 años entrevistada en Valencia se ajusta a estos principios. Está de cinco a ocho de lunes a viernes en el centro valenciano, donde promueven que unos y otros tengan igualdad de oportunidades «vengan de donde vengan». «Ahora mismo no hay nada que me preocupe no tener, como el resto de mis amigos, si acaso, me falta dinero para material escolar, para algunos libros», confiesa nuestra protagonista sin identificar de Valencia, mientras anhela ser policía en su futuro laboral, «porque hay mucha gente mala en el mundo», afirma.

«Esta generación quiere cambiar el mundo, pero aún no sabe cómo», añade Daniel Juan, que con sus palabras reproduce textos conocidos como el libro «After Millenials», de la consultora Anne Boysen. Crece su interés por el voluntariado, se movilizan por causas sociales «cuando lo que les presentas es interesante», afirma el mismo educador; «quieren que algunas cosas, aquellas a las que ellos pueden ser sensibles funcionen de manera muy diferente». Relata Daniel Juan: «Al adentrarme con chavales de institutos de la zona de Barcelona donde trabajo con una propuesta experiencial en el Banco de Alimentos, descubrí que muchos de ellos eran usuarios de este banco, lo que les deja en una situación de clara desventaja» frente a aquellos que disfrutan de mayores oportunidades. Todo ello forjará la personalidad de la generación Z, la que estudian ahora las marcas porque es el mercado de consumo que está por venir.

Ver los comentarios