Sanlúcar

La terna sale a hombros ante una encastada corrida de Miura

Chacón, Escribano y Galván triunfan en la vistosa corrida Magallánica de Sanlúcar

Pepe Reyes

Sanlúcar

Bajo el radiante sol de Sanlúcar, una policromada alfombra de sal transportaba, en minuciosa decoración, la gigantesca esfericidad del globo terráqueo a la diminuta redondez del coso del Pino. Esmerado, original homenaje a aquella hazaña marítima de Magallanes que aún resuena entre los asombros de la historia, y para cuya taurina conmemoración nada más apropiado que la épica rotunda de la lidia de seis ejemplares de la legendaria vacada de Miura. Toros que evocan a pasado, a tauromaquia primitiva, palpitante y virginal, a lidia dura y dramática, a tragedias y proezas. Salpicadura del ayer, reliquia de campo bravo, este encaste peculiar y único constitye todo un regalo para el aficionado, que aún se estremece con el sentido que desarrollan estas reses miureñas y admira esa morfología singular, altos de agujas, huesudos, fibrosos y agalgados.

Caracteres advertidos en «Boguitero», negro mulato que abría plaza y cuya majestuosa salida provocó una unísona exclamación de asombro en los tendidos. Típico discípulo de Zahariche, que se quedó corto y apretó hacia dentro en el capote de Octavio Chacón y que peleó con codicia bajo el peto del caballo, al que acudió de punta a punta del ruedo en un segundo encuentro donde dejó patente su encendida casta y agresiva bravura. Echó la cara arriba y cortó en banderillas, exigiendo un tercio de mucha exposición al peonaje. Al de muleta arribó con una embestida pronta pero a media altura y reponiendo con suma rapidez.

Una papeleta en toda regla para Octavio, quien supo estar a la altura de tan difícil oponente, hasta el punto de ligar muletazos meritorios. Valentía, decisión y maestría dominadora derrochó el experto lidiador de Prado del Rey en un rematado toreo en redondo y hasta apuntó naturales por el imposible pitón izquierdo del animal. Tras unas manoletinas muy ceñidas y expuestas fue violentamente prendido al abrochar con el de pecho. Momento de zozobra que menoscabaron al espada y descompusieron aún más al de Miura, que sería fulminado con una media estocada en todo lo alto, pero de la que el toro tardaría en morir, en una vibrante, prolongada, espectacular agonía de bravo.

El segundo de la tarde, negro mulato, bragado, alunarado, vareado de carnes y abierto de cornamenta, repitió la acometida al capote de Manuel Escrbano, pero demostró desde su salida un renquear permanente de los cuartos traseros. Acudió con alegría por dos veces al caballo y llegó a la muleta del sevillano con cierto rebrincamiento en su acometida por su defecto locomotor, pero con palpable nobleza. Circunstancia que aprovechó Escribano para conducir con delicadeza y temple esas medias arrancadas de la res. Algunos naturales rezumaron cadencia y gusto, en el conjunto de una labor pulcra y aseada. Con una estocada al segundo intento despachó a este su primer oponente.

Se lució David Galván al recibir de capa al tercero, un cuajado negro mulato que tomó con boyantía el gentil vuelo que le marcaba el de la Isla. También tomó dos varas sin rehusar un ápice la acometida y fue franco en los rehiletes, con los que se lució en dos grandes pares Lipi. Berreón, y con mucha fijeza, el de Miura tomó la muleta de Galván con nobleza pero con esa incomodidad que conlleva la falta de humillación. Muy decidido el diestro, hilvanó tandas de redondos con mucha exposición y oficio, que como los naturales, poseyeron cadencia en ocasiones y un extraordinario mérito siempre. Culminó este episodio con una certera estocada.

Tras pasar por la enfermería, Octavio Chacón volvió al ruedo para enfrentarse a su segundo enemigo, un Miura de 640 kilos, cárdeno de capa, al que recibió ceñido a tablas en un lanceo a la verónica emotivo y decidido. El toro recibió dos largos puyazos, en cuya pelea se empleó con encastada generosidad y quedó ya con un acometer suave y lento a banderilleros y engaños. Proceder que mantuvo en la franela de Chacón, a la que acudía al cite con una nobleza no mostrada por el resto de hermanos. A pesar de carecer de humillación y largo recorrido en las embestidas, el diestro serrano compuso una faena entonada, compuesta de series limpias de derechazos, sólo alterados por alguna colada al intentar los remates por alto, modalidad del repertorio taurino no aceptada por los pupilos de Miura. Con una estocada y dos golpes de descabello culminaba su labor Octavio Chacón.

Genuflexo, saludó Manuel Escribano al quinto de la suelta, para ganar terrenos después en enjundiosas verónicas hasta rematar en los medios. Tras tomar las dos consabidas varas el animal, volvió a lucirse el espada sevillano en un quite por chicuelinas que abrochó con luminosa serpentina. Boyantía en su acometer y extrema fijeza en el engaño, este ejemplar de Miura permitió a Escribano pasarlo sin mayores apuros por ambos pitones, aunque a la labor le faltara la requerida profundidad de la que el toro carecía en sus embestidas. Con el astado ya casi parado, el matador pisó terrenos comprometidos de cercanías en un final de faena de arrebato y exposición. Un pinchazo y una estocada pusieron fin a su labor.

Y cerró plaza «Rivereño» otro negro mulato que acudió con codicia al capote que con donaire le presentó David Galván a la verónica y que, como el resto de la corrida, apretó con pujanza en el caballo tras arrancarse de largo. Cortó en banderillas y puso en aprietos a una cuadrilla que hubo demultiplicar los pases para prender los palos. Al trasteo de muleta llegó el animal con poco recorrido y escasa fuerzas, lo que no fue óbice para que Galván le plantara cara ganándole la acción en cada pase e hilvanando redondos valerosos y decididos. Undesplante de rodillas constituyó torero preámbulo a un pinchazo, media estocada y dos descabellos.

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