El diestro Juan José Padilla, da un pase de rodillas con la muleta a uno de sus toros. / EFE
FERIA DE SAN ISIDRO

Los desafíos de Padilla, la casta de Ferrera y el valor candoroso de López Chaves

Protagonismo inesperado para una bronca cruzada entre Padilla y parte del tendido 7 y una emotiva faena de Antonio Ferrera con el toro más bravo

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Muy hermosa, la corrida de Adolfo Martín salió encastada y fue espectáculo de interés, según suele. Los tres primeros toros se batieron de diferente manera: con bondad a veces apagada el primero, que quiso saltar la barrera dos veces y sangró demasiado en dos puyazos bajos; sin entregarse pero sin resistirse un segundo muy serio e incómodo por delante; con son bueno pero irregular el tercero, que escarbó mucho y mucha nobleza tuvo.

Padilla tumbó de gran estocada sin puntilla al primero, del cual dispuso en gaseosa faena. Antes de la gran estocada, Padilla le sacó con la zurda una buena tanda. En banderillas, compartiendo tercio con Ferrera, Padilla clavó de dentro afuera un tercer par de despaciosa reunión en el balcón.

Ensillado, descaradísimo y remangado de cuerna, corto de manos y badanudo, el segundo remató con fiereza, echó las manos por delante sacudiéndose, apretó en una primera vara más que en otras dos. Le tragó en una difícil tanda de tres por derecho y dos cambiados hilvanados en manojo. Pero la apuesta fue limitada: pases perdiendo pasos para sentirse a resguardo del toro. Las dos pavorosas velas no dejaron pasar con la espada a Ferrera.

El tercero, de ancha cuerna abierta, fue el primero de los cuatro cinqueños que iban a saltar. Vio más claro el toro que nadie López Chaves, que con sólo cuatro doblones de apertura lo tuvo prendido y domado. Visto y resuelto el toro, Chaves se prodigó. Se metió entre pitones cuando tomó la izquierda y, antes de matar, con la espada de acero en la mano, dibujó preciosamente con la zurda. Con ambiente volcado, un bajonazo.

Después se enredó el espectáculo. El cuarto, de lindo remate, se estiró con pies en gran galope pero claudicó ligeramente. Padilla lo toreó de capa muy despacio, pero se protestó al toro por flojo. Padilla quitó por faroles y lo dejó puesto en suerte. Arreció una bronca, el palco decidió cambiar el tercio y no el toro y Padilla, por su parte, pretendió que el toro fuera de nuevo al caballo. Entonces se encendió la bronca a varias bandas. La más ruidosa de la feria: unos reclamaban al palco, otros contra Padilla. En banderillas la gresca se reavivó aunque Padilla anduvo fácil. Padilla abrió faena sentado en el estribo y luego en tablas de rodillas, libró al toro al trallazo, el toro se estrelló contra la barrera dos veces y al quinto muletazo rodó por el suelo. Y Padilla a la vez. Épica bronca. Padilla se salió con el toro al tercio primero y a los medios después, y ahí lo tuvo y pasó con tino y temple en faena sólida y firme, y mal atendida. Una estocada, dos descabellos y, arrastrado el toro, una nueva bronca. Padilla, animado por los que le aplaudían, salió a la boca del burladero e hizo un saludo de doble intención al tendido 7, desde donde más se le increpaba. Coros de «¿Chulo, chulo!» y «¿Multa, multa!» se encontraron la respuesta de ovaciones de los que estaba de parte de Padilla y en contra de los que lo abucheaban.

Sin embargo, lo verdaderamente importante fueron los dos últimos toros de corrida. Ferrera tuvo que librar con el quinto una de las más memorables batallas de San Isidro, porque el toro, avisado por varias razones, se venía con infinito estilo al primer muletazo pero se revolvía siempre en el segundo. No cedió un palmo el toro. Tampoco el torero, que parecía dispuesto a todo. El final, con muleteo de pitón a pitón, fue una maravilla clásica. Padilla salió en su quite en el sexto toro y se comió el escenario. El quite fue exagerado de todo. Chaves resolvió con supina entereza delante de ese toro de tanta, tantísima cara. Lo esperó, no lo trajo tapado, lo libró sin tirones. Una voltereta a consecuencia de un golpe con la pala del pitón.

Y con la plaza rendida al encanto y al coraje de Chaves, un eterno sainete con la espada. Seis pinchazos, un aviso. Mala suerte.

«Los toros no han colaborado en nada»

El diestro Juan José Padilla abría terna. El de Jerez opinó de la corrida que «no ha colaborado en nada, toros sin transmisión, sin codicia, para repetir, toros fáciles para otras plazas pero no para la plaza de Madrid». «No entiendo cómo el público se puso en contra mía y no del presidente, aunque tengo que decir que hizo bien en aguantarlo. La verdad es que un cierto sector de la plaza estuvo demasiado exigente, ya no saben lo que piden. Ellos me increparon y el resto de la plaza me lo reconoció», indicó.