Los críticos franceses atacan a «Emily en París» por su representación de la capital gala y su cultura

La ficción de Netflix se posiciona como una de las ficciones más vista de la plataforma solo una semana después de su estreno

Emily Collins protagoniza la ficción Netflix

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«Emily en París» se coló en muchos hogares al aparecer como uno de los títulos más populares de Netflix. Esta comedia romántica, cuyos capítulos no duran más de media hora, es de esas ficciones que invitan a ser vistas de una tacada. Perfectas para un fin de semana casero. Su trama es sencilla, o eso nos parecía antes de la pandemia. Una chica, Emily (Collins), recibe (de rebote) una de esas oportunidades laborales a las que dicen que no se puede decir que no. Se muda de Chicago a París con la promesa de que vivirá una experiencia enriquecedora y que tendrá un puesto mejor en la empresa cuando regrese de su periplo europeo. El inconveniente es que deja en su ciudad toda una vida. La ventaja, la misma .

Emily se presenta a lo largo de diez capítulos como una ingenua estadounidense que supera todo tipo de estereotipos franceses en su búsqueda de convertirse en una gurú de las redes sociales. Se enfrenta a un choque cultural y ve cómo su corazón se divide entre los recuerdos de su vida pasada en Chicago y los sueños de su futuro en París. Pero lo que también parece estar divida es la crítica.

La ficción creada por Darren Star ( «Sexo en Nueva York» ) ha generado todo tipo de opiniones. Por un lado están aquellos que han quedado fascinados por los guiños constantes a la alta costura (gracias a Patricia Field), lugares glamorosos y estrellas increíblemente atractivas. Pero «Emily en París» cuenta con lo que, para quien escribe, es un defecto no de trama, de desarrollo del personaje. Emily es valiente y alegre, pero también arrogante. Llega a París decidida a «llevar una perspectiva estadounidense» a la marca francesa , pero no considera ni una vez que su ignorancia cultural es en realidad una debilidad, no una fortaleza como se esforzará una y otra vez en hacer ver al espectador.

Muchos críticos y espectadores, la mayoría franceses, no pasaron por alto esta falta cultural, y han criticado y señalado a la ficción por recurrir a los estereotipos más utilizados de los franceses: trasladando al espectador una versión irreal de un parque temático parisino y con tramas, para ellos, absurdas.

«[En Emily en París] nos enteramos de que los franceses son "todos malos" (sí, sí), que son vagos y nunca llegan a la oficina antes del final de la mañana, que son coquetos y no están muy apegados al concepto de lealtad, que son sexistas y atrasados, y por supuesto, que tienen una relación cuestionable con la ducha. Sí, no se escatima ningún cliché, ni siquiera el más débil», escribió Charles Martin en «Premiere». «Rara vez habíamos visto tantos clichés sobre la capital francesa desde los episodios parisinos de 'Gossip Girl' o el final de 'El diablo viste de Prada'», apuntó la crítica de RTL.

Estereotipos arraigados

La crítica francesa suma «Emily en París» a una larga lista de títulos plagados de estereotipos anticuados en la que también están, según la revista cultural «Les Inrocks», «Moulin Rouge», «Coco Chanel», y «Ratatouille». No sabría decir si es más o menos extensa que la española, pero nuestro país también ha sufrido la ignorancia cultural de algún guionista. Una de los últimas polémicas también la protagonizó Netflix con «Criminales en el mar». La película se mofó de una España «retrógrada».

«Criminales en el mar» presenta a un policía (Adam Sandler) de Nueva York que, por fin, cumple la vieja promesa de llevar a su esposa (Jennifer Aniston) a Europa. Su avión aterriza en una de las ciudades más turísticas de nuestro país: Málaga. Ahí comienzan los tópicos. A su llegada a la Costa del Sol, los protagonistas son recibidos por una mujer ataviada con un traje flamenco y por un guitarrista que anima a su compañera a seguir bailando y abanicándose.

Fotograma de «Criminales en el mar» Netflix

Algo parecido ocurrió con «Cómo conocí a vuestra madre» . La comedia de Ted Mosby retrató a España como la cuna del tango y los mariachis. Lo hace al revivir una visita al país. Ofrece una visión amalgamada de la cultura latina como si fuera propia de España. El folklore español, los trajes de sevillanas, se mezclan con el tango y los mariachis mexicanos mientras se muestra un mapa en el que algunas de las ciudades españolas están mal escritas (Marida en lugar de Mérida) y mal ubicadas en el mapa.

Quien tampoco se ha ubicado bien en España ha sido Tom Cruise . El actor, como Ethan Hunt, visitó Sevilla en «Misión Imposible 2» . Pero en lugar de una feria de abril, disfrutó de Las Fallas sin trasladarse a Valencia. Además de pirotecnia había falleras entre la multitud. El estadounidense volvió a equivocarse en «Noche y día» , donde visitó unos San Fermines celebrados también en la capital andaluza.

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