Editorial

Un sueño demasiado efímero

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El Cádiz certificó ayer en el campo del Getafe su descenso a Segunda División. La derrota por 3-1, después de ir por delante en el marcador durante 70 minutos gracias a un gol de Lucas Lobos, convierte el último partido de la temporada ante el Málaga en el Carranza en un epílogo entre dos equipos ya descendidos que rompe un sueño demasiado efímero.

Sin embargo, la sabiduría de la afición cadista, curtida entre sinsabores, ya afrontó este retorno a Primera División tras aquel mítico partido en Chapín el pasado 18 de junio con un claro espíritu: «Divirtámonos mientras dure».Y así ha sido y, dejando atrás el derrotismo, así puede ser el próximo domingo (aún está por confirmar el día y la hora del encuentro frente al Málaga) en las gradas del Carranza como expresión de una forma de entender el fútbol irreductible frente al fatalismo y capaz de convivir con la derrota sin caer en el desánimo.

Ello no debe impedir hacer autocrítica y analizar este viaje tan corto entre los mejores del fútbol español. Es evidente que faltó una apuesta más decidida a la hora de planificar la temporada, que se resume en un mayor esfuerzo económico para complementar una plantilla capaz de hacer un gran papel en Segunda División pero que necesitaba retoques en cada una de sus líneas para hacer frente con garantías a su retorno a Primera División. Luego, durante la temporada, cuando los temores comenzaron a convertirse en certezas, tampoco se reaccionó con decisión. En ningún momento se optó por decisiones más arriesgadas o contundentes, como si el club tuviera tomada la decisión: aguantar como sea y esperar que, al final, la suerte no fuese esquiva. El final de campaña del Cádiz ha demostrado que la suerte no tenía nada que ver en esto, pues el equipo ha descendido por su mal juego y, en especial, por su falta de acierto ante la portería contraria. Ha sido un pena comprobar esta crónica de un descenso anunciado sin poder hacer más que esperar. De hecho, el propio club y los propios jugadores dieron repetidas muestras de nerviosismo a lo largo de la temporada, quizá como si quisieran cerrar los ojos o dar la espalda a una realidad que avisaba del peligro.

Han sido unos meses intensos, en los que se han vivido grandes momentos colectivos y en los que la ilusión de la afición ha puesto de manifiesto que las ciudades, como las personas, también necesitan ser felices. Y el fútbol ha hecho feliz a Cádiz. Sólo cabe esperar que las enseñanzas de este paso por la Liga de las Estrellas no caigan en el olvido. Es preciso que el club sea capaz de mantener un bloque capaz de aspirar de nuevo al ascenso, que no deje escapar a los que han demostrado su capacidad de liderazgo -caso de Lucas Lobos-, que fortalezca si cabe las líneas más débiles y que no le tiemble el pulso a la hora conjugar esta continuidad con la también imprescindible renovación de la plantilla. Detrás estará una afición que ayer dio un nuevo ejemplo de pasión por los colores. Hoy es el día de empezar a pensar en el futuro.