FORTUNA INCALCULABLE. Juan Antonio Roca multiplicó su patrimonio hasta límites que escapan a cualquier cálculo.
ANDALUCÍA

La oficina de los milagros

El despacho de Roca fue durante diez años el lugar donde desaparecían los jardines y los edificios aumentaban de volumen

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Poca gente lo veía entrar y salir, pero todos sabían que ahí estaba quien tomaba las decisiones. Metódico hasta en los más mínimos detalles, Juan Antonio Roca cumplió hasta el último día con la costumbre de entrar en las oficinas de Planeamiento por la puerta trasera del edificio, de la que tenía una llave y que daba directamente a su despacho. Allí pasaba horas atendiendo a quienes acudían a que se obrara el milagro de los panes y los peces. En su oficina, las alturas de los edificios se elevaban varias veces, y los viales y las zonas verdes desaparecían como por arte de magia. Los constructores multiplicaban sus ganancias. No había varita mágica, pero sí convenios urbanísticos.

Durante casi una década, entre mediados de la década pasada y 2004, cuando la Junta de Andalucía archivó el Plan General que el Ayuntamiento llevaba seis años intentando aprobar, los sucesivos alcaldes de Marbella firmaron cientos de convenios. Ninguno llevaba la firma de Roca, pero todos se habían pergeñado en su despacho. El auto del juez Miguel Ángel Torres que el pasado viernes lo envío a prisión es claro. Según el magistrado, Roca «influye en los concejales, ordena la aprobación de actos administrativos injustos, percibe cantidades para aprobar convenios y exige dinero para mantener contratos».

No eran cantidades menores. Las evidencias contenidas en la resolución judicial apuntan a cientos de millones de euros. Durante estos años, Roca multiplicó su patrimonio hasta límites que escapan a cualquier cálculo razonable, aunque según los investigadores de la operación Malaya se ocupó de hacerlo a través de testaferros que obstaculizaran su rastreo. Lo obstaculizaron, pero no lo impidieron. Los bienes intervenidos durante la operación son una muestra de hasta qué punto la oficina de Planeamiento fue un despacho de los milagros: la fortuna es incalculable. Cuatro fincas con dos palacetes. Una de ellas, La Caridad, en San Pedro Alcántara, con un centenar de caballos valorados en tres millones de euros. Entre estos, ejemplares únicos de pura raza, que alcanzaría en el mercado los 500.000 euros por cabeza. La finca dispone de un helipuerto, con helicóptero incluido. En las paredes de la mansión los policías encontraron cabezas de animales exóticos disecados, como jirafas, elefantes y rinocerontes. La finca de Jimena (Cádiz), donde se detuvo a Roca, tiene espacio incluso para un coso taurino. En la de Murcia, cien hectáreas de terreno con naranjos, helipuerto y tres naves industriales. Y cuadros. Al menos 275 obras de cotizados autores. Y en Robledo de Chavela (Madrid), 300 hectáreas que albergan una yeguada con 30 caballos, otros cien toros de lidia y una bodega de unos 800 metros cuadrados con salón, capilla y escenario para celebraciones. El auto de encarcelamiento de Roca habla de cientos de millones de euros.

Empresario humilde

¿Cómo hizo un empresario quebrado que llegó a Marbella a finales de los años ochenta y que se desplazaba en un humilde Seat Panda para acumular tanto poder? Todos los testimonios apuntan en una única dirección: Jesús Gil. El ex alcalde solía rodearse de discípulos necesitados que le garantizaran fidelidad. Y al principio, antes de que Roca evidenciara que se trataba de un tío listo, daba el perfil. A poco de asumir el poder, el todopoderoso alcalde lo colocó al frente de una de las múltiples empresas públicas que caracterizaron su gestión: Planeamiento 2000.

Durante los primeros años Roca cumplió su papel de discreto actor secundario, pero en 1995 se produjo un punto de inflexión. Ese año el Ayuntamiento dio la aprobación inicial al Plan General de Ordenación Urbana que estaba llamado a reemplazar al de 1986, elaborado durante la época de los gobiernos socialistas y al que se consideraba agotado. Se habría el camino para aprobar los convenios urbanísticos que permitieran adaptar los proyectos de edificación a lo que se suponía iba a ser la nueva legalidad. La Costa del Sol había dejado atrás su crisis y la fiebre del ladrillo comenzaba a subir de temperatura.

Jesús Gil, que acababa de romper con su hasta entonces mano derecha, Pedro Román, por diferencias en su sociedad político-financiera, había encontrado una vía extraordinaria de ingreso de dinero y necesitaba a alguien de confianza que se la administrara. A Juan Antonio Roca se le había presentado la oportunidad de su vida. Por delegación del alcalde se convirtió en la pieza clave del engranaje gilista. Los convenios se convirtieron en una vía de financiación. Pero surge una pregunta ¿para financiar qué? La actual situación de quiebra técnica que sufre el Ayuntamiento descarta que la institución municipal fuera la beneficiada. Sucesivas investigaciones y causas judiciales señalan en otras direcciones: el Atlético de Madrid y su entonces presidente es una de ellas. Las sobrevenidas fortunas de muchos de los concejales del GIL es otra. Tras la operación Malaya existe una tercera certeza: el espeluznante patrimonio personal de Juan Antonio Roca.

Los convenios funcionaban de una manera simple. Los dueños de los terrenos obtenían un volumen de edificabilidad mayor que el contemplado en la ordenación urbanística. A cambio cedían al Ayuntamiento un 10 por ciento de ese volumen, y a su vez compraban ese nuevo volumen para quedarse con todo. El Ayuntamiento recibía en metálico la valoración adjudicada a ese volumen en el propio convenio. Según el informe del Tribunal de Cuentas, hasta 1999 se firmaron más de 400 convenios urbanísticos ilegales. El patrimonio municipal se dilapidó. Las necesidades de Marbella en educación y salud están ahogadas por la falta de suelo.

Pugna Gil Muñoz

El enfrentamiento entre Gil y su sucesor, Julián Muñoz, se llevó por delante a Juan Antonio Roca. Pero fue sólo cuestión de meses. El propio Roca utilizó sus poderosas armas de seducción para convencer a seis concejales de la oposición que había que deponer a Muñoz. Una de las primeras medidas de la nueva alcaldesa, Marisol Yagüe, fue nombrar a Roca como su asesor en temas de Urbanismo. El ordeñador de los recursos de Marbella regresó a su despacho de la discreta puerta trasera. Roca estaba allí por delegación de Jesús Gil, pero la desaparición física de éste no horadó su posición. Por el contrario, su conocimiento de los métodos de recaudación lo convirtió en el centro del poder. Hasta mayo de 2004, cuando la Junta de Andalucía decidió archivar el Plan General de Gil agotada de recibir convenios que no respetaban ni tan siquiera ese documento, el método de los convenios como forma de engordar la caja fuerte comenzó a agotarse.