La médico que ayuda a entender que de una muerte también puede surgir la vida

Teresa Pont lleva 30 años como coordinadora de Programas de Donación y Trasplante del Hospital Vall d'Hebron

Teresa Pont asegura que «lo realmente difícil no es enfrentarse a la donación de órganos sino a la muerte» Laura Gómez

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«Si viéramos los pequeños milagros que ocurren cada día, seguramente no nos preocuparíamos de las cosas banales y seríamos más felices». Esa es la lección que Teresa Pont , coordinadora de Programas de Donación y Trasplante del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona, ha aprendido en sus 30 años de experiencia al frente del programa, en el que, según explica, recaló «casi por accidente».

El permanente contacto con la vida y la muerte ha hecho que esta especialista en medicina intensiva, natural de Tàrrega (Lérida), aprenda a «saborear cada día como si fuera el último de su vida». En una entrevista concedida a ABC, Pont explica desde su propia experiencia y en la sala (ahora reconvertida en despacho) en la que hace más de dos décadas dio a luz a su hija, cómo han evolucionado tanto desde el punto de vista técnico y clínico como cultural las donaciones y los trasplantes en nuestro país.

- ¿Qué le llevó a dejar la medicina intensiva para pasar a lidiar con donaciones y trasplantes?

-Siempre digo que entré en la coordinación de los trasplantes y donaciones casi por accidente. Llevaba más de 20 años en cuidados intensivos cuando crearon el programa. Buscaban a una persona con energía familiarizada con este ámbito. Antes había contacto entre los nefrólogos, los coordinadores y los profesionales de intensiva. Me ofrecí y entré en el programa sobre el año 1989. El panorama en aquel momentos era muy diferente al actual.

- Imagino que en estos últimos años no solo se ha avanzado en el ámbito clínico... La visión que se tiene ahora de las donaciones es muy diferente de la que se tenía a finales de los ochenta ¿no es cierto?

-Sí se ha mejorado mucho en todos los ámbitos. Hace más de treinta años había muchas dificultades para diagnosticar la muerte encefálica. La técnica clínica era también mucho más precaria y el procedimiento no ofrecía tantas garantías. No obstante, en todos estos años he visto que lo realmente complicado es gestionar el tema emocional. Cuando acabé la carrera en el año 1981 nadie me instruyó en las habilidades intangibles. Nadie me enseñó cómo gestionar el duelo. El tiempo biológico, el cronológico y el emocional es diferente. Lo que he aprendido en todos estos años es que lo difícil no es enfrentarse a la donación, sino a la muerte. Nunca introducimos la donación hasta que la familia no ha asimilado la pérdida.

- Pero ustedes disponen de poco tiempo porque la donación debe ser rápida...

-Efectivamente. El proceso de duelo suele durar un año. Nosotros disponemos de solo horas por eso es muy importante saber dirigir todas las emociones que hay en ese momento. Hay padres que se niegan a despedirse de sus hijos y hasta que no asimilan su muerte están bloqueados y no pueden pensar en nada más. Algunos siguen hablando a sus hijos aunque se haya diagnosticado su muerte cerebral; otros tienen reacciones totalmente imprevisibles....

- ¿Cuál le ha sorprendido más?

-Recuerdo, por ejemplo, un padre que le comunicamos la muerte de su hija y se puso a limpiarse los zapatos. Luego supimos que la fallecida era la pequeña de ocho hermanos y que ella solía encargarse de esa tarea. Era su particular manera de despedirse de su hija. Cada persona tiene su propia forma de despedirse de sus seres queridos. Al final de la vida, lo que realmente queda es las veces que pides perdón, que dices te quiero y las que das las gracias. Yo siempre intento no estar enfadada con mis hijos.

- ¿Tenemos un buen sistema de donaciones y trasplantes?

-Sí. Tenemos, en conjunto, un buen sistema, aunque hay aspectos mejorables.

- ¿En qué se ha avanzado y qué debe mejorarse?

-La visión de las donaciones ha mejorado y mucho; prueba de ello es la alta tasa de donaciones que tenemos. Entre un 70 y un 80 por ciento de las personas dicen que sí. Del resto, la mayoría, apunta que le faltó tiempo para madurar la respuesta. También se ha mejorado mucho en técnicas. Ahora hay mejores inmunosupresores, mejor maquinaria y mejores fórmulas de preservación de órganos. También se ha colocado al paciente en el centro del proceso y eso es vital. Sin embargo, pese a estos avances evidentes aún hay déficits. Falla, en algunos casos, la comunicación entre los profesionales implicados en el proceso, también hay déficits en la formación. Asimismo, se necesita una mayor implicación de los pacientes y un mejor uso de algunos recursos para optimizar el sistema. En conjunto, sin embargo, el balance es positivo. Solo hace falta ver las medias. Se tarda 37 días en recibir un pulmón, 45 un hígado y un año un riñón. En algunos países ese último plazo se multiplica por diez.

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