Crítica de «Padre no hay más que uno 2»: Producto de proximidad divertido y saludable
El argumento es sencillo, con apelotonamiento de gags y de problemas domésticos, pero el talento de Segura sabe inocularle las puntadas precisas para que, sin dejar de divertir, adquiera el aspecto de un tejido eficaz y nutritivo para el consumo familiar
No es preciso ser un lince para ver los motivos por los que Santiago Segura sabe colocarse en el lugar exacto por el que va a pasar el éxito: se arriesga a hacer «lo otro», tiene un talento natural para hacerlo, es alguien al que se le espera, aunque llegue pronto o tarde y, muy importante, maneja como nadie el producto de proximidad o de Kilómetro 0, todos esos ingredientes (para la risa, la sorpresa, el sarcasmo o la corrosión) que no vienen de la Chimbamba o la Antípoda, sino de justo al lado de cualquiera. El cine español y el espectador del cine español saben que tienen en él al mejor amiguete.
El Javier que él interpreta y que lidera también esta segunda parte de su análisis ligero pero muy sustancioso sobre la familia, la paternidad y la dedicación (rendición) a ese paisaje natural pero muy asilvestrado del «territorio hijos», es un estudio en sí mismo del comportamiento del ser humano en sus condiciones más adversas, junto a la chiquillería y sus más diversos anhelos y razonamientos, junto a la parienta, cuñados, mamis del cole y el personaje que introduce en esta entrega, un personaje mayúsculo, rocoso y hábil que es la suegra, y que interpreta con toda su genética habitual una Loles León con una dentadura escénica digna de su apellido, y que aporta además un genial guiño de guion que tal vez sorprendería a un sueco, pero nunca a un batueco.
El prodigio de frescura que fue la primera película tiene aquí la virtud de conservarse al vacío y liberarse completamente oxigenado: la gracia verbal de la niña Sirena Segura , la increíble aportación a la risa de Luna Fulgencio con sus clichés andaluces, la simpatía e intuición para cruzar fútbol y ballet, la trascendente argumentación de tener o no tener un perro, o ir o no ir a Eurodisney, o qué hacer con la Primera Comunión de la chiquilla… Productos no ya de proximidad, sino sacados de nuestra misma huerta.
El argumento es sencillo, incluso sencillote, con apelotonamiento de gags y de problemas domésticos, pero el talento de Santiago Segura sabe inocularle las puntadas precisas para que, sin dejar de divertir, adquiera el aspecto de un tejido eficaz y nutritivo para el consumo familiar.
Puede ser, y ojalá que así sea, que este arrebato de estreno de Santiago Segura reactive la práctica de ese saludable deporte que es ir al cine, y que sea una bendición para las salas de estreno, pero de lo que no hay mucha duda es de que esta película anima, reactiva y ennoblece esa tradicional y familiar gimnasia de ir con los tuyos a ver una película.