VUELTA DE HOJA

Se equivocó la paloma

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El Oriente Próximo, que por cierto nos pilla demasiado cerca, tiembla ahora con la mayoría absoluta de Hamás. Siempre que las cosas van mal cabe la posibilidad de que empeoren y Ehud Olmert ha reunido de urgencia a su Gobierno para evaluar los resultados y analizar el vuelco electoral.

Dicen los que ignoran las mismas cosas que nosotros que las claves del triunfo electoral hay que buscarlas en la corrupción del ANP, en la ocupación israelí, en la injerencia occidental y en la muerte de Arafat, el de la servilleta a cuadros en la cabeza. Nosotros lo único que sabemos a ciencia cierta, o sea, a Historia cierta, es que los telediarios venideros seguirán chorreando sangre.

La paloma de la paz sigue equivocando sus itinerarios. ¿Por qué hicimos de ella un símbolo? Ave lasciva, la llama Góngora, que como todo gran poeta veía las cosas por primera vez.

La paloma, cuyo zureo es un reclamo y cuyas altas deposiciones son destructoras, ha tenido siempre buena prensa. Se la identificó con el Espíritu Santo y después, para acabar de arreglarlo, Picasso la convirtió en un emblema. Las veía de niño en la Plaza de la Merced de Málaga y luego las volvía a ver, quietas, en los lienzos que pintaba su padre. Total, que se convirtieron en el símbolo de cosas que nadie ha visto nunca desde que el mundo es mundo.

La paz, que según Hesíodo es «la nodriza del pueblo», se siente amenazada en los países cercanos, por eso que llaman el «efecto dominó».

Ven venir un recrudecimiento del islamismo más airado. Ese será el gran tema del siglo actual. Que Alá nos coja confesados y que Dios nos ampare. Se está viendo llegar cuando algunos estamos a punto de irnos. Mientras, Bush que va a seguir un rato más, asegura que los nuevos socios no van a estar bien vistos.