IMPLICADO. El artista vasco posa junto algunos de sus 'cabezones' encapuchados. / LA VOZ
Cultura

Ibarrola lleva a su obra reciente la lucha por la libertad frente a ETA

Trece 'cabezones' encapuchados traslucen el compromiso ético y cívico del artista vasco

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Es de los que dice cuando habla y cuando calla. Como en esta ocasión, en la puesta de largo de una compilación de su obra de la última década, que se expone desde ayer en el Museo de Arte Contemporáneo Unión Fenosa de La Coruña, y en la que el pintor y escultor vasco Agustín Ibarrola quiere que su obra hable por él. Y el impacto emocional, aún sin palabras, es sublime. Para abrir bocado, la inmersión en sus bosquecillos, en madera de avellano pintada, mediante la que recrea grupos de árboles con figuración real o abstracta, pero siempre locuaz; continúa la sala con 23 óleos inéditos y culmina, en la parte central, en la excelencia de la conversación muda: la lectura. Y lo hacemos, leemos: «La Guardia Civil atribuye a la etarra detenida las bombas de Roses y Gandía»; «La sociedad vasca, a pie de calle»; «Basta Ya llama a la rebelión ¿cívica? para acabar con ETA»... ¿En efecto! Son noticias encerradas en papel de periódico encolado y transformado en diálogo inmediato: trece «cabezones» encapuchados traslucen el compromiso ético y cívico de un artista que se mete en el bolsillo las manifestaciones políticas hasta la convocatoria de Basta Ya el próximo día 12, y que hoy anda por Galicia, por fin, sin escolta.

Dice el profesor Carlos Martínez Gorriarán en referencia a esa contundente charla con el rotativo en mano ibarroliana que es «tiempo encolado formando una estructura», un tiempo que, al menos con tregua o incertidumbre «permanente», sí gana la batalla a cualquier pasado peor. Pero el maestro «interdisciplinar» -como se define Ibarrola-, que nunca eligió las medias tintas para criticar la realidad política vasca, se muestra hastiado por las tachaduras que ello le ha deparado y deja que sean esos irreverentes encapuchados, con una mirada de fuerza e ira desbordante, los que pongan a cada uno en su sitio.

Quizá por ello el título de la muestra, Entre los cepos de la memoria, rebusca en la hemeroteca de aquellos días de imposición de unos pocos para bucear en la memoria colectiva del resto. «Agustín priva al objeto de toda sacralidad, de toda distancia y consigue que sea físicamente familiar», rubrica Martínez Gorriarán.

Con el azote enfrente de esas miradas insidiosas, el artista se manifiesta: «No es la crónica de un periodista. Soy un creador y me inspira lo que se mueve bajo mis pies. Pero no busquen el titular», impreca a los informadores que le rodean.

«Creador decente»

«Cualquier persona decente tiene que ser analítica, crítica. Y yo he sido uno de esos hombres, nunca apologético con ningún poder, sino ambicionado en abrir puertas al conocimiento y la investigación y siempre rompedor con los poderes establecidos». Ese poder, en su querida tierra bilbaína, se registra con letras nacionalistas. «Ni quiero exponer en el País Vasco, ni me invitarían a hacerlo», asevera.

En su lugar, reconoce Ibarrola que otros le rinden pleitesía, como la Galicia que «no me pertenece, pero que siempre me trató tan bien», donde ubica su Bosque animado de Allariz; y, en especial, la sierra abulense de Gredos. Allí se instala, en estos momentos, «la obra de toda una vida»: el enorme espacio de Gariza, que cobija las últimas creaciones del artista, dominadas por la connivencia con la naturaleza y donde se estará la fundación que llevará su nombre.

La libertad de un bosque

Porque, sin límites, un bosque, como los 25 recreados en el Macuf coruñés, constituye la perfecta expresión de su carácter. Ibarrola bebe los vientos por la libertad -«que es siempre cara, como los peces de Sorolla»- y comenzó pintando, a los 11 años, en la falda de una montaña, «porque era lo único que sabía hacer solo». 65 años después, sigue pintando en rocas o en los troncos de los árboles para trazar su conocido «principio de la interactividad del espacio plástico» y su manejo de la bidimensionalidad en terreno tridimensional. El «atrás» y el «delante» no existen y configuran un espacio unitario.

A merced de esos axiomas quedan también, en esta exposición, abierta hasta el próximo 30 de junio, tres esculturas en acero corten y una veintena de nuevos óleos en los que engarza la abstracción geométrica y la realidad. Cuatro soportes plásticos (acero, madera, óleo sobre lienzo y láminas de papel) y un mismo mensaje; su ética plasmada con estética.