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El sufrimiento de Maragall

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Habría que averiguar con vistas al futuro cercano qué ha deteriorado más la imagen y el funcionamiento del gobierno de Cataluña, si la difícil -¿o imposible?- convivencia con ERC o la paciencia inagotable de Maragall. Una paciencia interrumpida en alguna ocasión para decirle al socio coaligado que «por ahí no paso» tal vez habría evitado la NE-CE-SI-DAD de adelantar las elecciones autonómicas por el inminente divorcio entre PSC y ERC en la Generalitat.

Se trata ahora de que el matrimonio conviva prolongando sus incompatibilidades hasta después del 18 de junio, fecha prevista para el referéndum estatutario. Van a ser seis semanas en las que Maragall sufrirá como tal vez no haya sufrido en los tres últimos años, en los que ya ha sufrido, ya. Y no sólo por las varias actitudes del errático Carod Rovira o por el delirio asambleario de las bases de ERC, que han impuesto a la dirección el «no» al Estatut, sino también por el en su momento inopinado entendimiento de Zapatero con el líder convergente Artur Mas, que constitucionalizaron el proyecto estatutario en siete horas de diálogo en La Moncloa mientras el cortocircuitado Maragall ponía la radio en su afán por enterarse de algo, y Carod Rovira miraba socarronamente al techo para verlas venir.

Ya está harto el PSC de soportar el deterioro que le produce ERC, y son muchos los socialistas catalanes que piden elecciones anticipadas, ya. El socialista Joaquim Nadal, portavoz del Gobierno catalán, afirmó que es más que probable la celebración de elecciones en otoño, pero Miquel Iceta, portavoz de su partido, le desmintió con suavidad al recordarle que es historiador y no astrólogo.

Se había reunido por la mañana la ejecutiva del PSC y su primer secretario, el ministro Montilla, se apresuró a decir a los medios que «la comisión ejecutiva ha manifestado al presidente Maragall que tiene todo nuestro apoyo para tomar en cada momento las decisiones que considere más adecuadas para asegurar la aprobación del Estatuto y una victoria contundente del 'sí' en el referéndum». Pero después del referéndum «haremos una reflexión en profundidad sobre esta etapa», y aunque no corresponde al PSC hablar de adelanto electoral o de echar a los consejeros de ERC y gobernar en minoría, Montilla subrayó que ERC ha roto con su palabra de no pedir el «no» en el referéndum.

Tal vez desvele Maragall cuando el Senado apruebe el Estatut su grado de irritación/frustración contra su socio independentista/republicano y contra el presidente Rodríguez Zapatero, que también podría sentirse desairado por algunas decisiones o indecisiones de Maragall, que al Gobierno socialista y al PSOE le han hecho daño, como el no haber impedido -pero ¿cómo?- el «no» asambleario de ERC o el nombramiento de Vendrell como consejero encargado de organizar el referéndum sobre un Estatuto del que se mofa y al que rechaza.

La preocupación ahora es doble en Maragall, pues además de conseguir la aprobación del Estatut en el referéndum debería lograr una participación lo más alta posible. En este sentido es sorprendente que un Estatuto que ha tensado hasta extremos agobiantes la política catalana, y en igual o mayor medida la española, no despierte un fervor perceptible en la sociedad a la que va a aplicarse. Y es que los hombres y los partidos movilizan más a su favor a los votantes que una ley, sea Estatuto o, incluso, una Constitución. De ahí el peligro, que la Generalitat contempla, de una abstención de síes que realce el número de noes. Y al día siguiente del 18 de junio empezará a funcionar en la Generalitat la máquina de las decisiones que resuelvan problemas y contradicciones políticas que no se supieron evitar a tiempo.