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James Rodríguez - afp
Real Madrid-Almería

James resolvió un partido de puro trámite

La zurda del colombiano abrió el marcador en un partido aburrido. Flojo el Almería, que no fue rival (3-0)

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Llegados a este momento del año, el fútbol se pone intensito. Demasiados partidos. El Madrid lo notó ante el Almería. Mentalmente cansado, jugó un primer tiempo de Juzgado de Guardia. De irse de verdad allí en lugar de al Contencioso-Administrativo, porque el partido era, se suponía, un trámite. Un acto de trámite, sumar tres puntos. (Narración y estadísticas)

Además de trámite, el partido tenía quizás el interés de presenciar el debut de Odegaard, el Justin Bieber de La Fábrica. El cronista estuvo mirando largo rato calentar a un jugador rubio. «Hay que ver que bien la toca, qué soltura, qué manejo de la zurda». Y resulta que era Coentrao.

El partido comenzó con primeros toques de Chicharito para James y Arbeloa.

Las bandas del Almería eran corredores, pero no se aprovecharon. El Madrid se fue apagando ante la pulcra obstinación del Almería, que no era mucho más.

Estos equipos llegan a Madrid (y a Barcelona) incluso vestidos de fosforito, como si llevaran el peto de entrenamiento. Lo hacían bien Corona y Thomas, que permitía la ilusión de pensar en Pogba. Lo que pasa es que no se supo nunca hacia dónde dirigía su fútbol. En esos minutos, como no hubo partido, quedaron los detalles.

La diferente forma de darle con el exterior de James e Illarra. El primero le da como filtrando un balón, como quien enhebra; Illlarramendi lo utiliza para devolvérsela al central, que es como rizar el rizo de la sinsustancia. Illarra se llevó algún pitido. Es un supercelades que lleva al extremo y al absurdo cierta palabrería deportivo-periodística. Personifica una especie de muerte del fútbol, de asesinato metódico del fútbol.

La aseada oposición del Almería, como la de tantos, que ni patadas dan, acrecienta hasta extremos de leyenda la figura de Maguregui. ¡Qué necesario sería un Maguregui en esta liga!

Pifió Mané, pidió penalti lipotímico Illarramendi, Cristiano chutó dos largas faltas que melancólicamente y pensando en Irina nos hicieron acordarnos de «El Tirador»; vimos la innecesaria energía de Jesé y la extraña forma de centrar de Arbeloa, que lo hace desde la banda igual que Bodiroga lanzaba sus triples, con una especie de gesto protésico entre el control y el chut.

Cien tantos

El primer tiempo llegó a su culminación cómica con el doble saque de banda de Coentrao y James, que dejaba una idea del nivel de concentración del equipo. A los pocos minutos, antes del descanso, James agarró un balón al borde del área y lo coló espectacularmente en la portería. Esos balones que quedan botando su zurda los recoge como la cesta en el jai alai. Era el gol número cien del Madrid, récord legendario de la Quinta que ya hasta nos parece normal. Este Madrid pisa con normalidad territorios de los años 50 y de los mejores 80. Ahora, siendo así ¡cómo nos aburrimos a veces!

A los tres minutos de la reanudación, Cristiano, con la ayuda de Dos Santos, remató un pase de Kroos. El gol, seguramente, no le computará en la lucha por el Pichichi (preocupación que suele ser indicio de liga perdida). Las probabilidades de que el Almería remontase el resultado eran las mismas que de encontrar un argumento técnico en una tertulia.

Los puntos no peligrarían. «Tridente, tridente, que es lo que les jode», pensaría Luis Enrique afilando su mentón como la Pantoja.

Coentrao lo hizo moderadamente bien en defensa y ataque. ¿A qué se debe su terrible fama si siempre cumple? Isco sustituyó a James. Como el colombiano salió ovacionado, el público tuvo el detalle de mantener los aplausos mientras entraba. Lo contrario hubiera sido cruel desmemoria.

La segunda parte sirvió, fundamentalmente, para concentrarse en la belleza escondida de los centros de Arbeloa (un escorzo de la voluntad que acaba teniendo cierto estilo) y en la exhalación de Cristiano en el extremo diestro, quizás su puesto natural. Isco pudo subir un poco su moral con alguna filigrana y Hemed, almeriense, se resbaló justo cuando se quedaba solo ante Keylor, porque estos equipos ya no tienen autobús, tienen cáscara de plátano.

Después de tanto centro fallido, se invirtieron los términos y el Chícharo centró para que Arbeloa rematara a lo Paolo Rossi. Así fue el partido. Y no entró Odegaard. Hizo bien Ancelotti; no era el día.

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