Grupos de trabajo en un aula en el que se aplica el sistema de comunidades de aprendizaje
Grupos de trabajo en un aula en el que se aplica el sistema de comunidades de aprendizaje - abc
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«Sacamos a un padre de la cárcel para ayudar a su hijo en clase. Y funcionó»

José Ramón Flecha, director del proyecto Includ-ed, considerado por la Comisión Europea como uno de los de mayor éxito en Europa, explica que la clave del éxito educativo está en implicar a toda la comunidad

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Cuando tenía 10 años y estudiaba en Bilbao, a su clase llegó un niño con necesidades especiales. Los Jesuitas pensaron que podía ayudarle, y le convirtieron casi en su profesor de refuerzo. «Él terminó acabando una carrera universitaria, y yo dando conferencias en Harvard», cuenta José Ramón Flecha, catedrático de sociología de la Universidad de Barcelona y -entre 2006 y 2011- director del proyecto Includ-ed, la única investigación en Ciencias Sociales y Humanidades incluida en la lista de la Comisión Europea entre las diez de mayor éxito en Europa.

En ese proyecto se identificaron las actuaciones educativas de éxito, implementadas en las comunidades de aprendizaje, buscando el éxito educativo y la mejora de la convivencia a través de la implicación de padres y vecinos.

«En Finlandia, no es con la autoridad del profesor como se impone la disciplina y se mejora el rendimiento de la clase, sino con el compromiso de todos. Las familias participan hasta en la elaboración de las competencias mientras que en España es algo exclusivo del claustro», explica Flecha.

Demasiadas ocurrencias

Uno de los grandes problemas del sistema educativo español, asegura este reconocido investigador, es que «es el único área en el que se sigue trabajando en base a opiniones y no a evidencias científicas. El derecho a la Educación no es el derecho a poder asistir a clase, sino a que te enseñen de la manera más eficiente. Pero aquí se han aplicado modelos basados en las ocurrencias de quienes no tenían ningún conocimiento de las líneas de investigación en las que trabajaba la comunidad científica internacional».

Para apuntalar sus argumentos, Flecha recurre a evidencias. «En 2006, en lo que hoy es el CEIP La Paz, en el barrio de La Milagrosa, en Albacete, había que llamar a la Policía para que los profesores diesen clase. Y ni aún así fue posible. Nosotros hablamos con los docentes, que no podían más, les ofrecimos irse a otros centros y formamos un equipo nuevo. La idea era que no se echaba a nadie de clase sino que se hacía partícipe a las familias de la educación. Conseguimos que en las aulas, con el profesor, hubiese un familiar. Llegamos incluso a sacar a un padre de la cárcel para que ayudase con su hijo. Y funcionó. Los adultos se dieron cuenta de que se aprendía y motivaron a sus hijos para aprovechar la oportunidad que ellos no tuvieron. Ese padre, Rafa, acabó hablando ante el Parlamento Europeo, y ese centro escolar, La Paz, se llama hoy así porque los padres decidieron ponerle ese nombre tras la experiencia».

El método de Includ-ed ya se aplica en 200 centros españoles

Includ-ed no es un proyecto para centros conflictivos. De hecho, la metodología de las comunidades de aprendizaje se está aplicando en España en 14 comunidades y 200 centros de toda condición. En estos, una vez a la semana, cuatro personas de la comunidad acuden a una clase, que se divide en grupos de trabajo heterogéneos y muy dinámicos donde los chavales ponen en práctica los conocimientos que el profesor ha enseñado previamente. Con la ayuda de los adultos, los alumnos que mejor han asimilado la teoría se la explican a los que han tenido más dificultades. Se trata de un método de aprendizaje basado en el diálogo y la diversidad. «La homogeneidad no funciona. Todos los grupos humanos del futuro serán diversos, y los alumnos deben aprender a trabajar en ese ambiente desde la escuela», concluye Flecha.

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