CUMBRE. Merkel bromea con los primeros ministros de Suecia, Reino Unido y Holanda. / EFE
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Los 25 establecen un plazo para enterrar la Constitución y sustituirla

La entrada de Bulgaria y Rumanía cerrará la puerta a nuevas adhesiones hasta la próxima década, según el calendario aprobado en Bruselas

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Un fiambre y un calendario para enterrarlo y buscarle sustituto. Ése es el balance de la cumbre europea de Bruselas, que concluyó sus deliberaciones a mediodía de ayer. El fiambre es la Constitución europea, que no pocos daban por enterrada pero que no sólo no lo está, sino que va a ser mantenida en estado criogénico durante un año y medio, a la espera de lo que termine sucediendo.

Y el calendario es el que los líderes comunitarios aprobaron ayer para acompasar el entierro final de la Constitución, la elaboración de otro texto y el abandono de la crisis.

Establece, ese calendario, un tiempo muerto hasta junio de 2007, a la espera de que se susciten los esperados cambios políticos en Francia y Holanda, y la Unión Europea pueda ponerse a trabajar abiertamente en un nuevo proyecto de arquitectura jurídica. Para entonces, la mayor parte del camino habrá sido ya trillado por la presidencia alemana de la UE durante todo el primer semestre del ejercicio.

El resto del año y una parte indeterminada de 2008 se dedicará a construir el consenso, que una Conferencia Intergubernamental debería dejar listo para ratificación, como muy tarde a finales de ese año, según los acuerdos de ayer.

La crisis debería quedar zanjada en el año 2009, con la UE renovada en sus aspectos organizativos, financieros y políticos, y presta para encarar nuevos procesos de adhesión.

En el intervalo, probablemente a comienzos del año próximo, Rumania y Bulgaria habrán pasado a convertirse en los socios vigésimo sexto y vigésimo séptimo de la UE, agotando el marco institucional previsto en el Tratado de Niza y cerrando el paso a cualquiera otra ampliación sin cambios institucionales mayores como los previstos en la Constitución.

Cumbre extraordinaria

En marzo de 2007, finalmente, la UE habrá conmemorado solemnemente los 50 años de la Declaración de Mesina que daría lugar al Tratado de Roma en 1957, mediante una cumbre extraordinaria en Berlín en la que los líderes comunitarios efectuarán una reafirmación expresa de los valores que sustentan la construcción comunitaria.

Nunca hasta ahora el Consejo Europeo había adoptado una posición de fondo tan abiertamente revisionista del texto constitucional, pero el hecho cierto es que el paso está dado, y que Alemania, con su canciller Angela Merkel al frente, ha asumido la responsabilidad de sacar a la UE de su atolladero.

La canciller se declaraba ayer «optimista» sobre la salida de la crisis, pero recababa el apoyo de sus pares en el Consejo para lograrlo.

Las opiniones en el Consejo mostraban la marejada que los acuerdos de la cumbre, entendidos como ineludibles, han provocado. El primer ministro luxemburgués, Jean-Claude Juncker, cuyo país ratificó mediante referéndum el Tratado Constitucional, se declaraba abiertamente contrario a entablar un nuevo proceso de ratificación de un nuevo texto. «Toda la sustancia del Tratado Constitucional deberá figurar contemplada en el nuevo texto fundamental», decía Juncker, haciéndose eco de una visión -por lo afirmado por él-, bastante generalizada entre los socios comunitarios que han ratificado ya la Constitución.

Rodríguez Zapatero, en cambio, prefería en conferencia de prensa mantenerse anclado en la actual muntura constitucional, tal y como fue ratificado en referéndum, y eludía pronunciarse sobre salidas hipotéticas de la crisis, a pesar de que la cumbre, según le consta a este periódico, las ha barajado.

La palabra de Blair

Tony Blair, por su parte, eludía el debate directo sobre la gran incógnita del esfuerzo de la UE se apresta nuevamente a acometer: si el texto que resulte de los debates europeos al final del proceso emprendido, en 2008, tendrá que pasar por un referéndum o, simplemente, por los Comunes. El Reino Unido, al final, vuelve a tener la última palabra, aunque el euroescepticismo polaco le pueda servir de ayuda a la vuelta de 18 meses.

Los plazos que Europa se dio ayer hacen muy difícil que se produzcan nuevas adhesiones antes de la próxima década. El marco institucional del Tratado de Niza -el que se encuentran en vigor- se agota con 27 socios, y la nueva montura constitucional, que ya no merecerá ese calificativo, no estará lista hasta finales de década. Croacia recibió ayer, sin duda, una severa decepción.