Crítica de 'Champagne!': Un brindis por la amistad y el buen rollo
Sin exceso de picante, ni de vinagre y con un encanto natural que no despeina pero entretiene
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Suave comedia francesa con todos los ingredientes precisos para pasar el rato sin que se le suba a uno la tensión, hay campiña, amistad, enredo, diversidad de amores y sexo, conflictos llevaderos, trazas de inteligencia en los diálogos y el encanto chispeante de las cosas del champagne, ese vino espumoso que se suele beber con mal criterio en copa plana. El argumento, como todo lo demás, es sencillo y tiene burbujitas: una reunión de viejos amigos y amigas porque uno de ellos, el más atractivo y triunfador, por fin se va a casar, y además con una jovencita veinte años menor que él.
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Como no hay realmente nada novedoso en esta historia, el director, Nicolas Vanier, opta por dotar de calidad a los elementos de ella, unos personajes que se explican con gracia afilada (aunque el ‘bocachancla’ que interpreta Eric Elmosnino, profesor zanahorio, maridete resuelto y amigo celosón, se atraviese un poco en la garganta) y unas situaciones dramáticas sin excesos de hiel. Una mujer abandonada por el marido, un matrimonio con urgencias económicas, el amigo rico que avala el negocio de vinos de las dueñas de la casa, que son matrimonio, la presencia de la joven prometida, aparentemente estúpida…
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Champagne!
Todos los actores responden con eficacia a la necesidad de cariño de sus personajes y prácticamente sin que ninguno de ellos se imponga en simpatía (quizá, empatía) a los ojos del espectador. La puesta en escena es de cajón, con sus presentaciones, sus nudos, nudillos y desatados, y la sensación de estar en una película adecuada es completa. Sin exceso de picante, ni de vinagre y con un encanto natural que no despeina pero entretiene.
