Crítica de 'La conferencia': Doce hombres sin piedad

La película resulta aún más inquietante porque no busca ni el efecto ni el efectismo de sus consecuencias, sino la trivialidad y atrocidad de sus causas

Imagen de 'La conferencia'
Oti Rodríguez Marchante

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Esta película del alemán Matti Geschonneck acaba de ganar el gran premio del BCN Film Fest y no resulta complicado saber por qué: es el relato frío, deshumanizado y espeluznante de la reunión que el 20 de enero de 1942 mantuvieron altos funcionarios y militares nazis para concretar y hacer oficial lo que se conoce como 'solución final', es decir, el exterminio masivo de judíos en todos los territorios bajo control alemán. Esta macabra reunión ocurrió en una villa en el barrio berlinés de Wannsee, y la película se centra en el lugar de los hechos, los participantes y las actas que quedaron registradas de ella.

Aunque el ramaje que le ofrece al director esta historia podría llevarlo a la tentación de perderse en él, Geschonneck no lo hace, va al supurante grano: descripción gélida de los representantes nazis, la familiaridad y tensiones entre ellos, en primer plano la presencia dura y peligrosa de Reinhard Heydrich , el convocante y la voz del Führer allí, y una densidad en el ambiente espesada por precauciones, recelos y miedos a quedar en entredicho y señalado.

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La puesta en escena es inteligente y sobria, buscando los planos y contraplanos que consiguen establecer la viscosidad del ambiente y las distintas relaciones entre ellos, de poder, de prurito, de intereses y de supervivencia. Los diálogos, en su brutalidad, están basados o sacados de los archivos (rescatados en 1947 y usados en los juicios de Núremberg), con lo que a cualquier espectador le suenan como el cascabeleo de una serpiente. La concisión del relato, que no se atasca en los detalles del trascurso de la guerra (el ejército americano entró en ella unas semanas antes, tras lo de Pearl Harbor, y el ejército ruso contraatacaba), lo hace veloz y directo a enfocar la dureza e insensibilidad, esa frivolidad inhumana en la asunción del crimen. Sin buscar ni el efecto ni el efectismo de sus consecuencias, sino la trivialidad y atrocidad de sus causas, lo que hace la película aún más inquietante.

Todos los actores, esos 'doce hombres sin piedad' (alguno más), están realmente a la altura de sus afilados colmillos y sin apenas pulimentarlos con la piedra de tópicos y clichés.

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