PROCESO. Husein se dirige de forma airada a los jueces. / AP
MUNDO

Sadam acusa al nuevo Gobierno iraquí de asesinar a miles de suníes

Admite haber firmado sentencias de muerte porque era «su obligación»

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El tribunal especial que juzga a Sadam Husein por la matanza de 148 chiíes en 1982 escuchó en la decimoctava sesión celebrada ayer cómo el depuesto dictador iraquí lanzaba una fuerte andanada contra el actual Gobierno. Compareció de nuevo en tono desafiante y aprovechó la vista para acusar al Ministerio del Interior, dirigido por un chií, de armar a escuadrones de la muerte que han torturado y asesinado a miles de suníes tras la ocupación.

Vestido con un traje negro, Sadam llegó incluso a mostrarse cordial con el magistrado, el kurdo Rauf Abderrahman, al que llamó «señor Rauf» y al que recordó que fue ayudado por él mismo en una ocasión en que había sido condenado en el pasado, algo que el juez negó terminantemente. Pese a esta amabilidad, el equipo que defiende al sátrapa presentó una petición escrita para su sustitución, acusándole de «parcialidad», iniciativa que prometió estudiar.

Sadam intentó durante la comparecencia presentar el «lado humano» de su régimen, subrayando que se ocupó de distribuir tierras entre todos aquellos que las habían perdido en los actos de represalia que sus hombres llevaron a cabo contra los chiíes de Duyail por participar en un intento de asesinarle.

Ejecuciones

El fiscal general, Jafay Musevi, presentó ante la corte varios documentos firmados por Sadam relativos a los asesinatos de 1982, tras los juicios sumarísimos contra los presuntos autores del fallido magnicidio. «Alguien ha introducido varios párrafos en algunos textos relativos a esta investigación», dijo Sadam al magistrado que le juzga junto a siete de sus más estrechos colaboradores en aquella época, entre ellos su hermanastro Barzan Ibrahim al Hasan al Tikriti. Sin embargo, el depuesto dictador admitió haber firmado varias sentencias de muerte que habían sido aprobadas por el Tribunal Revolucionario para ejecutar a los 148 chiíes, y las justificó como «una de las obligaciones de un presidente». «Tenía derecho a poner en duda el veredicto, pero estaba convencido de que las pruebas aportadas eran suficientes», zanjó Sadam.

«Sólo soy responsable de los decretos y órdenes firmados por mí -afirmó- y estoy listo para asumir esa responsabilidad ante mi pueblo y ante la historia, pero ante nadie más». El ex presidente, que compareció solo, mantuvo en todo momento la sangre fría, aunque ello no le impidió calificar al tribunal de «ilegítimo» por haber sido creado por las «fuerzas de ocupación». Sus alegatos tomaron en algún momento un tono demasiado político, hasta el punto de que el juez le pidió «limitarse a su defensa y dejar de convertir este juicio en una serie de discursos».

La reanudación del juicio contra Husein se produjo un día después de que el mismo tribunal anunciase la apertura de otro caso penal contra él y seis de sus lugartenientes por las matanzas de miles de kurdos cometidas en los años ochenta, en la llamada campaña de Anfal realizada por su Ejército.