MAR ADENTRO

Siempre nos quedará Pacheco

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Suelen darle por perdido, como el barco del arroz, pero resucita de sus propias cenizas de tarde en tarde. Así lleva desde el 79, el tío, y ha sobrevivido políticamente a muchos de quienes le daban por muerto y enterrado a las primeras refriegas internas en las filas del andalucismo. No es que Pedro Pacheco sea un corredor de fondo: es Marathon Man en persona. En su caso, no es aplicable el añejo refrán de que correr es de cobardes, sino aquél que urdió Cela y que reza: quien resiste, gana. En tal sentido, Pacheco es Rambo y no le tiemblan las piernas.

Aparentemente vencido y derrotado el ejército del PSA, sus huestes siguen siendo pieza clave y refuerzo en los cimientos de la Diputación de Cádiz, tras el mutis por el foro del PA y el sentido homenaje por parte de Francisco González Cabaña al alcalde isleño Manuel María de Bernardo, en un tono por el que parecía que iban a nombrarlo de un momento a otro hijo predilecto de la provincia el 19 de marzo del año que viene. A los de Pacheco, los socialistas le deben el Ayuntamiento de Jerez, en donde el enorme ex alcalde se atrevió hace unos días a sugerir que iría con el PSOE hasta la muerte, en futuras coaliciones, pero que no quería ver ni en pintura a Pilar Sánchez como candidata a la alcaldía en las filas del partido de Rodríguez Zapatero y no digo de Pablo Iglesias, porque probablemente ya queden pocos que sepan quién fue.

En la bodeguiya que Pacheco abrió en los bajos municipales, reposaba sobre un atril un abultado volumen que contenía una añeja colección de la revista Blanco y Negro, y que siempre estuvo abierto justo en la página que daba cuenta del asesinato del Che Guevara. Pacheco es un guerrillero pasado por el prêt-a-porter de Emidio Tucci, pero también uno de esos boxeadores que saben fajarse y aguantar hasta el final del combate aunque parezca que van perdiendo por puntos.

Al Partido Andalucista, la ruptura formal de sus pactos con el PSOE por un quítame allá la palabra nación en el preámbulo del nuevo estatuto de autonomía, puede elevarle a los altares del voto. Pero también puede hacerle naufragar definitivamente. De momento, algo es algo, han logrado que la gente ya no confunda a su secretario general, Julián Álvarez, con José Luis Álvarez, que fuera alcalde de Madrid en los tiempos de Mari Castaña. Donde se estarán tirando de los pelos con todo este jaleo es en la Casa del Pueblo de Algeciras, cuyo anterior alcalde socialista, Juan Antonio Palacios, fue obligado a pactar en 2003 con el Partido Andalucista tras una fulminante conversación telefónica con las alturas del partido, justo cuando los socialistas locales ya tenían apañado un arreglito con Izquierda Unida. Ahora, allí, el PA no existe, pero algunos de sus antiguos cargos electos se han visto salpicados por un millonario descuadre en el arqueo de la empresa inmobiliaria mixta Somixur, cuyo escándalo podría contagiarles.

Por mucho que el poder milagrero de Pacheco estire como un chicle, al PSOE no debiera extrañarle que el día menos pensado le diera por pactar con el Bombero Torero y le quitase de los carteles en algún próximo reparto de la tarta institucional. Y por mucho que el PP en Cádiz esté tan aislado como en el resto del territorio nacional, los socialistas debieran preguntarse si con ciertas amistades peligrosas -la de Hernán Díaz, por ejemplo, a punto de sentencia-, algunos de sus electores no terminarán sintiendo alergia a las urnas por aquello de dime con quién andas y te diré quién eres.