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Sarkozy endurece la ley para lograr una «inmigración escogida»

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El ministro del Interior francés, Nicolas Sarkozy, defendió ayer en la Asamblea Nacional (Cámara de Diputados) su controvertido proyecto de ley sobre la inmigración frente a las críticas que le acusan de labrar las tierras de la extrema derecha a un año de las elecciones presidenciales. «El debate que comienza será determinante para dar forma al rostro que tendrá Francia en los treinta años que vienen», dijo en la apertura de la discusión de los 84 artículos y más de 400 enmiendas presentadas. La tramitación continuará en junio en el Senado. Sarkozy planteó que su texto, al que definió como equilibrado, firme y justo, pretende establecer un nuevo modelo, «el de la inmigración escogida». Por un lado, se ponen más trabas al reagrupamiento familiar, exponente de la «inmigración sufrida» por representar la mitad de los permisos de residencia expedidos cada año. De otra parte, se crea un nuevo permiso de tres años renovable, denominado 'competencias y talentos', dirigido a extranjeros cualificados o deseosos de trabajar en sectores económicos con penuria de mano de obra.

El ministro del Interior alegó que el proyecto respondía a las expectativas de los franceses tras los disturbios callejeros en los guetos étnicos del pasado otoño que relacionó con «el fracaso de la política de inmigración e integración». «Nada obliga al que no le guste nuestro país a quedarse en él», dijo en una nueva paráfrasis de un viejo lema del ultraderechista Frente Nacional: «Francia, la amas o te vas».

Batalla política

La oposición de izquierdas se ha visto reforzada por la posición del Consejo de Iglesias Cristianas (cristianos, protestantes y ortodoxos) que considera el texto «problemático en lo humano» e instaurador de una «inmigración desechable». Los socialistas han prometido una batalla política frontal contra un proyecto «peligroso, inútil e ineficaz».

La nueva ley suprime la regularización automática a los diez años de clandestinidad y exige al extranjero en situación regular una vivienda digna y un salario suficiente para que puedan venir sus familiares directos. El cónyuge de un ciudadano francés debe probar cuatro años de vida en común para ser nacionalizado y habrá que demostrar el dominio del francés para obtener un permiso de diez años.