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Julio César del Cruz Azul (a la izquierda) disputa el balón con Mark Bridge, del WS Wanderers - efe
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Cruz Azul, el eterno finalista de la liga mexicana

El Madrid ya se enfrentó a su rival en las semifinales del Teresa Herrera. Ganaron los blancos 3-1 en los penaltis

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El Real Madrid ya se ha enfrentado antes con el Cruz Azul: fue en semifinales del Trofeo Teresa Herrera 2001 y ganaron los blancos 3 a 1 en la ronda de penaltis. Me lo recuerda la enciclopedia futbolera viviente que es el poeta Carlos Azar Manzur, a la sazón madridista y cruzazulino, que de ese partido atesora en la memoria dos penaltis parados por Óscar "el Conejo" Pérez al mismísimo Luís Figo.

El Cruz Azul de la ciudad de México es un club amable, que por momentos inspira ternura, sobre todo teniendo en cuenta los 17 años que llevan sin ganar un campeonato nacional, y que definitivamente no despierta antipatías, a diferencia del América o las Chivas de Guadalajara, imbuidos de ese halo que divide familias como un Madrid-Barça.

Su estereotipo es el del trabajador llegado de la provincia que logra forjarse un futuro en la capital, dominada por «los ricos» (el América) o «los universitarios» (los Pumas). Nacido en los años treinta de la cooperativa cementera que le da el nombre, Manufacturera de Cemento Portland La Cruz Azul –cuyos obreros, como recoge el periodista León Krauze en el libro "De sangre azul", habían votado jugar al fútbol en sus ratos libres en lugar de al béisbol–, no ganó un torneo de primera división hasta 1969.

La fama le llegó en los setenta, cuando ya se había mudado del estado de Hidalgo al Distrito Federal y los mexicanos escuchaban por la tele arrobados las crónicas del histriónico Ángel Fernández, responsable del nombre de guerra que el Azul aún conserva a pesar de sus derrotas: "La Máquina Celeste". En esa década, se llevó seis ligas, una de ellas contra los Pumas de la Universidad donde figuraba un jovencísimo Hugo Sánchez –en México el ganador de cada temporada, dividida en un torneo de apertura y otro de clausura, se define por una eliminatoria que juegan los ocho mejor clasificados en la fase regular. Eran los años del técnico Ignacio Trelles, "Don Nacho", que había sido el primer seleccionador mexicano en ganar un partido de Copa del Mundo, en Chile 62, y del guardameta Miguel Marín, un argentino grandote al que llamaban «el Gato» o «Supermán» por sus legendarios méritos bajo los palos.

Desde entonces, todo fue sequía y mala suerte. La última final de liga que ganaron los cementeros fue la del torneo de invierno de 1997, pero son los que más veces han quedado subcampeones de la historia del fútbol mexicano, diez en total. Sin ser un mal equipo –en las estadísticas globales figura el cuarto, por detrás de América, Guadalajara y Toluca–, arrastra la maldita fama del eterno finalista.

La semifinal del Mundial de Clubes en Marrakech de hoy bastaría para quitársela: entusiasmados andan los aficionados al Cruz Azul, como lo estaría el Recreativo de Huelva por recibir al Madrid en el Colombino un agosto. Con ilusión –"mi sueño húmedo futbolístico", lo calificó en Twitter León Krauze–, pero con realismo. En última instancia, dejó escrito Juan Villoro, "un mexicano adicto al fútbol es, entre otras cosas, un masoquista que colecciona agravios, jueves de dolor para los que no hay domingo de resurrección. ¿Qué sería de nosotros sin este agitado melodrama?"

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