Cádiz C.F.

Los goles no frenan la ilusión

El Cádiz se lleva una 'manita' de goles de Valencia pese a cuajar un buen partido El árbitro no pitó un penalti a Sesma ni el fuera de juego anterior al quinto gol local

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Mejor imagen, menos tiempo. Goleado, goleador. Ilusión intacta a cinco puntos de la permanencia. Afición cercana, salvación lejana. Sensaciones encontradas. Nunca una manita dejó tantas esperanzas en un Cádiz que lleva toda la temporada jugando al despiste. Inmaculado Doctor Jekyll ante los grandes, perverso Hyde con los rivales de su calaña, desconcertante siempre.

Mestalla debe ser un punto de inflexión en una aciaga campaña que suspira por ver la luz al final del túnel, pero que sea el blanco de la resurrección y no de la muerte. Cambiaron muchas cosas. Lo primero el sistema de juego, mucho más vertical y arriesgado pero con lagunas en defensa propiciadas en gran parte por la enorme calidad atacante de un Valencia inspirado. De perdidos al río. Espárrago supo leer perfectamente las carencias de la defensa ché y los dos puntas, rapidísimos Enrique y Sesma, interpretaron con maestría su papel de liebre incordiante, cogiendo constantemente la espalda a Marchena y Navarro.

Pájara inicial

Pero qué culpa tiene el técnico cadista de que sus futbolistas confundan horchata con cuajada y salgan cuajados al campo encajando un gol «en el vestuario». En el primer minuto de juego, Regueiro y Aimar trenzaban una acción por la banda derecha, el uruguayo centraba pero el despeje fallido de De Quintana recalaba en la bota de un Baraja que con un simple toque permitía que el solitario Villa empujase el cuero a la red sin oposición. Un tanto mezcla de infortunio, pues Raúl López resbalaba antes de llegar a la pelota, pero también de despiste pues el guaje, pichichi español de la Liga, nunca se puede quedar solo con la escopeta cargada.

¿Esto no lo levantan ni con una grúa!, pensarían algunos. En parte tenían razón, pero en parte no. El Cádiz sacó lo mejor de sí, un fútbol ya casi olvidado y comenzaba a crearle ocasiones a los locales gracias al dinamismo de Enrique y Sesma, los nuevos Zipi y Zape a falta de Mortadelo. Lástima que esta actitud no existiera en Vigo, Bilbao, Mallorca,... El equipo bordaba el arte del contragolpe pero hacía aguas en defensa, sobre todo por las bandas, las más afectadas por el cambio de esquema.

Pero no sería en un contraatque sino gracias a la estrategia, o también merced a lo llamado vulgarmente balón a la olla, llegaría el empate cadista. Paz se liberaba del marcaje de los centrales y remataba un buen servicio de Lobos, peor los reflejos de Cañete evitaban el tanto en primer término. Tenía que llegar Enrique para rebañar y lograr el gol del oportunista para infundir justicia en el marcador.

Tres minutos tontos

Rápida reacción valencianista con un disparo de Angulo al poste. Los chés se temían lo peor: era el día elegido para sacar de quicio a una afición exigente y disgustada por la mala racha blanca. Los futbolistas locales temían la ira de su público, que primero con un ronroneo sordo pero después con sonoros silbidos castigaba a su plantilla por lo que estaba viendo.

Era el momento perfecto para dar el golpe de gracia en Mestalla, pero para colmo ahora la fortuna se ha cambiado de barrio. Tres minutos después de que Miguel arrebatara a Sesma un disparo en boca de gol, Angulo convertía en gol una obra de arte del argentino Aimar. Su payasada no sería otra que mantenerse en el aire para despedir un balón en profundidad que el delantero asturiano no desaprovecharía ante la defectuosa salida de Limia, que creía que estaba jugando al balonmano.

Otro mal comienzo

El Valencia aprovechaba los minutos tontos del Cádiz para hacer sangre mediante un cabezazo de Navarro a saque de falta de Baraja. El defensa entraba solo en el segundo palo en el fallo más estrepitoso de la desconcertada zaga amarilla, y que definitivamente parecía sentenciar el encuentro.

Antes del descanso se produciría una jugada clave. En un centro cadista, Jonathan intentaba alcanzar el balón pero Moretti le obstruía descaradamente dentro del área pequeña. Muñiz, vergonzosamente casero, se hacía el sueco y con su jueguen, jueguen, lo dejaba en nada y mandaba a los futbolistas al vestuario.

La segunda mitad iniciaba su rumbo del mismo modo que la primera. Con un Cádiz dormido en sus laureles y un Valencia dispuesto a golear sin piedad para reconciliarse con los suyos. Aimar y Regueiro avisaban y de nuevo Angulo, tras dos buenas acciones del payasito y Baraja, se la cruzaba a Limia y hacía sobrevolar por Mestalla la sombra de una deshonrosa goleada.

4-1. Espárrago no sabía si arriesgar y encajar un siete, o especular para no hundir la moral y pensar en el crucial encuentro ante el Betis. Entre que movía pieza y se lo pensaba, Sesma volvía a otorgarle algo de emoción al duelo al cabecear a la red un preciso centro de Enrique al segundo palo. En una acción calcada a la que propició el gol de Navarro, Jonathan acercaba el empate durante ¿menos de un minuto!

Porque inmediatamente, Villa, otra vez solo, volvía a poner tierra de por medio al finalizar un pase de la muerte de Regueiro. Por cierto, que el uruguayo partía de una clara posición de fuera de juego. Por cierto, otro detalle que desnivela el partido y que pone en solfa el triunfo valencianista. Los de Quique no necesitaban esta manita arbitral para llegar a la manita goleadora, aunque sí que lo agradecieron.

Mientras tanto, Espárrago seguía en lo descrito hace dos párrafos, y al final optaba por la actitud conservadora. Introducía a Vella y Suárez, y fortalecía el centro del campo propiciando que los últimos minutos fueran de dominio amarillo. Ni el golazo de falta de Jonathan ni las postreras ocasiones de Enrique ponían en jaque a un Valencia que se sabía ganador.

Este Cádiz de menos luces y más sombras parece recuperar el camino que conduce a la salvación pues ayer, con los dos puntas, se crearon más ocasiones que en los últimos seis partidos juntos. Sin embargo, lo que gana por un lado lo pierde por otro, y la defensa no ha refrendado las buenas palabras que se tienen de ella. El equilibrio es la asignatura pendiente de un Cádiz a contrarreloj que ahora está a cinco puntos de la salvación (más el goal average). Pero aún así, las cuentas salen. Háganlas.