Patrimonio arquitectónico

José Ramón Rodríguez Gautier: «El pabellón de la ONU se construyó para que fuera permanente»

El arquitecto del edificio desconocía los planes para derribar el inmueble con vistas a edificar una residencia universitaria en la isla de la Cartuja

Una vista del pabellón de la ONU en su aspecto actual A Legado Expo Sevilla

Javier Rubio

«Es la primera noticia que tengo. Esta historia me coge por sorpresa, porque conmigo no se ha puesto nadie en contacto». La voz del arquitecto José Ramón Rodríguez Gautier suena al otro lado del hilo telefónico con ese punto de amargura que da conocer de primera mano la noticia de la condena a muerte de un hijo, aunque se trate de un vástago espiritual engendrado una noche de 1989 y finalmente alumbrado en 1992 que ha sobrevivido en pie los últimos veintiocho años: el pabellón de Naciones Unidas en la Exposición Universal.

«Me deja un mal sabor de boca porque ese pabellón se construyó para que fuera permanente . Nunca lo hubiera esperado de un pabellón como el de la ONU, por vocación internacional, que tanto trabajo costó generarlo», explica Rodríguez Gautier tras ponerlo al día de la autorización de la Gerencia de Urbanismo para que quede expedita la parcela y, en su lugar, se levante una residencia de estudiantes de tres alturas , presumiblemente enfocada al alumnado de las escuelas de Ingeniería a tiro de piedra de su emplazamiento actual.

La distinción no es baladí. La Expo92 se levantó con pabellones perdurables a la conclusión del certamen universal y con pabellones destinados a la piqueta ( permanentes y efímeros , en la terminología propia de la muestra), pero ya se ve que la validez de la permanencia no ha llegado ni a los seis lustros. Todo muda en Sevilla , incluso lo que se considera inmutable.

«La sensibilidad brilla por su ausencia, pero como en otros tantos campos en nuestros días», reflexiona en voz alta el arquitecto Rodríguez Gautier, quejoso de que «no se respeta lo que surgió entonces» en la isla de la Cartuja , aunque «acostumbrado a estos avatares».

Catálogo patrimonial

De conformidad con la legislación vigente, al arquitecto le asiste un derecho de propiedad intelectual sobre su proyecto, pero no sobre su obra ejecutada, que sólo puede salvarse si existe una declaración patrimonial para inscribirlo en algún tipo de catálogo de preservación . Hace ahora más de una decena de años, la movilización ciudadana llevó a la protección de seis pabellones de la Expo en atención a sus valores arquitectónicos: los de la Navegación ( Guillermo Vázquez Consuegra ), Andalucía ( Juan Ruesga ), España ( Julio Cano Lasso ), Finlandia (estudio de arquitectura Monark ), Francia ( Viguier, Jodry y asociados ) y Kuwait ( Santiago Calatrava ). Pero el pabellón de Naciones Unidas quedó fuera de ese paraguas protector.

La asociación Legado Expo Sevilla, que lucha por mantener viva la llama de la muestra universal de 1992, reclamó ayer «una figura de protección para la Cartuja que evite estas situaciones». Un portavoz de la asociación, Jaime Sierra , explicó a este periódico que la idea era tomar el inventario que la propia Gerencia de Urbanismo elaboró en 2017 y a partir de ahí confeccionar un catálogo como el que defiende de la piqueta las construcciones regionalistas del barrio de Nervión, por ejemplo: «No es tanto el valor en sí de los pabellones aislados, cuanto el conjunto arquitectónico, que se ve deteriorado si se pierden piezas» . Entre 2002 y 2008, cayeron los edificios representativos de la Cruz Roja, Bélgica, Chequia y la Santa Sede además del cine Omnimax y el palenque.

Ideas contrapuestas

El pabellón nació una noche de 1989 de la contraposición de ideas, según explica el propio arquitecto, que pudiera simbolizar la armonía universal que inspira la creación de la Organización de las Naciones Unidas: «La creación de la naturaleza y la del hombre, la obra de Dios y la obra humana, el cuadrado y la circunferencia ». A falta de referentes arquitectónicos o culturales con los que se pudiera identificar, el pabellón recurrió a insertar un cubo en un hemisferio y con la estatua de un hombre que aportaba la escala humana.

El primer propietario del edificio fue el banco BBVA , patrocinador de la Expo92 que renunció a un inmueble propio ante la falta de espacio a cambio de quedarse con el pabellón de la ONU. Luego, el banco se deshizo de la propiedad y se convirtió en un gimnasio, uso que ha tenido hasta hace unos meses: «Ya entonces se desvirtuó por dentro el edificio, con esa pajarera que dejaron en la azotea y otra serie de cosas», relata el arquitecto, en referencia a que desapareció el revestimiento del hemisferio.

El pabellón de la ONU ocupaba una superficie de 1.700 metros cuadrados sin agotar la edificabilidad permitida en la parcela, de 2.028 metros cuadrados. Pero esa extensión es apenas un tercio de la que permite el PGOU en ese suelo de la isla de la Cartuja: «Esto pone bajo la sombra de la piqueta al pabellón, oportunidad a la que los promotores privados no se resisten», recalcó el presidente de Legado Expo, Ángel Aramburu . El proyecto de residencia universitaria lo promuebe la sociedad limitada Life Stay Cartuja.

Los conservacionistas de esta asociación alzan la voz contra la «pérdida patrimonial» que supondrá el derribo y el precedente que podría plantear para otros edificios significativos de la Cartuja como los pabellones de Chile, Corea, México o Fujitsu . Permanentes como el de la ONU... hasta que se diga lo contrario.

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