Colitis ulcerosa: Adaptar entornos para una vida casi normal

Los expertos piden mayor concienciación social sobre la enfermedad inflamatoria intestinal para no limitar el día a día social y laboral del paciente

Charo Barroso

Más de 350.000 personas en España (casi el 1%) sufren enfermedad inflamatoria intestinal (EII), una dolencia crónica que les limita la calidad de vida y que engloba la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa . Alteran la capacidad del organismo para digerir los alimentos y absorber los nutrientes y, aunque comparten características clínicas y patológicas, existen diferencias entre ambas.

«La colitis ulcerosa se caracteriza por lesiones inflamatorias crónicas en la pared del intestino grueso, el colon, mientras que la enfermedad de Crohn puede aparecer en cualquier parte del aparato digestivo, desde la boca hasta el ano», explica Pilar Nos, jefa del Servicio de Medicina Digestiva del Hospital Universitario Politécnico La Fe de Valencia y pass-president del Grupo Español de trabajo en Enfermedad de Crohn y Colitis Ulcerosa, Geteccu.

La colitis ulcerosa afecta al recubrimiento del colon causando la formación de lesiones o úlceras que producen mucosidad, provocando dolor abdominal y la necesidad de evacuar con frecuencia. Y hay un síntoma claro: la rectorragia o sangrado en las heces. «Las formas más benignas afectan a la parte distal del colon y se traducen en urgencia defecatoria y diarrea. Cuando hay sangrado es un síntoma de alerta y lleva a que no haya retraso en el diagnóstico, como sí puede ocurrir con la enfermedad de Crohn», señala Nos, quien puntualiza que se dispone de un marcador, la calprotectina fecal, que se puede realizar de rutina en la mayoría de los centros de primaria de nuestro país. Con ello, se puede cribar a aquellos pacientes cuyos síntomas pueden tener un proceso inflamatorio y no un proceso funcional.

Respuesta autoinmune

Aunque afecta por igual a hombres y mujeres, hay estudios que apuntan a que se produce en las mujeres un retraso en el diagnóstico de la enfermedad. La razón puede estar relacionada con el hecho de que patologías funcionales como el colon irritable o el estreñimiento son más frecuentes en mujeres. Las cifras también revelan que es más común en los países desarrollados y en las zonas urbanas . A día de hoy se desconocen las causas que provocan esta enfermedad inmunomediada, pero a ella contribuyen la genética, los microbiomas y los factores ambientales.

«El sistema inmune entiende que el colon es un organismo ajeno y reacciona poniendo en marcha mecanismos para rechazarlo, respondiendo con erosiones en la mucosa que comienzan en el recto y van profundizando acrecentando los síntomas y su gravedad», explica Nos para quien esta enfermedad es una mezcla de «base genética, respuesta inmune alterada y salud intestinal» . Respecto a esto último, señala que hemos cambiado y disminuido la microbiota intestinal con la dieta, sobre todo con la comida ultraprocesada.

Estigmatiazación y juventud

El hecho de que esta enfermedad se desarrolle de media a los 30 años afecta a la calidad de vida de los enfermos en momentos muy decisivos. «Un diagnóstico en la adolescencia supone un auténtico estigma. Tienen urgencia defecatoria, necesidad imperiosa de tener un lavabo cerca, algo complicado de conjugar con los lugares de ocio frecuentados por gente joven. Pero también les puede dificultar viajar, relacionarse y conocer pareja. Una situación que empeora cuando han tenido que sufrir una intervención que hace necesario llevar un estoma con las deposiciones en una bolsita abdominal. Para alguien en plena edad de relacionarse, de incorporarse al mundo laboral o iniciar una vida en pareja resulta muy duro», señala esta experta, quien considera necesaria una mayor concienciación social y que los entornos laborales se sensibilicen sobre esta enfermedad y realicen adaptaciones para que estos pacientes puedan seguir trabajando.

Asimismo, Nos considera que tras el diagnóstico es importante que el paciente conozca muy bien su patología, se involucre en el autocuidado y que se trabaje de forma conjunta con los profesionales. Aunque no existe una cura para estas patologías, sí se puede controlar la actividad de la enfermedad, favorecer su remisión y ayudar a evitar las complicaciones. «Tenemos fármacos orales, preparados tópicos muy efectivos vía rectal, intravenosos... Contamos con todo un arsenal terapéutico que va desde los corticoides, pasando por biológicos, y los últimos son los inhibidores de la Jak-quinasa, y todos con un tratamiento personalizado. Hoy podemos decirles a los pacientes que su enfermedad no les tiene que atar, que puede seguir disfrutando de su vida con más calidad», afirma la especialista.

Con la colaboración de Pfizer.

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