LA COLUMNA

Cuidado con los accidentes de tráfico

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En 1990 murieron en las carreteras españolas durante los once días comprendidos entre el Viernes de Dolores y el Lunes de Pascua 192 personas en 157 accidentes. Cinco años después la cifra había bajado a 153 muertos en 128 accidentes. En 2000 los muertos fueron 116 en 97 accidentes. En 2005 perdieron la vida 105 personas en 88 accidentes. No puede decirse por tanto que los ciudadanos no se hayan sensibilizado con las campañas de prevención, algunas francamente sañudas, con las que las autoridades de Tráfico se quitan de encima sus responsabilidades. Responsabilidades que, obvio es decirlo, van mucho más allá del amedrentamiento: deben empezar por sugerir a sus superiores que no toda la culpa es de los conductores, aunque lo sea en buena medida por temeridad, impericia o negligencia. Hay que reconocer que el estado de nuestras carreteras, los cambios de rasante sin visibilidad, las curvas de radio inadecuado, los inadecuados parcheados, la señalización vertical y horizontal siguen dejando mucho que desear. Tampoco podemos echar la culpa al alcohol, a la vejez del parque, a la falta de educación cívica desde la escuela. Ni consolarnos, por supuesto, con el tardío acceso al automóvil de gran parte de los conductores actuales.

¿Qué tal si empezamos a responsabilizar un poco a los encargados del Tráfico de todos los Gobiernos de los últimos dieciséis años por sus obsesiones estadísticas? Pese a que esta Semana Santa se han producido más muertos que en la anterior, el número de accidentes por cada cien mil habitantes ha descendido de forma espectacular. En España ocurren 250 accidentes de carretera por cada 100.000 habitantes; en Alemania 456; en el Reino Unido 402. Pero aquí mueren el 3,5% de quienes tienen un accidente, mientras que en el resto de la UE muere sólo el 2,2%. Menos accidentes pero más mortalidad no puede ser culpa sólo de los conductores. También lo es de la escasa asistencia sanitaria en carretera.