Festival de Cine de San Sebastián

Y seguimos con Franco, James Franco

El actor y director presentó «Zeroville», un pastiche de cinefilia gamberra en el mismo Hollywood de Tarantino

James Franco protagoniza «Zeroville»
Oti Rodríguez Marchante

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James Franco es un actor con posibles y un director con imposibles, que ya estuvo aquí hace unos años con aquella desbordante película, «The disaster artist» , que ya anunciaba su cinefilia y su capacidad para el desparrame. Se supera en ambas en la presentada este año en el Festival, afortunadamente fuera de la competición, porque «eso» no hay quien lo catalogue. Se titula «Zeroville» y se sitúa en el mismo tiempo y lugar que el «Érase una vez en… Hollywood» de Tarantino, Los Ángeles en 1969. El caso es que la voz «Franco» sigue estando en el centro de la programación del Festival tras las dos películas españolas, «Mientras dure la guerra» y «La trinchera infinita»..., seguimos con Franco, James Franco.

Nuestro Franco de hoy es, además del director, el protagonista, e interpreta a un personaje que no viene en los cromos, un «marciano» que llega a Hollywood con la cabeza rapada y el tatuaje en la cocorota de Liz Taylor y Montgomery Clift en «Un lugar en el sol» . Ama esa película más que cualquiera, y también el plano corto de Maria Falconetti, la Juana de Arco de Dreyer y algunos otros actores y títulos clásicos que repite como un loro mientras se hace una reputación como montador de películas, se enamora loca y tontamente de Megan Fox , actriz porno, y compadrea con John Milius, Coppola, Spielberg y Scorsese… Y el peculiar montaje de «Zeroville» parece tramado por el propio personaje, pues la historia entra, sale, vuelve y avanza con sus reglas marcianas. Puede tener su gracia ver a Seth Rogen o a Will Ferrer en sus caricaturas de celebridades made in Hollywood, o a su hermano, Dave Franco, componiendo el perfil de Montgomery Clift, o asombrarse de lo que el milagroso plano corto de Megan Fox puede adornar una historia…, pero, ¡madre mía!, se tiene la impresión de estar persiguiendo un gato.

La película trasmite, eso sí, esa fascinación de las imágenes del gran cine y hasta el poder embriagador (alucinógeno) de esos momentos de película que se tatúan en el coco; tiene frases e ideas para que el cinéfilo las mastique y remastique como si fueran torreznos, y no puede ni quiere desprenderse de su tono estrafalario ni de su aroma de pistacho, digo de pastiche.

«The other lamb»

Fue lo único divertido o juguetón de la Sección Oficial, porque la otra película, en competición, «The other lamb» , era de las de ponerte nervioso. La dirige la polaca Malgorzata Szumowska, pero es de producción belga e irlandesa. Todo ocurre en el interior de una secta religiosa llamada «El Rebaño» y compuesta de mujeres y niñas a las que pastorea un «menda» a su antojo. La historia se ve junto al personaje de una adolescente, Selah, nacida ahí, dentro de la secta y a la espera de que el pastor le hinque el diente. La directora le procura a su historia unas bellas imágenes, con mucha lírica y simbolismo, y se esfuerza en crear el ambiente envilecido y algo bobo entre el macho cabrío y sus ovejas. Se supone que «The other lamb» desnuda lo trágico de esa majadería de las sectas, aunque en realidad pretenda una pieza mayor, el heteropatriarcado, la dominación de los fulanos, y que ya, dicho lo cual, no nos quede más remedio que traer aquí la palabra infalible, «empoderamiento».

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