POR LOS AIRES. Tizie, portero de Costa de Marfil, realiza una prodigiosa estirada tras un cabezazo de Ruud van Nistelrooy. / AFP
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Cementerio prematuro de los 'elefantes'

Costa de Marfil se despide con honor del campeonato del mundo al perder por la mínima ante Holanda

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Luto en Costa de Marfil. Los 'elefantes' han conocido un cementerio prematuro. El grupo de la muerte fue súbita para ellos. Injusta y fulminante. Los debutantes en lides mundialistas han pagado demasiado cara la novatada. Se van con la cabeza alta. Los elefantes siempre caminan así. La trompa les evita humillar su orgullo. Ante Holanda porfiaron hasta el último suspiro. Consumieron todas las energías. Se lanzaron al abordaje flamenco al unísono, con la honra patria de un pueblo dividido en dos por una guerra fratricida. Se derraman lágrimas negras en la costa del ébano.

El Mundial tiene estas cosas. El sorteo depara grupos estúpidos y condena a equipos meritorios. Costa de Marfil ha perdido por la mínima e idéntico resultado (2-1) con las dos selecciones ya clasificadas. Merecían haber gozado de más vida. Su fútbol es una invitación al disfrute desenfadado. Un goce solidario donde las imperfecciones son entrañables de ingenuidad. Interpretan la faceta más lúdica del juego con esmero infantil y unas condiciones físicas portentosas. Emigrantes del balón, con tránsito obligado por las ligas francesas, su modestia y entusiasmo son un arma cargada de futuro. El presente cruel les impone un partido de la basura con Serbia y Montenegro, éstos sí justos viajeros al hogar, también dividido pero en paz.

La esquela de Stuttgart se redactó en cuatro minutos infaustos de una estupenda primera mitad. A los 'elefantes' les pierden sus defensas. Andan escasos de memoria. A menudo se les olvida defender. Ofrecen agujeros paquidérmicos. Lagunas donde las fieras rivales sacian la sed del gol. Entre los minutos 23 y 27, los molinos holandeses abatieron a los gigantes africanos. Kolo Touré y Abdoulayé Maité, dos tiarrones cómodos por las alturas, abrieron a ras de tierra dos veces de par en par las puertas de la choza.

Van Persie, primero, ejecutó el golpe franco que él mismo se había cobrado de un fulminante zapatazo. Van Nistelrooy, luego, ejecutó a Tizié habilitado al borde del fuera de juego por Bakary Koné. El mayor de los hermanos, pero el más pequeño de los 46 con sus 163 centímetros de estatura.

Arbitraje determinante

La ventaja 'oranje' era excesiva. Óscar Ruiz debió haber pitado un penalti por agarrón de Gio a Emmanuel Eboué, su viejo conocido de los duelos Barça-Arsenal. A falta de un cuarto de hora, perdonó otro abrazo ilícito de Mathijsen a Drogba. Los árbitros son magnánimos con los poderosos. Otra lección para repasar en Abiyán. Para tenerla en cuenta en las próximas citas en la élite, que las habrá.

A los holandeses les ganan sus delanteros. Es lo mejor que tienen. Juegan con tres, un detalle de agradecer. Cada uno explota sus virtudes. Cuando se hace con ambición y sin remilgos, el juego cobra la intensidad de las grandes ocasiones. La instantánea reacción africana avisó con un chutazo de Zokora en plena escuadra desde 25 metros. Un zapatazo estilo Van Persie, pero con la bola en movimiento, redujo diferencias y rehabilitó al habilitador Koné. Fue el gol del honor para un equipo sobrado de esa cualidad.

La segunda mitad bajó en ritmo y belleza porque Holanda dejó de jugar al ataque, que es lo suyo. Van Basten reforzó el sistema de contención consciente de que los africanos eran hegemónicos en poderío físico. Sentó a Van Nistelrooy y cambió su clásico 4-3-3 por un 4-4-2. Los papeles se invirtieron.

Acuciado por la necesidad, Henri Michel apostó por un trío atacante con un esquema en 3-4-3. Hasta el último instante rozó el empate, la esperanza de la vidilla. Sin suerte. Van Persie, elegido el mejor hombre del atractivo duelo, sacó bajo los palos de una acorralada portería un remate de Drogba que se colaba. Un último disparo de Yapi Yapo solemnizó la prematura despedida marfileña. Los 'elefantes' caminan hacia el cementerio. Demasiado pronto.