Gente

Nulidad

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Eugenia Martínez de Irujo podría, en un plazo de tiempo razonable, estar anulada. Dicho así, suena fatal. Pero la verdad es que lo ha pedido ella. Eugenia desea que la Iglesia anule su matrimonio con Fran Rivera como si éste nunca hubiera tenido lugar. Y, cuando lo logre, ella misma pregonará con orgullo, igual que lo han hecho famosas como Carmen Martínez Bordiu y tantas otras: «Estoy anulada...». Porque estar anulada no sólo no tiene mal cartel hoy en día, sino que incluso está de moda.

Para llegar a ello, no obstante, hace falta que un tribunal eclesiástico determine que la boda entre Francisco y Eugenia nunca existió. En resumen, que aquel bodorrio televisado que el 23 de octubre de 1998 paralizó Sevilla, se celebró en plena catedral hispalense en misa concelebrada por varios obispos, congregó a dos mil invitados y a millones de televidentes y, lo que es más importante, consiguió lavar la sospechosa honra de Mar Flores, permitiéndola entrar en el templo con blanca mantilla, fue en realidad pura ficción, una ilusión, una alucinación colectiva.

Que las torrenciales lágrimas de la difunta Carmina Ordóñez -conocida a partir de aquel momento como la de la mantilla teñía- eran en realidad de atrezzo y los entorchados del traje de maestrante, príncipe Beukelaer, soldadito de plomo o lo que fuera del hermano de la novia, y a la sazón padrino, un disfraz de casa Cornejo.

Que la duquesa no era tal, sino una doble, como las que sustituyen a Isabel II o a Camila Parker en momentos delicados, que el vino del banquete era de tetrabrick y el jamón, de pata blanca o bodega... Ah, y que todo esto lo hace Eugenia para casarse con Gonzalo Miró, que es muy religioso. Porque, claro, en eso ha salido a su madre...